María Luisa Souza González a lo largo de su vida ha dado ejemplo de que, si se quiere lograr un objetivo, nada puede detenerte de alcanzarlo, pues se encuentra en la recta final para titularse como Maestra en Ciencias del Matrimonio y la Familia, maestría proporcionada por la Universidad Anáhuac y el Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II.
María Luisa es licenciada en Educación Primaria de la Escuela Nacional de Maestros en Ciudad de México, egresados en 1956, licenciatura con la que formó distintos niños a lo largo de sus más de 30 años ejerciendo su carrera. Sin embargo para ella, la capacitación y formación continua, tanto en lo académico como en lo humano es de suma importancia en su vida.
“Uno hizo el juramento en la Normal de no estancarse, porque al estancarse el agua se pudre”, menciona entre risas, pues desde siempre le ha gustado mantenerse en constante conocimiento y movimiento, por lo que además de su licenciatura hizo dos certificados antes de la maestría: Diseño de Cursos y Material Didáctico e Impartición de Cursos, aplicando sus conocimientos en la Asociación Nacional Pro superación Personal (ANSPAC), donde imparte cursos.
Da con esta maestría debido a una invitación por parte de una persona querida, “fue una sorpresa porque obviamente con el sueldo de maestra pues no me alcanzaba para pagar una maestría en una universidad como lo es Anáhuac. Ya estaba todo resuelto, ¿y cómo te niegas? No te puedes negar”.
Considera esta oportunidad como una bendición y agradece encarecidamente a la persona que le invitó a cursarla, por las becas y las personas que apoyaron en su transporte, pues no manejaba hasta el Colegio Cumbres, una extensión de la Universidad Anáhuac Monterrey. Comenta fue un grupo grande, siendo al inicio 30 alumnos y a punto de concluir 24.
Le parece que se encontró con un grupo muy heterogéneo, donde había personas de todas las edades. Ella era la mayor con 80 años entrando a la maestría y el menor tenía aproximadamente 21 años cuando entró. “Fue maravillosa la convivencia con ellos, aprendimos todos de todos”.
Uno de los retos más grandes que se presentó al hacer la maestría fue que en un inicio fue presencial, pero llegando la pandemia se tuvo que cambiar a modalidad en línea. “Fue muy fuerte la maestría porque tuvimos que aprender la tecnología virtual tanto alumnos como los maestros y la institución”. Piensa que fue duro darse cuenta que se encontraba con una generación llena de adversidades, pero siente que esto les dio templanza y fuerza.
Debido al tema de la pandemia, su titulación y servicio se encontraban en el limbo, pero ya que las cosas han mejorado, espera que próximamente pueda aplicar lo aprendido en la asociación en la que hace su apostolado, para así poder concluir completamente con esta etapa de su vida, lo cual le llena de emoción inspirar a más de 1500 mujeres, cada una con sus familias.
María Luisa está próxima a cumplir 84 años, pero para ella, en realidad no se siente. Al contrario, conforme pasan los años, siente mayor vitalidad y ganas de seguir viviendo día con día. “Los años es una cosa cronológica, el espíritu no envejece y tus capacidades deben ir superándose día a día”.
Como consejo para los jóvenes, María Luisa pide que no se rindan nunca, que se tiene mucha vida para poder lograr los objetivos que se tengan en mente. “¿Vas a tener que luchar? Sí. ¿Vas a tener que esforzarte? Sí. ¿Vas a tener que implantar muchas cosas? Sí. ¿Te vas a cansar? Sí, pero es preferible desgastarse que oxidarse”.
Espera que su ejemplo pueda ser un testimonio tanto para chicos como para grandes de que todo se puede, no existen obstáculos y buscar tener metas definidas para así forjar un camino para llegar a ser lo que siempre han querido ser. Busca inspirar también a todo aquel que creyó era muy grande para hacer crecer académicamente y vean que sí se puede si es lo que se quiere.