Febrero, mes del amor, y el marketing de San Valentín comienza a hacer de las suyas, impulsando el deseo de enamorarnos y ensanchando las ilusiones. Quizá eres una persona que aún está buscando enamorarse del indicado, o tal vez ya compartas tu vida junto a una persona especial. Sea que tengas pareja o no, el amor lo podemos experimentar en cualquier momento y lugar, y por ello quise poner mi blog a tono. Para ambientarnos en el lenguaje del amor a través de la poesía, hoy te comparto 9 poemas de amor y desamor para leer con tu pareja (o con quien tú quieras).
Amor
Tal vez amar es aprender a caminar por este mundo. Octavio Paz
No creo que debamos buscar definiciones para el amor, lo que sí es que cuando aprendemos a amar, no hay nada en el mundo que se le compare. A continuación te comparto 4 poemas de amor que me encantan.
Rosario Castellanos “Ajedrez”
Porque éramos amigos y a ratos, nos amábamos;
quizá para añadir otro interés
a los muchos que ya nos obligaban
decidimos jugar juegos de inteligencia.
Pusimos un tablero enfrente
equitativo en piezas, en valores,
en posibilidad de movimientos.
Aprendimos las reglas, les juramos respeto
y empezó la partida.
Henos aquí hace un siglo, sentados,
meditando encarnizadamente
como dar el zarpazo último que aniquile
de modo inapelable y, para siempre, al otro.
Rosario Castellanos
Juan Gelman “Poco se sabe”
Yo no sabía que
no tenerte podía ser dulce como
nombrarte para que vengas aunque
no vengas y no haya sino
tu ausencia tan
dura como el golpe que
me di en la cara pensando en vos.
Juan Gelman
Hugo Gutiérrez Vega “Un cuerpo como una isla”
Por las arduas colinas de tu cuerpo
van mis ojos desnudos contemplando
los tersos panoramas, precipicios
y el bosque primordial que mi deseo
exalta en la constante ceremonia
de mirarte, llamarte desde el fondo del ser,
de contemplarte como se ven los campos en otoño
o las vertiginosas catedrales erguidas en la niebla
y entrevistas en la región sin nombre de la aurora.
Eres como una isla, te rodeo
y me ajusto a tus formas.
Me impide hacerles modificaciones
El antiguo temor de hacerte daño.
Por eso me mantengo en tus orillas
y tierra adentro sólo van mis ojos.
Hugo Gutiérrez Vega
Dolores Castro “Siete poemas #2”
Amo, vida, la fuerza cotidiana
en tu raigambre, fruto de ceniza,
y la sed desprendida de la lucha
que has vencido,
al vibrar como fuego en un instante.
Te amaré como agujas de mis huesos
cuando rompan
esta dulce prisión de fuego y carne
y te amaré en la mano que retuvo
la ceniza caliente de otra sangre,
y en lo que fue constante afirmación
de nuestra estancia.
Amo la estancia que será ceniza
pero ocupó su ritmo en el espacio
y acarició la tierra con su paso.
Amo el paso en la tierra:
vértigo que amanece en cada nueva
sensación de tu presencia.
Con los ojos abiertos a tus ansias,
con las venas abiertas a tu savia
que resbale en la hiedra derretida,
te cantaré en el polvo
desde el olvido de mi antigua forma:
en la última fibra de los tallos
en la altura de un árbol, construida
por dolorosa herida de sus vetas.
Dolores Castro
Desamor
En el último día del mundo dirás su nombre, simple y perfecto como ese instante que la trajo a tu lado. José Emilio Pacheco
Tristemente sabemos que a veces el tamaño de nuestras ilusiones no concuerdan con la realidad y el amor herido, maltratado, desgastado, da pie al desamor. Si quieres leer algunos poemas para apachurrarte el corazón, te comparto 5 poemas de desamor.
Piedad Bonnett “Canción”
Nunca fue tan hermosa la mentira
como en tu boca, en medio
de pequeñas verdades banales
que eran todo
tu mundo que yo amaba,
mentira desprendida
sin afanes, cayendo
como lluvia
sobre la oscura tierra desolada.
Nunca tan dulce fue la mentirosa
palabra enamorada apenas dicha,
ni tan altos los sueños
ni tan fiero
el fuego esplendoroso que sembrara.
Nunca, tampoco,
tanto dolor se amotinó de golpe,
ni tan herida estuvo la esperanza.
Piedad Bonnett
José Emilio Pacheco “Memoria”
No tomes muy en serio
lo que te dice la memoria.
A lo mejor no hubo esa tarde.
Quizá todo fue autoengaño.
La gran pasión
sólo existió en tu deseo.
Quién te dice que no te está contando ficciones
para alargar la prórroga del fin
y sugerir que todo esto
tuvo al menos algún sentido.
José Emilio Pacheco
Luis García Montero “Una leyenda”
Será que los amantes se separan
como el agua que tiembla en los últimos árboles
para guardar memoria de la lluvia.
Será que no se pierden, que no se van del todo,
que murmuran los nombres y defienden
una buscada lentitud
y cultivan recuerdos con los ojos cerrados.
