Sin agua no hay abejas

Ignacio Cruz

Produce 20 toneladas por hectárea de tomatillo verde y ve mucho futuro en el campo mexicano aunque le preocupa el cambio climático y su efecto en las abejas.

Cruz tiene a cargo cinco hectáreas de terreno que producen unas 100 toneladas de tomate manzano al año. (Foto: Duilio Rodríguez).
Martina Spataro
Ciudad de México /

Se extiende una parcela de tomate manzano ante un cerro grande rodeado de milpas. No se alcanza a ver la punta porque está cubierto de nubes en forma de pequeños remolinos.

La tierra está muy húmeda porque apenas llovió ayer. Pasando la iglesia (donde uno puede leer claramente que “está prohibido entrar vestido deshonestamente”) y siguiendo el camino, se llega a una pequeña laguna donde saltan las carpas. “De vez en cuando con mi familia vamos a pescarlas para cocinarlas, le quedan bien sabrosas a mi mujer. Es de mis platillos favoritos, además del mole que hacemos con nuestro tomate manzano,” confiesa Ignacio Cruz.

Desde 1992 este agricultor planta esta variedad de tomate y algo de maíz. Durante una pequeña temporada emigró a la Ciudad de México, donde por dos años trabajó en estacionamientos públicos con sus hermanos. “En el Distrito yo me enfermaba todo el tiempo, con el frío, con el calor y con la contaminación. Regresé al campo, me curé y soy feliz. Esto es lo más bonito que me ha pasado. Para mí el campo son recuerdos de salud”. 

Perfil.

Ignacio Cruz.


“En el Distrito yo me enfermaba todo el tiempo, regresé al campo, me curé y soy feliz”

Ignacio Cruz tiene a cargo cinco hectáreas de terreno que producen unas 100 toneladas de tomate manzano al año. Aunque, como siempre ocurre con los agricultores, hay factores naturales que pueden romper cualquier cálculo. “Lo más difícil fue una vez, a ocho días de la cosecha cuando en las tres hectáreas que tenía cayó una granizada y perdimos todo. Me quedé en cero”. Y hace cálculos de cuánto perdió teniendo en cuenta que invierte cada año entre 50 y 60 mil pesos por hectárea.

Los días inician temprano, cuando el sol apenas se asoma.

“Lo primero es ponernos a las órdenes del jefe; él es el que manda y nos tenemos que poner en sus manos.” Llegado a la parcela inicia un trabajo organizado y metódico. Entre risas y charlas, las recolectoras van en fila una detrás de la otra para que no quede ningún fruto olvidado en el surco. Se hacen dos recolecciones por cada cinco hileras más o menos, una a la mitad y otra al final del terreno, donde de unas cubetas se trasvasan los tomates a unas cestas que pueden llegar a contener hasta 80 kilos. Luego las llevan hasta un área llena de huacales, que acomodan meticulosamente para mandarlos luego directo a Toluca.

En el caso del maíz, la situación es diferente. “El problema más importante es su precio: nos compran el kilo a 3 pesos y un kilo de tortillas se vende a 15 pesos. Para salir con los gastos del maíz tendríamos que poderlo vender como mínimo a 5 pesos para recuperar lo que invertimos,” dice Cruz.

Las abejas dónde están 

 “Nosotros estamos creando nuestras propias enfermedades,” dice al el agricultor quien considera al cambio climático y la contaminación como dos de los problemas más graves para el campo mexicano. “Son la razón por la cual hay menos abejas además de la falta de agua. Sin agua no hay abejas porque ellas sólo trabajan cuando hay humedad en las flores”. Sin embargo, en su terreno sí se escucha un buzz fuertísimo. “Mira cómo revolotean las abejas aquí, porque nadie las molesta y están contentas. Mucha gente cuando ve un panal lo quita pero nosotros siempre los dejamos, incluso, a veces, para llamarlas rociamos nuestras plantas con agua y azúcar, o con unas cinco Coca-Colas”.

“Para tener suerte en el campo hay que ser trabajador y disciplinado”
Ignacio Cruz AGRICULTOR

Además de consentir a las abejas para que continúen con su vital tarea de garantizar la polinización y con ella una mejor calidad de sus tomates, también tiene el mandato de protegerlas. En el mercado hay mucha oferta de agroquímicos para aumentar y mejorar las cosechas pero hay que saber cuáles son inocuos a estos insectos. “Con tanta química, hay que saber usarlos para no infectar al campo y comprar los que son amigables con las abejas”, explica Ignacio.

En sus plantíos de Ixtlahuaca, donde abundan los árboles de duraznos y ciruelas, brillan por todos lados flores azules, amarillas y púrpuras. “Casi todo los productores nos compartimos el conocimiento y la preocupación por el campo. Para tener suerte en el campo hay que ser trabajador y disciplinado”.