Poemas de amor y desamor para leer con tu pareja

Con perfume de gardenias

María Elizabeth Nuño

Poemas de amor (Shutterstock)
María Elizabeth Nuño
Guadalajara /

Febrero, mes del amor, y el marketing de San Valentín comienza a hacer de las suyas, impulsando el deseo de enamorarnos y ensanchando las ilusiones. Quizá eres una persona que aún está buscando enamorarse del indicado, o tal vez ya compartas tu vida junto a una persona especial. Sea que tengas pareja o no, el amor lo podemos experimentar en cualquier momento y lugar, y por ello quise poner mi blog a tono. Para ambientarnos en el lenguaje del amor a través de la poesía, hoy te comparto 9 poemas de amor y desamor para leer con tu pareja (o con quien tú quieras).

Amor

Tal vez amar es aprender a caminar por este mundo. Octavio Paz

No creo que debamos buscar definiciones para el amor, lo que sí es que cuando aprendemos a amar, no hay nada en el mundo que se le compare. A continuación te comparto 4 poemas de amor que me encantan.


Rosario Castellanos “Ajedrez”

Porque éramos amigos y a ratos, nos amábamos;

quizá para añadir otro interés

a los muchos que ya nos obligaban

decidimos jugar juegos de inteligencia.

Pusimos un tablero enfrente

equitativo en piezas, en valores,

en posibilidad de movimientos.

Aprendimos las reglas, les juramos respeto

y empezó la partida.

Henos aquí hace un siglo, sentados,

meditando encarnizadamente

como dar el zarpazo último que aniquile

de modo inapelable y, para siempre, al otro.

Rosario Castellanos


Juan Gelman “Poco se sabe”

Yo no sabía que

no tenerte podía ser dulce como

nombrarte para que vengas aunque

no vengas y no haya sino

tu ausencia tan

dura como el golpe que

me di en la cara pensando en vos.

Juan Gelman


Hugo Gutiérrez Vega “Un cuerpo como una isla”

Por las arduas colinas de tu cuerpo

van mis ojos desnudos contemplando

los tersos panoramas, precipicios

y el bosque primordial que mi deseo

exalta en la constante ceremonia

de mirarte, llamarte desde el fondo del ser,

de contemplarte como se ven los campos en otoño

o las vertiginosas catedrales erguidas en la niebla

y entrevistas en la región sin nombre de la aurora.

Eres como una isla, te rodeo

y me ajusto a tus formas.

Me impide hacerles modificaciones

El antiguo temor de hacerte daño.

Por eso me mantengo en tus orillas

y tierra adentro sólo van mis ojos.

Hugo Gutiérrez Vega


Dolores Castro “Siete poemas #2”

Amo, vida, la fuerza cotidiana

en tu raigambre, fruto de ceniza,

y la sed desprendida de la lucha

que has vencido,

al vibrar como fuego en un instante.

Te amaré como agujas de mis huesos

cuando rompan

esta dulce prisión de fuego y carne

y te amaré en la mano que retuvo

la ceniza caliente de otra sangre,

y en lo que fue constante afirmación

de nuestra estancia.

Amo la estancia que será ceniza

pero ocupó su ritmo en el espacio

y acarició la tierra con su paso.

Amo el paso en la tierra:

vértigo que amanece en cada nueva

sensación de tu presencia.

Con los ojos abiertos a tus ansias,

con las venas abiertas a tu savia

que resbale en la hiedra derretida,

te cantaré en el polvo

desde el olvido de mi antigua forma:

en la última fibra de los tallos

en la altura de un árbol, construida

por dolorosa herida de sus vetas.

Dolores Castro


Desamor

En el último día del mundo dirás su nombre, simple y perfecto como ese instante que la trajo a tu lado. José Emilio Pacheco

Tristemente sabemos que a veces el tamaño de nuestras ilusiones no concuerdan con la realidad y el amor herido, maltratado, desgastado, da pie al desamor. Si quieres leer algunos poemas para apachurrarte el corazón, te comparto 5 poemas de desamor.


Piedad Bonnett “Canción”

Nunca fue tan hermosa la mentira

como en tu boca, en medio

de pequeñas verdades banales

que eran todo

tu mundo que yo amaba,

mentira desprendida

sin afanes, cayendo

como lluvia

sobre la oscura tierra desolada.

Nunca tan dulce fue la mentirosa

palabra enamorada apenas dicha,

ni tan altos los sueños

ni tan fiero

el fuego esplendoroso que sembrara.

Nunca, tampoco,

tanto dolor se amotinó de golpe,

ni tan herida estuvo la esperanza.

Piedad Bonnett


José Emilio Pacheco “Memoria”

No tomes muy en serio

lo que te dice la memoria.

A lo mejor no hubo esa tarde.

Quizá todo fue autoengaño.

La gran pasión

sólo existió en tu deseo.

Quién te dice que no te está contando ficciones

para alargar la prórroga del fin

y sugerir que todo esto

tuvo al menos algún sentido.

José Emilio Pacheco


Luis García Montero “Una leyenda”

Será que los amantes se separan

como el agua que tiembla en los últimos árboles

para guardar memoria de la lluvia.

