Sabemos que cuando estás en la playa, y decides meterte al mar por un chapuzón y comienzas a alejarte de la orilla, un pensamiento podría comenzar a apoderarse de tu mente: ¿Qué hay debajo de mí? ¿Podría, por ejemplo, un tiburón, llegar hasta aquí, tomar mis piernas entre sus afilados dientes y sumergirme para devorarme? Pues quizá, la historia de esta mujer pueda cambiar tu perspectiva de lo que hasta ahora has considerado animales completamente salvajes y peligrosos.
Su nombre es Cristina Zenato, conservacionista y buceadora profesional que ha pasado cerca de 25 años de su vida nadando con tiburones, estudiándolos, ayudando a cineastas y fotógrafos a llegar hasta ellos, pero sobre todo, ayudándolos a preservar su salud.
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Es conocida también como La Encantadora de tiburones o La Dentista de Tiburones, porque parte de su importante labor, es liberar a estos grandes peces de los estragos de la actividad pesquera humano y de los anzuelos que muchas veces quedan atorados en sus grandes hocicos, lastimándolos profundamente.
Para hacerlo ella no le teme a nada y, con la mente fija en su misión, es capaz de introducir la mano en sus hocicos para desengancharlos y poder liberarlos del tormento.
Todo inició con un tiburón hembra. Al verla sufriendo, Cristina se puso el propósito de ayudarla y fue la primera vez que introdujo su mano dentro del hocico de una de estas criaturas. La recompensa fue enorme, pues la tiburón se acercó a ella y permitió que la acariciara, mostrando agradecimiento, desde entonces se volvieron grandes amigas, y ese, fue el momento determinante que disparó su obsesión por quitarles los anzuelos, pues es un problema común.
Para protegerse de alguna situación de peligro, en la que un tiburón pudiera morderla, utiliza un traje especial de cadenas, simplemente por precaución.
Sin embargo, aseguró Cristina a The Dodo, su misión es quitar el estigma que los seres humanos tienen sobre los tiburones, y demostrar que son criaturas dóciles, ambles y que disfrutan del contacto humano siempre que este no represente un peligro para ellos.
A lo largo de su vida, desde que lo dejó todo para mudarse a las Bahamas para dedicarse cien por ciento a los tiburones, ha hecho bastantes amigos en la zona en la que trabaja, y cuando los tiburones la ven sumergirse, inmediatamente se acercan por comida, y por una caricia, y nadan junto a ella sin que ninguno se sienta en peligro.
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