Otra de las leyendas de Tamaulipas relata la historia de un maestro que falleció hace años pero han visto a su fantasma regando el huerto que él emprendió en la escuela donde llegó a dar clases en el municipio fronterizo de Díaz Ordaz.
Sucedió hace muchos años, cuenta doña Silvia, allá por los rumbos del municipio de Díaz Ordaz, que una tarde llegó al rancho “Los Laureles” un joven maestro para dar clases a las niñas y niños de primaria.
El maestro a base de su trabajo y dedicación con los niños y niñas se ganó el aprecio de la población y los pequeños asistían con gusto a sus clases.
Al correr del tiempo, el maestro decidió implementar un huerto atrás de la escuelita y ahí empezó, junto a sus alumnos, a sembrar semillas frutales, con paciencia les enseñó todo el proceso.
Al paso de los años el maestro decidió echar raíces y se quedó en el poblado, viendo cómo crecían los árboles y los frutos en el patio trasero de la escuela desde naranjas hasta guayabas y mandarinas.
Ahí las niñas y niños no solo aprendían el valor del trabajo en equipo, sino el cuidado que se le debe dar a la naturaleza que provee todo y además saboreaban los frutos.
Una tarde de invierno falleció
El maestro siguió ejerciendo su profesión con amor, los niños y niñas que él había tenido como alumno emigraron a otras ciudades a continuar sus estudios, muchos se convirtieron en profesionales, otros siguieron sus pasos como maestros.
Y así continúo hasta que en una tarde de invierno falleció. La gente del rancho entristeció por el gran cariño que se había ganado el maestro “Panchito” y ahí lo enterraron.
Con el paso de los años, la escuela fue abandonada, se transformó, llegó otra infraestructura, otros maestros que empezaron a dar las clases.
Años después uno de sus alumnos regresó a visitar a sus parientes que aún vivían en el lugar, era Juan, uno de sus alumnos ya convertido en todo un profesionista.
Al llegar vio a lo lejos al maestro “Panchito” y se acercó a saludarlo.
-¡Hola maestro!, ¿Qué tal, cómo ha estado?, preguntó.
-Bien hijito y tú ¿Qué tal?, dijo el maestro bonachón.
-Maestro ya soy licenciado dijo Juan con orgullo.
-Qué bien hijo aprovechaste el tiempo, dijo el profesor.
-Le tomé cariño al estudio gracias a usted, respondió Juanito. Oiga maestro como que le hace falta una manita a la escuela.
-Sí, le hace falta, aunque los frutos siguen estando de rechupete, dijo mientras caminaba para regar el huerto que habían sembrado hace muchos años.
Por lo que tras ese breve intercambio de palabras, saludos y abrazos se despidieron y el joven siguió su camino hasta llegar a la casa de sus tíos, donde él había pasado parte de su infancia cuando asistía a la escuela del maestro “Panchito”.
“Estaba regando el huerto”
En la casa se pusieron contentos de ver al joven, después de tantos años de ausencia y le dijeron: ¿ya viste el pueblo? ya está muy cambiado.
Sí, respondió, mientras afirmaba con la cabeza, “incluso me acabo de encontrar al maestro “Panchito”, la parcela está muy bonita, pero la escuela está muy abandonada”.
Se hizo un silencio en la sala de la casa a lo que su tío preguntó: ¿cómo, no sabes?, el maestro “Panchito” falleció.
Con asombro dijo, si me lo acabo de encontrar, mañana lo voy a ir a ver, a lo que el tío dijo: ¡oye mijo no puede ser posible que lo hayas visto!
“Si te estoy diciendo que me lo acabo de encontrar, lo saludé, lo abracé y platicamos”, a lo que su tía dijo: “Es cierto mijo el maestro falleció, la escuela ya no funciona como tal, ya tenemos una nueva con muchos maestros”.
¡No lo puedo! creer dijo el joven, ¿por qué no vamos a la escuela a verlo estaba regando el huerto?
Por lo que acompañado de sus familiares, fueron al lugar, el maestro no apareció por ningún lado, lo que sí notaron era que el huerto estaba limpio y húmedo, como si alguien lo acabara de regar.
Verdad o mentira, la historia se cuenta de padres a hijos, hay una historia similar por Reynosa, ambas forman parte de las leyendas de Tamaulipas.