Será que no se pierden, que no se van del todo,

que murmuran los nombres y defienden

una buscada lentitud

y cultivan recuerdos con los ojos cerrados.

Será que los amantes se prohíben

aquello que jamás olvidarán,

la sombra que se queda entre los labios

como queda la ropa a los pies de la cama.

Te llamas Bogotá.

Desde este amanecer te llamas Bogotá.

Será que los amantes se despiden

después de haber fundado

la piel de una ciudad, una leyenda.

Luis García Montero


Jorge Galán “El jardín de entonces”

¿Cómo podré saber aquello que he olvidado

si es que ya lo he olvidado?

¿Cómo podré ir una y otra vez a esos labios

que ya no pueden ser labios para mí

y tocar ese rostro que apenas con un ademán desaparece?

¿Cómo podré cantar a lado de la cuna esa canción de cuna

que alguien que ya es desconocido ha cantado una vez,

un día, alguna noche, cuando cada palabra

de esa canción ya no persisten?

¿Cómo podré saber que existe un nombre

que no podré volver a pronunciar

y que debiera sentir un poco de dolor –solo un poco-cursiva

por no volver a pronunciarlo? ¿Qué magia extraña es esa?

¿Qué gesto incomprensible me hechiza en ese olvido?

Y puedo suponer que en algún sitio debe haber un jardín

y en el jardín una pequeña fuente con nenúfares bellos

como monedas únicas de plata,

y, rodeando la fuente, algunas tibias bancas de cemento

y bajo ellas, los macizos de diminutas flores

como asombrosas manos que salen de la tierra,

y más allá, no mucho más allá,

algunos árboles, no sé si pinos o si abetos, que se elevan esbeltos

y sus ramas larguísimas pareciera que bailan, no oscilan, solo bailan,

y los siglos en ellas son diminutos pájaros de plumaje amarillo

que a veces se confunden con las gotas de ámbar

que el viento ha cincelado hasta darles la forma de unas pequeñas aves.

Y supongo, además, que en el jardín que hablo

alguna vez un niño caminó por la hierba,

luego mojó sus manos en el agua aún tibia, y vio,

maravillado, el baile de los árboles hasta quedar dormido,

en la hierba otra vez, dulcemente hechizado, y descubrió en las ramas

esos pájaros breves que sabían hablar en su propio lenguaje.

¿Qué historia del principio le narraron entonces?

Solo supongo el hecho. No hay más. No hay más memorias.

Me queda la certeza o el anhelo terrible de que fuimos felices

un instante, algún día.

¿Cómo podré saber de aquello que he olvidado?

¿Detrás de cuáles muros se halla el jardín de entonces?

Jorge Galán


Gabriela Mistral “La abandonada”

Ahora voy a aprenderme

el país de la acedía,

y a desaprender tu amor

que era la sola lengua mía,

como río que olvidase

lecho, corriente y orillas.

¿Por qué trajiste tesoros

si el olvido no acarrearías?

Todo me sobra y yo me sobro

como traje de fiesta para fiesta no habida;

¡tanto, Dios mío, que me sobra

mi vida desde el primer día!

Denme ahora las palabras

que no me dio la nodriza.

Las balbucearé demente

de la sílaba a la sílaba:

palabra "expolio", palabra "nada",

y palabra "postrimería",

¡aunque se tuerzan en mi boca

como las víboras mordidas!

Me he sentado a mitad de la Tierra,

amor mío, a mitad de la vida,

a abrir mis venas y mi pecho,

a mondarme en granada viva,

y a romper la caoba roja

de mis huesos que te querían.

Estoy quemando lo que tuvimos:

los anchos muros, las altas vigas,

descuajando una por una

las doce puertas que abrías

y cegando a golpes de hacha

el aljibe de la alegría.

Voy a esparcir, voleada,

la cosecha ayer cogida,

a vaciar odres de vino

y a soltar aves cautivas;

a romper como mi cuerpo

los miembros de la "masía"

y a medir con brazos altos

la parva de las cenizas.

¡Cómo duele, cómo cuesta,

cómo eran las cosas divinas,

y no quieren morir, y se quejan muriendo,

y abren sus entrañas vívidas!

Los leños entienden y hablan,

el vino empinándose mira

y la banda de pájaros sube

torpe y rota como neblina.

Venga el viento, arda mi casa

mejor que bosque de resinas;

caigan rojos y sesgados

el molino y la torre madrina.

¡Mi noche, apurada del fuego,

mi pobre noche no llegue al día!

Gabriela Mistral


Pues muy bien, esa fue mi selección de poemas de amor y desamor. Si te gustó algún poema en particular te invito a dejarlo en la sección de comentarios. ¿Te gustaría que hablara de algún poeta en específico en próximas entradas? Disfruto mucho la poesía y estaré encantada de compartirte más.

Twitter/Instagram: @marielyplas

María Elizabeth Nuño

María Elizabeth Nuño es Licenciada en Letras Hispánicas por la Universidad de Guadalajara y Máster en Estudios Literarios por la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido docente de análisis y argumento. Ha participado como ponente en congresos internacionales de literatura y ganado concursos de escritura en México y España. Sus líneas de investigación giran en torno a la ecocrítica, literatura de viajes y escrituras de la intimidad. Actualmente trabaja en comunicación política.