Será que los amantes se prohíben
aquello que jamás olvidarán,
la sombra que se queda entre los labios
como queda la ropa a los pies de la cama.
Te llamas Bogotá.
Desde este amanecer te llamas Bogotá.
Será que los amantes se despiden
después de haber fundado
la piel de una ciudad, una leyenda.
Luis García Montero
Jorge Galán “El jardín de entonces”
¿Cómo podré saber aquello que he olvidado
si es que ya lo he olvidado?
¿Cómo podré ir una y otra vez a esos labios
que ya no pueden ser labios para mí
y tocar ese rostro que apenas con un ademán desaparece?
¿Cómo podré cantar a lado de la cuna esa canción de cuna
que alguien que ya es desconocido ha cantado una vez,
un día, alguna noche, cuando cada palabra
de esa canción ya no persisten?
¿Cómo podré saber que existe un nombre
que no podré volver a pronunciar
y que debiera sentir un poco de dolor –solo un poco-cursiva
por no volver a pronunciarlo? ¿Qué magia extraña es esa?
¿Qué gesto incomprensible me hechiza en ese olvido?
Y puedo suponer que en algún sitio debe haber un jardín
y en el jardín una pequeña fuente con nenúfares bellos
como monedas únicas de plata,
y, rodeando la fuente, algunas tibias bancas de cemento
y bajo ellas, los macizos de diminutas flores
como asombrosas manos que salen de la tierra,
y más allá, no mucho más allá,
algunos árboles, no sé si pinos o si abetos, que se elevan esbeltos
y sus ramas larguísimas pareciera que bailan, no oscilan, solo bailan,
y los siglos en ellas son diminutos pájaros de plumaje amarillo
que a veces se confunden con las gotas de ámbar
que el viento ha cincelado hasta darles la forma de unas pequeñas aves.
Y supongo, además, que en el jardín que hablo
alguna vez un niño caminó por la hierba,
luego mojó sus manos en el agua aún tibia, y vio,
maravillado, el baile de los árboles hasta quedar dormido,
en la hierba otra vez, dulcemente hechizado, y descubrió en las ramas
esos pájaros breves que sabían hablar en su propio lenguaje.
¿Qué historia del principio le narraron entonces?
Solo supongo el hecho. No hay más. No hay más memorias.
Me queda la certeza o el anhelo terrible de que fuimos felices
un instante, algún día.
¿Cómo podré saber de aquello que he olvidado?
¿Detrás de cuáles muros se halla el jardín de entonces?
Jorge Galán
Gabriela Mistral “La abandonada”
Ahora voy a aprenderme
el país de la acedía,
y a desaprender tu amor
que era la sola lengua mía,
como río que olvidase
lecho, corriente y orillas.
¿Por qué trajiste tesoros
si el olvido no acarrearías?
Todo me sobra y yo me sobro
como traje de fiesta para fiesta no habida;
¡tanto, Dios mío, que me sobra
mi vida desde el primer día!
Denme ahora las palabras
que no me dio la nodriza.
Las balbucearé demente
de la sílaba a la sílaba:
palabra "expolio", palabra "nada",
y palabra "postrimería",
¡aunque se tuerzan en mi boca
como las víboras mordidas!
Me he sentado a mitad de la Tierra,
amor mío, a mitad de la vida,
a abrir mis venas y mi pecho,
a mondarme en granada viva,
y a romper la caoba roja
de mis huesos que te querían.
Estoy quemando lo que tuvimos:
los anchos muros, las altas vigas,
descuajando una por una
las doce puertas que abrías
y cegando a golpes de hacha
el aljibe de la alegría.
Voy a esparcir, voleada,
la cosecha ayer cogida,
a vaciar odres de vino
y a soltar aves cautivas;
a romper como mi cuerpo
los miembros de la "masía"
y a medir con brazos altos
la parva de las cenizas.
¡Cómo duele, cómo cuesta,
cómo eran las cosas divinas,
y no quieren morir, y se quejan muriendo,
y abren sus entrañas vívidas!
Los leños entienden y hablan,
el vino empinándose mira
y la banda de pájaros sube
torpe y rota como neblina.
Venga el viento, arda mi casa
mejor que bosque de resinas;
caigan rojos y sesgados
el molino y la torre madrina.
¡Mi noche, apurada del fuego,
mi pobre noche no llegue al día!
Gabriela Mistral
Pues muy bien, esa fue mi selección de poemas de amor y desamor. Si te gustó algún poema en particular te invito a dejarlo en la sección de comentarios. ¿Te gustaría que hablara de algún poeta en específico en próximas entradas? Disfruto mucho la poesía y estaré encantada de compartirte más.
Twitter/Instagram: @marielyplas
María Elizabeth NuñoMaría Elizabeth Nuño es Licenciada en Letras Hispánicas por la Universidad de Guadalajara y Máster en Estudios Literarios por la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido docente de análisis y argumento. Ha participado como ponente en congresos internacionales de literatura y ganado concursos de escritura en México y España. Sus líneas de investigación giran en torno a la ecocrítica, literatura de viajes y escrituras de la intimidad. Actualmente trabaja en comunicación política.