El filósofo I. Kant (1724-1804) dijo alguna vez: "El hombre sólo por la educación puede llegar a ser hombre". El significado de estas palabras trasciende tiempo y lugar y nos lleva a una importante conclusión: la educación es sinónimo de humanización; es el camino por medio del cual un ser vivo de nuestra especie se convierte en un miembro real de nuestro mundo, de nuestra existencia social, cultural, política e histórica. En otras palabras: la educación nos convierte en personas de verdad.
Ahora que se han suspendido las clases, en México y en el mundo, con motivo de la pandemia ocasionada por el nuevo coronavirus, circulan miles de preguntas con relación a los aprendizajes desarrollados por los miles de estudiantes que no han asistido a la escuela y se han tenido que adaptar a una realidad educativa mediada por las nuevas tecnologías y marcada por el distanciamiento social con relación a sus maestros y la mayoría de sus compañeros de estudio.
Esta preocupación es válida, pero, si la educación es sinónimo de humanización, el proceso va más allá de las aulas. La escuela es el espacio privilegiado para enseñar y aprender, y es el mejor lugar para adquirir y desarrollar la gran mayoría de las habilidades intelectuales y sociales, pero no es el único. La educación, entendida como formación humana, inicia en el hogar. La primera escuela es la casa.
La educación, entendida como formación humana, inicia en el hogar. La primera escuela es la casa.
Los estudiosos del campo, como P. Coombs o J. Trilla distinguen entre educación formal (escuela), no formal (instituciones sociales diversas fuera de los sistemas escolares) e informal (el hogar, la calle la vida misma). En consecuencia, la actual pandemia por la COVID-19 nos abre la posibilidad de formar mejores seres humanos para la sociedad presente y futura. Y, lo mejor de todo, es que esto se puede lograr desde casa, desde el sitio en donde se vive y se convive a diario.
Desde casa podemos enseñar a los niños y jóvenes cómo responder ante una crisis sanitaria como la presente; les podemos enseñar a cuidar de su propia persona, a ser tolerantes y solidarios con los demás, a ser conscientes del dolor ajeno, a colaborar con la solución de los problemas sociales y hasta los podemos apoyar para que tomen conciencia sobre la utilidad de lo que se aprende como parte del programa Aprende en casa, por ejemplo.
Es importante considerar que en el centro de la acción educativa se encuentra el aprendizaje y todo aprendizaje conlleva cambios de comportamiento que permiten mejorar las condiciones de vida de quien aprende e, incluso, de quienes están a su alrededor. En estos difíciles tiempos de pandemia, tenemos la oportunidad de aprender en casa mucho más que letras y números.
En estos difíciles tiempos de pandemia, tenemos la oportunidad de aprender en casa mucho más que letras y números.
Desde el hogar podemos promover el respeto a los demás, podemos fortalecer a niños y jóvenes para que enfrenten y superen situaciones dramáticas y críticas como la que vivimos, podemos fomentar las primeras acciones para el cuidado del medio ambiente, etcétera. Con ello estaremos realizando un gran aporte a la educación, más allá de la escuela, de los saberes formales, de las tablas de multiplicar y las fórmulas químicas.
Si lo logramos, las futuras pandemias nos mermarán tanto y no nos fracturarán ni como personas ni como sociedad. Si lo logramos, no sólo reafirmaríamos que la educación nos convierte en verdaderas personas, sino que lo seríamos en el mejor de los sentidos. Y eso, precisamente eso, nos ayudará a sobrevivir y salir adelante ante cualquier adversidad.
Todo aprendizaje conlleva cambios de comportamiento que permiten mejorar las condiciones de vida de quien aprende.
Jonathan Jesús García Palma
Licenciado en pedagogía por la UNAM. Asesor pedagógico, docente y escritor.