"Mi papá era productor en el estado de Sonora, ahí conocí el campo, me llamó la atención el cultivo de melón chino. Producíamos uva y la mandábamos a México, con un distribuidor", así arranca su historia Lee Shipley, un hombre de cuya voz y presencia dejan claro que sabe muy bien cómo se le saca lo mejor al campo.
Está hablando de 1983 y ese distribuidor que llevaba las uvas de su papá le cambiaría la vida cuando un día le sugirió que fuera al sur a sembrar esa fruta que lo tenía obsesionado: el melón. "Me habló de un lugar que tenía mucha agua y mucha tierra que se llamaba Altamirano (en Guerrero), así conocí ésta región. Me mandó con un guía, empecé a sembrar y aquí llevo 35 años", agrega Shipley.
En este tiempo y en esta tierra ha sido testigo de muchos cambios. Uno de los más importantes sin duda es cuando llegó el riego por goteo. Eso facilitó la siembra del melón.
Los días en el campo empiezan antes de que salga el sol, a las 6 de la mañana Lee ya está con su equipo distribuyendo tareas, habla con sus trabajadores, se ponen de acuerdo sobre maquinaria, aplicaciones, cosechas. Va a los campos, ve el estado del melón, qué pasa con los insectos, cómo se están atacando las enfermedades, qué hay que aplicar y evaluar para lograr el mejor melón.
No le tienen miedo a estos días en que el termómetro marca arriba de los 30 grados, porque tienen muy clara su meta: "Buscar la mejor calidad posible que se puede producir es la meta de todos los días”.
Y logra su propósito, porque de ésta tierra saldrá el melón que llega a las mesas en todo el país. Su obsesión por la perfección es tal, que pasa los controles de calidad de las grandes cadenas de supermercados del país. A veces hasta él mismo se sorprende de encontrar su producto en lugares que nunca imaginó.
Perfil.Lee Shipley.
Para beneficio de sus cosechas apareció el riego por goteo y las semillas híbridas. "Los híbridos que comenzaron a usarse en 1986 ayudaron mucho, la producción nos aumentó entre 20 y 30% y también hubo más vida de anaquel de la fruta", asegura.
Mientras avanzamos por el campo, las abejas se escuchan a lo lejos y Lee nos hace notar que no todas son iguales. “Hay africanas e italianas y el secreto está en tratarlas con respeto, sin importar el tipo”. En 1990, empezó a reconocer colmenas de abejas africanas donde estaba trabajando su gente. “En ese momento Sagarpa lo vio como amenaza. Fue muy notable que a partir de que llegó la abeja africana había más abejas en la siembra”, explica, “aprendimos a cuidarlas y no las matamos porque ahí estaban a servicio de la polinización. Cuando fumigamos con tractor lo hacemos de noche cuando ellas no están y así las conservamos".
La calidad y la persistencia
Cuando Lee terminó la preparatoria se fue a estudiar a Tucson (EU), pero siempre lo acompañó esa obsesión que traía de niño: el mejor melón de México, una cruzada que ya había intentado su papá en las décadas de los 60’s y 70’s.
Aprovechó sus vacaciones de primavera y recorrió de punta a punta el Valle Imperial de California visitando cada uno de los plantíos de melón de este corredor.
Tal vez tener una meta tan clara en su horizonte y buscar hasta las últimas verdades de esta redonda fruta es el único secreto de producir los mejores melones del país y en el camino cumplir el sueño de juventud de su padre.
"Lo dulce del melón es una cosa y el sabor es otra. Nosotros buscamos el mejor sabor, el mejor color que sin dudas la clave de la más alta calidad interna y externa de cada fruta", agrega.
“El melón blanco cuanto más blanco es mejor”
El melón blanco fue la primera variedad que sembró duró seis años y tantas pruebas y tiempo le demostraron este sería su principal protagonista de sus cosechas. Y como buen gurú de los melones suelta un par de recomendaciones para no errar a la hora de elegir uno: El melón blanco cuanto más blanco es mejor. Además, entre más pese la fruta más dulce será, es decir que si tiene dos melones del mismo tamaño elijan el más pesado, porque básicamente el azúcar extra aumenta su peso.
La sabiduría puede brotar en muchos lugares, en libros, en universidades, en cursos, en el boca a boca de nuestros ancestros y también de las propias experiencias que capitalizamos a lo largo de la vida.
Lee Shirley sabe mucho de melones y también de filosofía. Lo supe cuando al irme me regaló su mejor frase del día: “Si tienen algo bueno no dejen de insistir”