Por Jesús Arellano Torres
Recuerdo que en mis épocas pubertiles, de cuando iba en la preparatoria, se llevaron a cabo los Juegos Olímpicos de Sídney 2000; durante la ceremonia de clausura, uno de los momentos que sin duda más llamó mi atención fue cuando una cantante apareció sobre el escenario, vestida al más puro estilo de bailarina de casino de Las Vegas, e interpretó un cóver de uno de los clásicos de ABBA: “Dancing Queen”. Su presencia y carisma cautivó a propios y extraños, a la vez que a la mayoría nos hizo preguntarnos quién era ella. Gracias a la tecnología de los cibercafés (en auge en aquel entonces), descubrí a Kylie Minogue, una diminuta australiana con un vasto catálogo pop que no le pedía mucho a la música de los inicios de Madonna –no en vano ha sido considerada como “la Princesa del Pop”–.
Hija de un contador y una bailarina profesional, Kylie (que como curiosidad, su nombre significa “boomerang”) es la mayor de tres hermanos. Si bien era una alumna de buen promedio y sobresaliente, siempre supo que su destino era el de ser artista. A la edad de once años realizó breves apariciones en telenovelas australianas como The Sullivans o Skyways, pero no fue hasta 1986 que consiguió un papel en uno de los proyectos que le cambiaría la vida, Neighbours, la telenovela más popular y exitosa de Australia (aunque también tuvo impacto en buena parte de Europa); en tal rodaje, fue en donde Kylie se dio a conocer con una imagen de “la inocente chica de al lado”. Por si fuera poco, probó suerte en la música con una versión del tema de 1962 de Little Eva, “The Loco-Motion”, convirtiéndose en un éxito mundial. Gracias a ello, conoció al grupo de productores: Stock, Aitken y Waterman, quienes compusieron y produjeron su álbum debut Kylie de 1988, que incluía éxitos como “I Should Be So Lucky”, su primera canción en llegar al número uno en el mercado británico. El disco resultó ser un material pop tan fantasticioso que, por supuesto, no estaba exento de críticos a los que su imagen de “tierna Lolita” no les era del todo honesta y convincente.
Gracias a su tórrido romance con el desaparecido Michael Hutchence de INXS, Minogue comenzó a tomar el control de su carrera, alejándose de Stock, Aitken y Waterman así como de la inocente imagen de sus inicios. Su transición a femme fatale fue muy bien recibida con temas como “Better The Devil You Know”, uno de los hits más emblemáticos de su carrera. Sin embargo, y al igual que Madonna, en algún momento tenía que llegar conocer el fracaso, y uno de ellos fue cuando actuó en la versión cinematográfica de Street Fighter con Jean Claude Van Damme como protagonista (una película con él nunca es un buen augurio), tropiezo seguido del Impossible Princess de1997, un álbum incomprendido y demasiado adulto para su tiempo.
El nuevo milenio marcó su renacer musical, y a la par de esa magistral presentación en la clausura de los Olímpicos de Sídney 2000, su álbum Light Years fue el inicio de su etapa dance, en la cual se establecería más tarde como una de las máximas exponentes con el disco “Fever” y su canción más exitosa hasta la fecha, “Can’t Get You Out Of My Head”, que fue la cúspide de su conquista mundial. Con el tema “Come Into My World”, consiguió su primer y único Grammy hasta la fecha.
Tras los sonidos french-pop experimentales de su siguiente disco Body Language de 2003, Kylie se embarcó en la gira Showgirl, que tuvo que cancelar tras haber sido diagnosticada con cáncer de seno. Despúes de liberar la batalla contra la enfermedad, hizo su regreso triunfal con el Showgirl Homecoming Tour, una de sus giras más aclamadas por la crítica. En 2007 lanzó su siguiente material discográfico titulado X, el cual contó con contribuciones a cargo de Bloodshy & Avant y Calvin Harris. Cuatro años después, inspirada en la mitología griega, presentó el álbum Aphrodite, con el cual se embarcaría en una gira mundial que pisaría tierras aztecas por vez primera en el Palacio de los Rebotes en mayo de ese año, en donde dio un nostálgico concierto para la posteridad.
Luego de los decepcionantes resultados de sus últimas producciones discográficas Kiss Me Once (2014) que marcó su debut y despedida de la compañía disquera de Jay-Z, y ese disco navideño que nadie pidió pero que a los fans no nos quedó de otra más que comprarlo, Kylie Christmas (2016), Kylie coincidió con la celebración de medio siglo de vida y presenta ahora su catorceavo material discográfico, nombrado acordemente Golden. En el cual, además, conmemora su transición al country-pop como lo hiciera en su momento Madonna en la era “Music”, o más recientemente Lady Gaga o Miley Cyrus con resultados desiguales.
El rompimiento de su compromiso matrimonial con el actor británico Joshua Sasse fue uno de los factores principales para la inspiración de este material, para el cual tuvo que viajar a Nashville (también por obligación de su compañía disquera) para “vivir la experiencia country”.
El primer sencillo promocional de Golden, llamado “Dancing”, es un homenaje a disfrutar de la vida antes del día de nuestra muerte, a la par que habla del age is my de aquellos detractores que tanto a ella como a Madonna les ha tocado lidiar –en el mundo del pop envejecer es un pecado, componer canciones sobre sexo casual o divertirse en exceso y no comportarse conforme a su edad ya es pecado mortal–. Y por si no hubiera sido suficiente el tren del mame ocasionado por el fenómeno musical de “Despacito” el año pasado, ha lanzado una nueva versión de su más reciente tema, “Stop Me From Falling”, en el que cuenta con la colaboración del dúo cubano Gente de Zona (algo que nunca le perdonaré es que en algún momento de desesperación haya tenido que recurrir a colaborar con Aleks Syntek, el amigo de todos los tuiteros).
Con una trayectoria artística que abarca cuatro décadas, Kylie Minogue ha conocido los altibajos de la fama y a los opositores que desde sus inicios dudaban de su carrera. Ahora disfruta más que nunca de su era dorada y en total plenitud, soltera y sin compromiso alguno, pero enamorada de la vida.