Por un momento, una sensación de "paranoia" (como ella misma la describió) se apoderó de Montserrat Romero-Rocha durante el tercer día de su viaje por China: en su primer intento por probar el hotpot chino, la estadounidense no estaba segura de que los ingredientes de su platillo estuvieran bien cocidos.
Pero su duda no tardó en disiparse gracias a los ingredientes exóticos y humeantes dispuestos en un gran plato fuente giratorio, sobre todo después de la larga caminata matutina por la enorme Ciudad Prohibida. "Bueno. Creo que me fue bien", anotó la estudiante del 12º grado de bachillerato, oriunda del estado de Washington, en una nota diaria en su teléfono celular.
Durante su viaje de 11 días junto a otros 23 estudiantes de los institutos Lincoln y Steilacoom de Washington, este es uno de los innumerables encuentros interculturales en los que pintarán abanicos de bambú con tinta china, de la mano de compañeros chinos; aprenderán algunas danzas del dragón; o visitarán la Iglesia de San José, también conocida como Iglesia de Wangfujing o Catedral del Este (Dong Tang en chino), uno de los recintos católicos más antiguos de Beijing.
Todos ellos viajaron por invitación del presidente chino Xi Jinping. Durante la Fiesta de la Primavera, en febrero, alumnos y profesores de Lincoln enviaron una tarjeta de Año Nuevo a Xi, a su esposa, Peng Liyuan, y al pueblo chino, y recibieron la respuesta de la pareja, en la que los invitaban a visitar China con más frecuencia.
El viaje, que recorre China de norte a sur y concluye este miércoles, forma parte de un programa de intercambio y estudio: en noviembre pasado, durante una visita a Estados Unidos, Xi anunció que China invitaría a 50,000 jóvenes estadounidenses en el transcurso de los cinco años siguientes.
"¡Fuimos a la Ciudad Prohibida! Era muy grande y había que caminar mucho", escribió Montserrat. En los últimos años, el complejo del palacio imperial ha experimentado un auge de visitantes ataviados con trajes tradicionales chinos (en especial con traje de emperador y de concubina), quienes posan para tomarse fotos frente a los antiguos azulejos dorados y las paredes rojas. Montserrat tomó muchas fotos de las "chicas lindas y ataviadas" con quienes se topaba.
Ella misma tuvo la tentación de comprar uno de esos atuendos tradicionales chinos, conocidos como hanfu.
La delegación de Washington, ataviada con uniformes de taichí, también subió a la montaña Wudang, santuario de este arte marcial taoísta, en la provincia central de Hubei. Allí, Montserrat aprendió rezos en un templo construido hace cientos de años, compró espadas de madera a un vendedor, presenció muestras de taichí y se unió a los maestros para practicarlo, que resultó ser el episodio más impactante de su viaje.
"La manera en que saltaban, daban volteretas y utilizaban las armas era muy sincronizada. Me asombró. ¡Me asombró muchísimo!", escribió.
Muchos de los discípulos son aficionados al kung-fu chino y admiradores de estrellas del cine de artes marciales como Bruce Lee, Jackie Chan y Donnie Yen, y han deseado aprender taichí durante largo tiempo. Aunque este arte marcial se caracteriza por movimientos lentos y suaves, a Montserrat le pareció mucho más difícil de lo que parecía, pues exige una gran fuerza central y provoca que las piernas te "ardan".
"Esta era la parte del viaje que más me ilusionaba, pues se veía genial", escribió, aunque todos acabaron "mugrosos y bañados en sudor" después de una subir por las interminables escaleras que, según ella, eran la muerte.
Pero el viaje tiene un significado más personal para Montserrat. Las estanterías de su casa están tapizadas de hermosos libros de poemas chinos que le había traído su hermana mayor, quien visitó China en 2016, y desde entonces no ha dejado de contarle leyendas chinas.
En 2016, Abranna Romero-Rocha fue una de los cien estudiantes que tuvieron la oportunidad de visitar China, también por invitación de Xi.
Durante su primera visita oficial a Estados Unidos como presidente chino en 2015, Xi visitó el instituto Lincoln. Muchos estudiantes quedaron profundamente impresionados por el carisma de Xi, quien, con el cuello abierto y sin corbata, les entregó regalos (entre ellos libros sobre China), una mesa de ping-pong y su invitación personal para que viajaran al país.
"Si van a China, la conocerán mejor; espero que les guste", dijo, y recibió de los estudiantes un balón de futbol americano y una camiseta personalizada con su nombre y el número uno en la espalda.
Al año siguiente, los estudiantes recorrieron Hong Kong, Fuzhou, Chengdu, Beijing y otros lugares. Para muchos de ellos, era la primera vez en su vida que viajaban en avión.
"En mis estanterías aún reposan hermosos libros de poemas chinos. Los efectos de aquel viaje han llegado hasta mí. Su historia también despierta en mí nostalgia y esperanza", declaró Montserrat.
Lynn Eisenhauer, coordinadora artística de Lincoln, quien ha visitado China con alumnos en cuatro ocasiones y atestiguado la cordialidad de todos los encuentros y las correspondencias, afirmó que los intercambios ayudan a que los estudiantes se "den cuenta de que en verdad tenemos muchas cosas que nos unen".
Al día siguiente de su visita a la Ciudad Prohibida, Montserrat fue a la Universidad de Beijing, donde estudiantes estadounidenses jugaron al tenis de mesa con la campeona olímpica, Ding Ning.
Tras conocer en la escuela la historia de la diplomacia del ping-pong, Montserrat señaló que "la nueva generación ha recibido la estafeta y preservado esa conexión entre Estados Unidos y China. Es un verdadero honor hacerlo".