Hoy te queremos contar sobre una mujer lagunera que es una inspiración, tanto para la población como para todas aquellas niñas que puedan escuchar su historia. Beatriz González de Montemayor fue una ciudadana ejemplar, que con su constancia y ayuda de sus familiares pudo lograr muchísimo en el siglo XX. ¡Te invitamos a saber de ella!
Beatriz nace el 4 de mayo de 1925 y fue la segunda hija de Fernando González Fariño y Beatriz Navarro de González. Tuvo la oportunidad de estudiar la preparatoria en San Antonio, Texas, para estudiar en el colegio Our Lady Of The Lake por cuatro años.
Ya que su padre era dueño de una avioneta, desde muy chica Beatriz se le enseñó a pilotear. Después recibió clases para conocer lo teórico y práctico, lo que la ayudó a ser la segunda mujer piloto en el país que recibió licencia para conducir una avioneta, con lo que pudo hacer viajes regionales y uno que parece ser llegó hasta Monterrey, Nuevo León.
En 1945 se casa con Antonio Agustín Montemayor, naciendo de ese matrimonio su única hija: Beatriz.
En la década de los 50, inician uno de sus hermanos y ella una negociación de instrumentos musicales Gonher, pero al cambiarse de residencia a Monterrey, se tuvo que desintegrar el acuerdo y permanece en esa ciudad por alrededor de siete años, para después regresar a sus tierras.
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SUS LOGROS
- El 22 de noviembre de 1976 se inaugura el Museo Regional de La Laguna y es nombrada como directora.
- Fue enviada al Instituto Nacional de Antropología, donde tomó un diplomado en museografía participando en el montaje del Museo del Palacio de Cortés en Cuernavaca.
- El 20 de noviembre de 1987 se inaugura el Centro Cultural Pablo C. Moreno, siendo directora. También creo la Sección de Astronomía junto con don Joaquín Sánchez Matamoros.
- En septiembre de 1991, fue galardonada como Ciudadana Distinguida, al cumplirse el 84 aniversario de Torreón con el premio “Magdalena Mondragón”.
- Para el 12 de diciembre se abre el Archivo Municipal y Centro Histórico “Eduardo Guerra” y es nombrada directora, cargo que ocupó hasta antes de su muerte, destacando en el rescato y organización de documentos, desde la década de los veinte y en los últimos años de las actas de cabildo.