Antes de la llegada de los smartphones, cuando uno de los métodos principales de investigación era ‘Mi Primera Encarta’, era muy común que las personas asistieran al ‘cibercafé’ a realizar sus tareas o enviar e imprimir documentos, e incluso solamente jugar y checar redes sociales.
Aunque esta práctica ya se encuentra un poco desactualizada, estos lugares regalaron anécdotas inolvidables a más de una persona. Tal es el caso de la creadora de contenido Lupita Villalobos, quién contó una simpática anécdota en torno a estos establecimientos.
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Villalobos comienza a narrar que cuando era pequeña ella vio que la casa del vecino se encontraba abierta con dos computadoras, por lo que creyó que se trataba de un cibercafé:
“En la secundaria o algo así estaba un vecino que siempre tenía la puerta abierta. Entonces yo cuando me quedaba con mi abuelita y tenía que hacer tarea, yo me iba con el vecino. De que un vato que me asomaba y siempre estaba en la computadora. Eran dos computadoras, un vato así (comienza a hacer señas cómo si estuviera tecleando) en la compu y otra compu”
E incluso, después de entrar, la chica le dejaba sus respectivos 10 pesos porque era lo que se cobraba en esa época por la hora del internet
“Y yo entraba, estaba abierto y yo de que: “Hola”. Antes la hora estaba a 10 pesos, lo del internet, y ya terminaba, hacía la tarea y todo y “Listo, aquí está”. Así estuve por meses y no era cibercafé. Era una casa de un vecino”
Fue una vecina que, extrañada por el comportamiento de la niña, se acercó a su abuela a preguntarle la razón de que su nieta entrara todas las tardes a la casa de un vecino pues alrededor de la zona no existía ningún establecimiento de renta de computadoras
"Hasta que un día, le dice una señora a mi abuela “Oye doña Keta, no’ más para decirle, ¿por qué su nieta se mete tanto a la casa del Rubén?” y mi abuela “¿cómo a la casa del Rubén?” “Si va las tardes a la casa del Rubén y veo que se sienta y todo, ya ve que ese muchacho es medio raro y mi abue Keta “no, mi nieta sale y se va al ciber. Ella va al ciber”“No es que por aquí no hay ciber”
La abuela regañó a la menor, a pesar de que ella no sabía que no existía un establecimiento de ese tipo
“A ver ven para acá, “¿Cómo que vas a la casa de un Rubén? ¿Qué no ibas al ciber?” y yo “pues es el ciber”, “no” me dice y yo “pues ¿cómo?” “Ahí no es ciber” pues es que le pagaba. Es que le morro no me decía nada; pues es que es mudo me dice. El vato no hablaba."
Incluso ella confiesa que a veces la familia se encontraba haciendo sus quehaceres daño mientras ocupaba la computadora “Había veces que me tocaba hacer la tarea y su familia comiendo”. La creadora afirma que su familia creía que ella y Rubén eran amigos.
Al final de la historia, su abuela decidió hablar con los dueños de la casa para disculparse y aunque Rubén la saludaba tiempo después, ella decidió no volver a ir a la casa
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APA