Hacer algo que ayudara a los demás, especialmente a niños y jóvenes, fue lo que inspiró a Itzar Anaís Elizalde Rodríguez a dedicarse a la docencia en la especialidad de la Educación Especial, trabajo que funge como maestra de la Unidad de Servicios de Apoyo para la Educación Regular (USAER), ayudando a chicos de secundaria a mejorar académica y personalmente.
Su amor a los chicos y verlos crecer poco a poco hasta convertirse en jóvenes con más conocimientos es algo que le satisface, más allá de las complicaciones a las que se puede enfrentar. “Siempre he querido hacer de mi vida algo que pueda estar al servicio de los demás. Inicialmente yo quería estudiar Fisioterapia, pero no se pudo, y por cuestiones de la vida se me presentó esta carrera, y a pesar de que me tuve que cambiar de ciudad para estudiarla, lo hice”.
Egresó de la carrera en Educación Especial de la Benemérita y Centenaria Escuela Normal de Durango, donde conforme fue conociendo esta licenciatura no hubo nada más que amor y vocación por ayudar a crecer a los niños y adolescentes que necesitaran del apoyo que ella como docente puede brindar. No obstante, considera que esta profesión no es sencilla, no necesariamente por los chicos, sino porque no existe una conciencia a favor de la inclusión.
“Esta área es un reto general, porque nosotros no solo nos dedicamos a ayudar a una persona con discapacidad o alguna otra condición de vida, ya sea autismo o Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), entre otros, sino que estar con los papás y maestros de regular también es complicado, porque se niegan o temen a la inclusión, ya que implica un poco de más trabajo”, declara.
Durante los cinco años que lleva ejerciendo ante la Secretaría de Educación Pública, una de las satisfacciones más grandes con las que se ha encontrado es el hecho de ver desarrollarse académicamente a sus alumnos, ya que siendo maestra de apoyo en el área de secundaria, le han tocado casos complicados, por lo que su avance es un gran gusto para Itzar Anaís.
“Me llegan chicos a primero de secundaria sin leer ni escribir, aunque parezca impensable. Así que ver que llegan a tercero con estas habilidades desarrolladas, siendo autónomos y haciendo cosas tan cotidianas para personas sin discapacidades intelectuales o neurotípicas, como ir solos a la tienda y comprar algo, tener amigos, que se desenvuelvan, es un logro enorme. Verlos graduarse es decir: ¡Ese es mi chico!”, comenta.
Conocer esta profesión
Para aquellos jóvenes que se inspiran en ayudar a los demás y buscan desarrollarse en esta área, les aconsejan que no se detengan, pues si bien hay muchas personas que los harán sentir que no vale la pena, que hay personas que creen que un chico con una discapacidad no pueden salir adelante y se toparán a veces con más bajas que altas en este camino, lo que dicen no es real.
“Cada trabajo que se hace en el aula de apoyo, cada juego que se hacen con los chicos, cada dinámica, vale cada segundo que le dedicamos, porque cambiarles la vida no será de un día para otro, que sean independientes, autónomos y ser alguien en la vida, es totalmente difícil, pero no imposible”.
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Invita a las personas que quieran dedicarse a este rubro o a aquellas que dudan del trabajo de estos educadores, a que lo conozcan, donde hay diversas áreas como los Centro de Atención Múltiple (CAM) y quienes se encuentran en las escuelas regulares y les dan apoyo y servicio a personas con discapacidades inscritas en estas instituciones.
“Si se tuvo una mala experiencia con alguno, no duden en buscar otro docente. A veces por diversas cuestiones no se da esa conexión maestro-alumno, pero habemos muchos dispuestos a trabajar con los chicos, hacer hasta lo imposible para que ellos salgan adelante y ayudarlos a ser autónomos”, concluye Elizalde Rodríguez.