¿De a cuánto el kilo de cuento?

EL ÁNGEL EXTERMINADOR

De los numerosos recuerdos que se rescataron para rendir tributo a la polémica viuda de Octavio Paz tras difundirse la noticia de su fallecimiento, se suma esta memoria ocurrida hace 18 años.

El texto-homenaje a Paz se publicó a página completa, supongo que con una ilustración realizada ex profeso para la ocasión. (Especial)
Deduje que tal vez el problema con Mari Jo no había sido por publicar un fragmento de un cuento de Paz. (Especial)
Fernando Rivera Calderón
México /

Mari Jo descansa en paz. Sus amigos la recuerdan con cariño, lamentablemente yo solo recuerdo un episodio en el que nuestras vidas se cruzaron y de la manera menos poética posible.

Si no me equivoco era el año 2000 y yo en ese entonces tenía el privilegio de editar esta sección en MILENIO, que hoy edita Jairo Calixto Albarrán. Iba a ser el aniversario de la muerte de Paz y decidí publicar a manera de homenaje un fragmento del cuento “Mi vida con la ola”. Un texto surrealista en el que, según cuenta la leyenda, Paz habla veladamente (y ni tanto) de Elena Garro, su primera esposa.

El texto-homenaje a Paz se publicó a página completa, supongo que con una ilustración realizada ex profeso para la ocasión. Yo me sentía orgulloso de poder utilizar las páginas de este diario para promover la lectura y sobre todo a un autor cuyos cuentos y poemas me siguen emocionando hasta el día de hoy.

Ese día muy temprano me llamó el entonces director de MILENIO, Federico Arreola, y bastante enojado me dijo que le había llamado el abogado de Mari Jo y que le comunicó que por haber publicado sin autorización un fragmento de la obra de Paz nos convertimos en el objeto de una demanda y había que pagar algo así como 100 mil pesos, que en esos tiempos valían mucho más que los 100 mil pesos de ahora, pero que hoy desafortunadamente tampoco tendría de dónde sacarlos.

La realidad cayó sobre mí con todo su peso insolente. El director del periódico, después de dejarme claro que yo estaba en un severo problema, me dijo que iba a ver el tema con el área jurídica y yo pensé en lo caro que sale hacer homenajes hoy en día. Decepcionado de mi oficio, tomé el diario y me senté a leer: “Cuando dejé aquel mar, una ola se adelantó entre todas. Era esbelta y ligera. A pesar de los gritos de las otras, que la detenían por el vestido flotante, se colgó de mi brazo y se fue conmigo saltando”. ¡Qué gran cuento, carajo! Hermoso y terrible, y un tanto misógino. El amor imposible, la mujer y el horror en una misma historia.

Pensé en Elena Garro y en Octavio Paz, en su relación tormentosa y catastrófica, así como en el idilio perpetuo que tuvo con Mari Jo desde 1964, cuando se casaron en India (aunque se habían conocido dos años antes). Deduje que tal vez el problema con Mari Jo no había sido por publicar un fragmento de un cuento de Paz, sino por haber escogido ese cuento en específico, dedicado a quien se convertiría en algo así como su némesis.

Esta triste historia terminó cuando el director me llamó nuevamente, dos o tres horas después de nuestra primera conversación. Supuse que era para correrme pero no fue así. En cambio, lo que me dijo me dejó asombrado: le acababa de llamar el susodicho abogado de Mari Jo para decirle que si les dábamos 8 mil pesos en ese momento, pero así en caliente, paraban la demanda.

Mi sensación de alivio fue tan grande como mi indignación —como lector de Paz— por la rebaja infame que acababa de sufrir uno de sus mejores cuentos; pero el alivio me duró poco porque Federico me dijo: “y esos 8 mil pesos los vas a pagar tú”.

Los 8 mil pesos fueron descontados de mi quincena y yo pagué caro mi atrevimiento de publicar un poema de Paz, pero no tan caro como se nos amenazó en un principio. No sé qué mecanismos secretos se movieron para que la cantidad se redujera así tan de repente, pero el milagro sucedió. ¿Algún capricho súbito? ¿Algún ángel promotor de la lectura? En mi patético romanticismo, pensé: pues si hay que pagar para publicar un poema de Octavio Paz, ¡pues ahí tienen mis 8 mil pesos! Pero que quede en actas que la poesía es de todos y no tiene precio, aunque algunos pretendan venderla por kilo en el mercado de las letras mexicanas, donde uno llega preguntando: ¿de a cuánto el cuento?

Hoy si buscas “Mi vida con la ola” en Google, aparecen decenas de versiones para leer, algunas vienen ilustradas y todas son gratuitas. Me alegro de que así sea. Ya nadie tiene que pagar 8 mil pesos por tener acceso a este texto, así que les pido que valoren mi sacrificio económico en aquellos lejanos tiempos, mismo que tal vez narre en un cuento que titularé: “Mi vida con Arreola”.