¿Qué tienen que ver las abejas con las vacas?

Silvano Iturbide

Silvano cosecha 20 hectáreas de maíz para alimentar a sus 60 vacas. Los 1,680 litros de leche que obtiene al día se colectan para hacer queso Oaxaca y venderlo en mercados locales.

A Iturbide le gusta estar actualizado porque así puede tomar las mejores decisiones para su negocio y el mundo. (Foto: J.C. Bautista)
Martina Spataro
Ciudad de México /

Todas las mañana, Silvano y su familia, van a persignarse frente a la capilla que construyeron en el patio de su casa, la que, por cierto, está certificada ante la iglesia católica para poder organizar bodas y bautizos.

Sus días en Tlaxcala empiezan alrededor de las cinco de la mañana. Él y su familia ordeñan a sus animales y luego les dan de comer cuatro veces a lo largo del día. 

En la tarde llega el cuñado de Silvano, quien recoge los 1,680 litros de leche para transformarlos en queso Ebro -también conocido como Oaxaca- y venderlo en mercados locales.

En sus tiempos libres, Silvano, su hermano o sus hijos se trepan a una camioneta y manejan para ver las parcelas donde siembran el maíz que alimenta a sus vacas, y que usan para hacer unas tortillas y ricos tamales.

La esposa de Silvano consiente a su familia con su buena mano en la cocina y las recetas que se trajo de Michoacán, donde nació. Hace un atole de galletas María sin igual.

En el terreno hay dos casas: la de Silvano y la de su hermano. Las casas están divididas por la capilla y el espacio que ocupan sus vacas para comer y revolcarse en el lodo. Las vacas comen tranquilas y tienen mucho espacio entre ellas, se ven a gusto.

Perfil.

Silvano Iturbide.

“Si volviera a nacer, me dedicaría a lo mismo”.


“Nosotros nos dedicamos al forrado y nunca tenemos más de 100 porque no es cierto que tener más vacas es ganar más. Ahorita tenemos 60 vacas. Cuando hay más, las vacas se amontonan y se estresan. Unas no comen tan bien porque hay vacas más dominantes que no las dejan, vacas bully. Las que comen de más, tienen muchos abortos y te dan mala producción, pues les engorda la matriz y no dan la leche de buena calidad ya que tienen demasiada grasa”, cuenta Silvano y ve de reojo a sus vacas.​

Con el maíz que siembran hacen el silo, que es el alimento de las vacas. Para hacerlo, hay que cortar el maíz a los cinco meses, cuando el elote está tierno. Después se muele muy bien, se tapa con plástico, se compacta lo más posible, se le echa tierra encima y se deja fermentar durante un mes. 

Silvano prefiere producir la comida de sus vacas que comprársela a alguien más. De esa manera se asegura de que estén recibiendo alimento de buena calidad, con todos los nutrientes que necesitan para producir leche saludable.

El éxito de una buena producción de maíz no depende sólo de Silvano y sus hermanos. Las abejas hacen trabajo estratégico de polinización que les garantiza calidad y rendimiento. Por eso intentan cuidar a estos insectos igual que a sus vacas. Pero debido al cambio climático hay mucho menos de estos insectos. “No sé qué vamos a hacer sin nuestras abejitas, nos vamos a quedar sin alimentos. Sin alimentos, no come la vaca y nosotros tampoco”, explica.

Para cuidar a estos insectos, la familia de Silvano planta árboles frutales para que tengan otro tipo de floración en el cultivo y estén contentas. Aplican los agroquímicos de forma adecuada es una parte muy importante para su cuidado. “Si usas bien los químicos no afectas ni a las vacas ni a los animales benéficos de los cultivos, como las abejas”, afirma Silvano. Además de eso, “si queremos cuidar de las abejas también tenemos que aprender a cuidar el agua. La escasez de este recurso va ser el mayor reto para todas las industrias, y nuestro futuro depende de eso”, dice.

A Silvano le gusta estar actualizado porque así puede tomar las mejores decisiones para su negocio y el mundo. “Yo soy el gerente de relaciones públicas, tomo las decisiones importantes de cómo vamos a trabajar con la tierra y con las vacas, y busco la nueva información y tecnologías para mejorar nuestro trabajo”, comenta entre risas.

“Mucha gente dice que alguien que acaba de salir de la universidad no le puede enseñar nada a alguien que tiene 30 años de experiencia sembrando, pero la gente que dice eso es la que no ha evolucionado en su forma de trabajar, sigue haciendo todo igual y no mejoran su técnica ni la calidad de su producción”, explica Silvano.

Para él, sin importar la disciplina o la industria para la que uno trabaje, combinar la práctica con la teoría es un factor clave. “Esa combinación te da un plus sobre todas las cosas,” agrega.
La teoría le sirve para refrescar su práctica y “la práctica evalúa y juega con lo que la teoría sólo imagina. Porque cada terreno, cada clima y cada cultivo es diferente, y la teoría por eso tiene que ajustarse a cada contexto” dice mientras camina rumbo a casa para comer uno de los tamales de su esposa.

“El campo a veces es caprichoso y se enoja y a veces es muy generoso”..
Silvano Iturbide Productor

Silvano siente respeto y asombro por la naturaleza todos los días. “Yo les platico a otras personas que las plantas son seres vivos, que si hay charcos y no los drenas, las plantas se ahogan. La gente me dice que eso no se puede porque sólo las personas se ahogan, pero hay que entender que las plantas son seres vivos. Hay que cuidarlas y escucharlas para saber qué es lo que requiere,” dice. “La gente cree que puede sacar y sacar sin darle nada de vuelta al campo, pero el banco y el campo son iguales. Si sacas y no vuelves a meter dinero te quedas sin nada. Para que el campo te dé tienes que regresarle también”.

Lo primero que vio al nacer fueron vacas, y “si volviera a nacer me dedicaría a lo mismo. Lo más bonito de todo es cuando nace una becerra, cuando le ves el ombligo y cuando la ves crecer. Te encariñas con ellas”. Desafortunadamente “nos hemos desconectado de la naturaleza, y de muchas cosas. Antes a nosotros nos veías siempre en el campo y te divertías en el trabajo, pero la juventud de hoy prefiere un celular a ir a plantar un árbol frutal o trabajar en el campo”, asegura.

“El campo te hace ser mejor y más humilde, porque no hay nadie ni nada como la naturaleza. Nosotros no decidimos cuándo llueve ni tampoco el tipo de clima que queremos. Tenemos que escucharla y hacer lo que ella nos indique”, asegura Silvano.

Silvano se sienta en la mesa de la cocina con su esposa. Recuerdan con cariño historias de cuando apenas se conocieron. Mientras toman el atole de galletas María bien caliente, cuentan anécdotas de vivencias extrañas que con el tiempo se han vuelto simpáticas para toda la familia.

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