En Atizapán, el municipio con la mayor tasa de mortalidad por covid-19 en el país, hay solo nueve paramédicos para hacer frente a la emergencia sanitaria.
El equipo con el que cuentan se limita a tapabocas y dos ambulancias, “la viejita y la nueva”, señalan riendo en una especie de resignación. Con eso atienden a una población de 11 mil 875 habitantes, según cifras del Inegi.
Este martes MILENIO informó que en lo que va de la pandemia esta alcaldía mexiquense registra un deceso por cada 75 habitantes. Entre diciembre y enero las defunciones por covid-19 prácticamente se han duplicado.
El dolor, la incertidumbre se ve en los ojos de las mujeres y hombres que al principio de la contingencia sanitaria lucharon contra la incredulidad, la desinformación y los actos de violencia; ahora, ante este repunte de casos y defunciones viven la frustración de familias.
En medio de este dolor, los afectados hacen hasta lo imposible por que el personal de Protección Civil pueda auxiliarlos, ya sea con el traslado de pacientes o con la atención médica, pero en algunos casos ya es muy tarde, admite el titular de esa oficina en la alcaldía, Iván Díaz Cruz.
Instalados en un módulo en las inmediaciones de la plaza principal, con equipo escaso, esta coordinación no ha parado, ha visto cómo el luto ha llegado al pueblo.
“Son (pacientes) atendidos en sus domicilios y algunos sin siquiera visitar a un médico, solamente con remedios caseros. Cuando a nosotros nos hacen el llamado, lamentablemente nos mienten, no nos dicen que han padecido covid-19 o que están en tratamiento.
“Vamos a atender una emergencia, nos dicen ‘¿sabe qué? Se golpeó o se cayó de un tercer piso’. Con la finalidad de que nosotros vayamos y le brindemos ayuda, mienten... ahí entramos en un riesgo sanitario”, relata Díaz Cruz.
Los días pasan entre traslados, defunciones y contagios. “Desgraciadamente hemos atendido más casos diarios, entre tres o cuatro, y esto se ha salido de control. No ha habido responsabilidad por parte de la ciudadanía y lamentablemente eso también se refleja en situaciones de defunción”, comenta Roberto Pueblas, uno de los nueve paramédicos.
“Las personas a veces están muy desesperadas por no poder conseguir ayuda para sus familiares. Nos han llegado a agredir, a insultar porque quieren que realices un trabajo que ellos pudieron haber prevenido”, agregó.
En el panteón municipal se impide el acceso. MILENIO aprovecha que Fredy González, el encargado, se asoma y platica con él. Dice que el año comenzó tranquilo, pero “de dos semanas para acá sí ya se soltaron recio las defunciones… y no hay otra que salir a la calle con cubrebocas... hay gente que lo toma a bien y otras que lo toman a mal, todavía no terminan de asimilar la enfermedad, piensan que son cuentos”.
ledz