Niños cazadores de gatos, una antigua y polémica tradición africana

Antes solo se cazaban gatos callejeros, pero ahora los pequeños cazadores también buscan animales de compañía.

Este extraño pasatiempo entretiene a los niños dentro del duro contexto en el que viven. (AFP)
AFP
Tombuctú /

Cuando cae la noche en Tombuctú, en el norte de MalíKadi Ben Wahab, de 15 años, y sus amigos recorren las calles como una banda de cazadores para atrapar, despellejar y comer gatos. Después, lanzan las pieles sobre los cables eléctricos tendidos sobre los callejones.

"A este lo maté hace unos días", cuenta Kadi, apuntando a una piel de gato colgada en uno de los cables. Los menores a su lado tienen entre seis y 12 años. Fuera de sus escapadas nocturnas, llevan una vida normal: van a la escuela durante el día y cenan con sus familias por la noche.

Pero después, suelen escaparse para cazar gatos, siempre en barrios distintos de los suyos. Su arma predilecta es una trampa de madera con un trozo de carne de cordero pestilente como carnada.

Pero también usan antorchas para cazar y matan a sus presas con garrotes. Los más avispados tienen incluso perros amaestrados.


Una vez que capturan al gato, lo matan y despellejan. Los niños se anudan la piel en la cintura y van de casa en casa bailando y cantando. Los adultos, entre divertidos y perplejos, les prestan utensilios de cocina para que cocinen a su presa.

Este polémico pasatiempo entretiene a los niños dentro del duro contexto en el que viven. Malí es uno de los países más pobres del mundo. Tombuctú, una ciudad situada en la entrada al desierto del Sáhara, a poca distancia del río Níger, se sitúa en el norte del país, enlutado por la violencia yihadista desde hace nueve años.

El mejor cazador

Ninguno de los habitantes de Tombuctú pudo detallar el origen de esta peculiar tradición, que parece más antigua que la memoria de los más ancianos del lugar.

El poeta local Sane Chirfi recuerda, remontándose en el tiempo, que cuando octogenario de su familia murió, en su casa ya se encontró una vieja trampa para gatos. "Está claro que data de hace mucho, mucho tiempo", comentó. 


"Es imposible encontrar a alguien en el pueblo que no haya cazado gatos siendo niño", agrega otro conocido intelectual de Tombuctú, Salem Uld El Hadj, admitiendo que él mismo comió gatos "como cualquier otro habitante de Tombuctú" cuando era un muchacho.

Sin embargo, Chirfi lamenta que se hayan perdido aspectos de la tradición. Antes solo se cazaban gatos callejeros, ahora los cazadores buscan también animales de compañía.

Abdoulaye Sow, de unos 20 años y vecino del mismo barrio que Kadi, dijo que su gato Pipo fue cazado por niños hace dos meses. "Era un animal fuerte, seguro les costó matarlo", asegura.

Pero "así son las cosas", dice, encogiéndose de hombros, sin aparentes resentimientos, antes de agregar también los chicos de su barrio cazan los gatos de otras personas en otros lugares de la ciudad.

Efectivamente, basta mirar hacia arriba y ver una docena de pieles de gato secas que la banda de Kadi ha colgado en el tendido eléctrico las últimas semanas. "Él es el mejor cazador", afirma Sow.

yh

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