Conforme han pasado los años, los problemas de salud mental entre los jóvenes han ido en aumento, y con la llegada de la pandemia, éstos se han agudizado. La poca gestión de emociones ha causado que en muchos jóvenes exista agresividad hacia los otros, atentando contra la integridad propia y de terceros.
La Sociedad Española de Medicina Interna define a la agresividad como un estado emocional que consiste en sentimientos de odio y deseos de dañar a otra persona, animal u objeto, pretender herir física y o psicológicamente a alguien. Es importante vigilarla, ya que esta puede terminar convirtiéndose en actos violentos hacia la persona o a terceros.
Edgardo Ernesto Casillas Ontiveros, psicólogo clínico y docente de licenciatura y posgrado en la Universidad Autónoma de La Laguna, menciona que en la rama en la que se especializa se observa la conducta del ser humano, por lo que se pueden detectar conductas fuera de lo normal con riesgo de convertirse en signos patológicos.
Cosas que se pueden observar en algún miembro de la familia como indicadores para detectar conductas que transgreden ciertas reglas e intentas utilizar estrategias violentas o amenazantes hacia la paz pública son los antecedentes de la persona. “Si vivió una experiencia de violencia, ya sea como víctima o testigo de ella, por más de seis meses es un indicador que explica el uso de la agresión en cualquiera de sus manifestaciones”, menciona.
Sin embargo, asegura no es el único elemento, ya que hay diversas combinaciones en la personalidad que lo ponen en riesgo. La carencia o inexistencia del control de impulsos y la falta de desarrollo de conciencia moral, refiriéndose los valores, la cual declara es lo más riesgoso, aunado con ambientes violentos, son elementos que señala que los jóvenes pueden generar una conducta agresiva sin culpabilidad.
“Entonces: no tienen conciencia moral, no tienen control de impulsos, vienen de familias desintegradas. Estas condiciones hacen más fácil pegar que aguantarme”. Comenta que entre los trastornos que pudiera tener el adolescente que tiene este problema, se encuentra el Trastorno Disocial o el Trastorno Negativista Desafiante.
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Edgardo Ernesto hace énfasis en que las condiciones mencionadas anteriormente son precursores de alteraciones graves de la personalidad, como la psicopatía o Trastorno Antisocial de la Personalidad, las cuales se generan debido a que el adolescente no se consolidó conductas socialmente aceptadas.