Los jóvenes y el futuro del campo

Anwar Estrada

Es la tercera generación en una familia dedicada a sembrar maíz. Cree que el campo mexicano puede ser una de las potencias del mundo siempre que el desarrollo y el crecimiento se haga de forma sustentable.

Invierte mucho tiempo y esfuerzo en hacer investigaciones para descubrir qué combinación de semillas es la que mejor funciona. (Foto: Duilio Rodríguez
Martina Spataro
Ciudad de México /

Rodeado de hectáreas de milpa, Anwar Estrada trabaja todo el año rumbo a su momento favorito: el sembrío. Invierte mucho tiempo y esfuerzo en hacer investigaciones para descubrir qué combinación de semillas es la que mejor le funciona, pues a pesar de que para Anwar el maíz es de lo más noble y resistente, “cada año el campo tiene retos diferentes y de mucha complejidad”, como sequías y plagas.

Algunos días, este campesino bromea con sus compañeros: “a veces decimos que parecemos meteorólogos o químicos” porque para tratar con el campo hay que saber de química, entender el clima y ser administrador, todo al mismo tiempo.

“Un agricultor es todólogo; es alguien multifuncional que tiene que estar dispuesto a aprender incesantemente, porque el campo cambia todo el tiempo. Esa es su única constante. En resumen, somos todólogos con apertura”, dice Anwar.

Con el fondo del canto de algo que asemeja a una chicharra y con los pies bien plantados en la tierra color rojizo, el productor hidalguense recuerda las enseñanzas que le dejaron las industrias agrícolas alimentarias para las que trabajó alguna vez.

Perfil.

Anwar Estrada.

“El maíz es como un niño, cada día cambia como si tuviera un año, diez días son diez años.


Durante ese tiempo, pudo conocer ranchos muy grandes de otros estados y ver diferentes tipos de cultivos y tecnologías. “Después de haber estado fuera, cuando llegué acá –a Hidalgo– me enfrenté a otro tipo de mentalidad e infraestructura. Tuve la oportunidad de compararme con otros y fue un golpe difícil; pero con todo y todo lo pude aprovechar. Me di cuenta de que era bueno no tener tanto para poder empezar de cero”.

Los aprendizajes que adquirió Anwar en su paso por estas grandes agrícolas lo acompañan hasta hoy, y se ven reflejados en su cosecha. Produce, en promedio por cada hectárea, de 12 a 13 toneladas al año, y por cada 100 hectáreas como 1,000 o 1,300.

La relación de respeto y cariño que Anwar tiene con el campo la heredó de su abuelo y de su papá. Para él llevar un programa de alta productividad implica un compromiso enorme. El productor considera que es imposible que la agricultura se entienda igual que antes, porque las condiciones del mundo son diferentes.

“Los agricultores éramos como mineros,” dice, dedicados a sacar todo sin devolver nada a la tierra. “Si seguimos con esa mentalidad un día todo va llega a su fin. Por eso necesitamos tener una ideología diferente e invertir en el campo para regresarle lo que le quitamos”. Así es como Anwar ha decidido trabajar con microorganismos y con químicos que no dañan el medio ambiente, mientras que aprovecha los nuevos avances de la industria.

Este productor, que tiene una Maestría en Agronegocios, cree que para poder trabajar en el campo uno debe entender al sistema del que depende.

Un agricultor no puede concentrarse en su cosecha y olvidarse de lo demás. La importancia y cuidado de los insectos es un ejemplo protagónico. “La lombriz realiza un trabajo fundamental dentro de los terrenos: deja mucha materia orgánica y la procesa para obtener muchos más microelementos”, dice.

Por otro lado, las abejas hacen toda “la labor de polinización y mejoran el rendimiento de nuestra cosecha”, cuenta Anwar, quien afirma que la polinización es importante para cualquier cultivo. Hay aquellos que sin abejas no prosperan.

“Las abejas son parte del ecosistema y tenemos que encontrar la forma de no dañarlas”.
Anwar Estrada Agricultor

Otro de los elementos que ha cambiado en el mundo de la agricultura es el cliente, reflexiona Anwar. Dice que cada vez son más exigentes porque buscan alimentos “mucho más inocuos, con menos contaminantes y químicos”. 

Le gusta darse cuenta de que todos son parte de una cadena, que puede y quiere ser mejorada; pero sobre todo, lo que le da más felicidad es transmitirles a sus hijos “las maravillas y la magia del campo”. Cree que es importante que los jóvenes se acerquen a él y sepan que es una profesión honorable que necesita respuestas sustentables. “Porque ellos son el futuro del campo”.

Anwar reposa bajo las ramas de un árbol. Sin sentirse juzgado de sonar como un romántico, platica la satisfacción y la serenidad que obtiene al convivir con aire puro y ver el sol salir cada mañana.