Como la historia de muchos productores mexicano, la de Benjamín Buenfil es parte de la herencia de su familia.“Nos tocó un momento en el que el campo era productivo y mi papá pensaba que la escuela era tiempo perdido”, platica hoy desde su propio rancho. A pesar de vivir en una zona industrial y de haber recibido ofertas de trabajo de diferentes fábricas, “después de tanto trabajar en el campo, no me llama la atención”, dice.
Situado en tierras ejidales, Buenfil renta además algunas de las parcelas en las que siembra hortalizas en Cuautla, Morelos. Alrededor solo resalta el verde de los cultivos y un camino que las atraviesa. No hay señales urbanas. Si uno pone un poco más de atención, entre las parcelas se ven algunos trabajadores que son seguidos por sus perros.
“Nunca lo he calculado, pero imagino que tengo una producción anual de 500 toneladas en mis 8 o 10 hectáreas,” dice Buenfil. Cada año en los mismos predios siembra jitomates con piel, tomates y pimientos, además de cebollas, que son sus cultivos favoritos porque “son de ciclo corto y dan bastante rendimiento. Mientras que los jitomates tienen un ciclo de tres meses y eso es más gasto y, ahora que se elevó el precio, hay menos ganancias”, dice el productor.
Perfil.Benjamín Buenfil.
Recuerda con un poco de nostalgia los días en los que el campo era más rentable, cuando él trabajaba junto con su papá: “hoy la gente ya no nos voltea a ver y no conocen los problemas y necesidades que tenemos”.
Sin embargo, también reconoce que algunas innovaciones han facilitado su trabajo y aumentado la productividad y el ahorro de su campo, como el riego por goteo y los pozos de agua.
Hay que cuidar a las abejas
Sin dudas una de las inversiones más previsibles es en agroquímicos. A la hora de la compra, siempre se asegura de un punto importante: que no sean dañinos para las abejas. “Su trabajo es muy importante, porque se encargan de la polinización de todos mis cultivos y hay que cuidarlas”.
Otro de los alimentos para la tierra, muchas veces debilitada por el uso consecutivo, es “usar materia orgánica para devolverle lo que le hemos quitado año con año. Por eso, le tiramos abono de corral para que la tierra se reponga”, explica Buenfil como parte de su combo de cuidado integral de sus sembradíos.
Las cosechas que vienen
Sentado a un lado del camino, también reflexiona sobre el futuro de la agricultura. “Lo veo difícil, porque nos hemos hecho menos con el paso del tiempo. Por eso tenemos que ir evolucionando con lo nuevo, porque el que se queda con la ideas de antes, pierde”, explica el productor.
No es novedad que el trabajo de un agricultor es demandante y que requiere de una atención día con día. Benjamín Buenfil conoce desde niño los avatares de vivir de la agricultura, pero nunca tuvo como hasta ahora un componente extra que es tan difícil de predecir como de eliminar, “el cambio climático ha sido muy agresivo en el trabajo del campo. Nos ha afectado mucho, porque antes no se veían estos calores ni tantas enfermedades”.
Pero aún con esta nueva realidad, la resiliencia que caracteriza a quienes nacieron y viven del campo sigue teniendo peso propio. “La terquedad es de las cualidades más importantes que uno debe tener para trabajar en el campo, luego la dedicación, porque como dicen, ‘al ojo del amo, engorda el caballo’”. Tal vez esa férrea creencia en el “sí podré” es lo que le permite también trabajar el doble para igualar sus producciones a cielo abierto a las de sus principales competidores, que son los productores de invernadero. Sabe que en un futuro deberá apostar por este sistema, que es más seguro, más protegido pero que requiere de una fuerte inversión. No es novedad, o no debería serlo, que uno de los factores más débiles de cualquier productor es el financiamiento a mediano y largo plazo; el acceso a dinero para las cosechas no llega a los pequeños latifundistas, haciendo muy lento el proceso de reconversión de parcelas.
“La terquedad es de las cualidades más importantes que uno debe tener para trabajar en el campo”.
Enfrentar las decepciones del campo no es fácil, aun habiendo pasado una vida entera pisando sus surcos. Sin embargo, no hay mayor satisfacción para Benjamín que el resultado palpable de su esfuerzo, “ver tu cosecha, la calidad y las ganancias que representan la tranquilidad de la familia. Los mejores recuerdos son los años de buenas cosechas, cuando los precios son buenos, porque te compras tu camionentita o algo para la casa”, dice mientras se sienta a su lado uno de los perros que merodean el campo.