La primera vez que supo que sería científico, Jan Hoeijmakers (Sevenum, Holanda, 1951) tenía solo cuatro años. En aquel entonces, su mente infantil no pudo definir con precisión un futuro entre probetas y tubos de ensayo, pero sí tuvo claro que se dedicaría a averiguar el porqué de un misterio que aún le sigue fascinando: el envejecimiento.
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"Recuerdo un día en especial, que estaba con mi abuela, y me fijé en lo pequeña que era y en todas las arrugas que tenía. Y quise saber qué desencadenaba todo aquello", rememora minutos antes de dar una charla en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO).
Desde su laboratorio del Erasmus Medical Center de Rotterdam lleva casi 40 años profundizando en las claves que explican por qué los años introducen tantos cambios en el organismo humano. Y ha descubierto unas cuantas cosas interesantes.
Por ejemplo, que el envejecimiento tiene mucho que ver con el daño que el ADN de nuestras células sufre cada día. O que hay un lazo que une estrechamente el hacerse mayor con enfermedades como el cáncer o la demencia.
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Pero, sin duda, su hallazgo más singular es el que sugiere que la restricción dietética, la reducción de las calorías que consumimos cada día, puede ser un factor clave para retrasar la vejez y todo lo que lleva aparejado.
"Comenzamos estudiando los procesos de reparación de ADN en modelos animales con progeria, una enfermedad en la que el envejecimiento es prematuro", explica con entusiasmo el holandés. El objetivo de su grupo de investigación era averiguar de qué forma podían controlarse esos mecanismos y, por ende, ralentizar los efectos de esa vejez acelerada. Por eso, entre otras cosas, estudiaron el impacto de la dieta.
Y "en un verdadero momento eureka", encontraron que una reducción calórica del 30% producía en los animales estudiados -con una mutación en un gen de reparación del ADN- un efecto tremendo: no sólo envejecían menos, sino que lo hacían de forma mucho más lenta y sus neuronas se mantenían en mejores condiciones.
Los resultados del trabajo se publicaron en la revista Nature en 2016, pero Hoeijmakers, uno de los científicos que, recientemente, impartieron el ciclo CNIO Distinguished seminars en el centro de investigación madrileño, los resume en un par de frases.
"Nuestro trabajo muestra que la causa del envejecimiento radica en los daños que sufre el ADN. Y la dieta es un factor que permite disminuir esos daños", indica.
¿Cómo se explica este efecto protector?Ante una restricción calórica, el organismo responde invirtiendo sus esfuerzos en mecanismos de defensa, para protegerse y ser más resiliente. En cambio, cuando tiene suficiente comida, lo que piensa es que todo va bien, que no hay nada que temer. Y el daño es más rápido.
¿Y cuál sería la dieta perfecta para no envejecer?Todavía no lo sabemos. La mayoría de estudios se han hecho en ratones, que tienen muchas cosas en común con los humanos, pero no son humanos. Y lo que hemos visto es que los efectos más potentes se dan con una restricción general, no sólo de un componente de la dieta.
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Hoeijmakers está convencido de que los efectos protectores de una alimentación frugal van mucho más allá de poder retrasar la llegada de la tercera edad. Según su hipótesis, que -remarca- está probando en ensayos clínicos, también podría contribuir a reducir los efectos secundarios de la quimioterapia, prevenir la aparición de enfermedades neurodegenerativas o favorecer una mejor recuperación tras una cirugía.
"Y, sin embargo, lo que normalmente se recomienda es justo lo contrario, comer para estar bien preparado", subraya.
¿Por qué se producen esos daños en el ADN?El material genético se daña continuamente debido a múltiples factores. ¡Incluso por el agua! Cada día, 10 mil bases del ADN se pierden a causa del agua. También la radiación, el calor, o nuestro propio metabolismo contribuyen. Es inevitable. Y esos daños celulares no siempre pueden repararse, así que se van acumulando. Sabemos que muchos de ellos conducen a la aparición de tumores. Es por eso que el envejecimiento y el cáncer están relacionados, a través de los daños en el ADN.
¿Seremos capaces de frenar el envejecimiento y esas enfermedades que lleva asociadas?
No, creo que no seremos capaces de detenerlo, pero sin duda sí de retrasar la vejez y de promover un envejecimiento saludable. Hoy en día, la edad máxima que puede alcanzar una persona no supera los 120 años, pero creo que, si el estilo de vida, incluyendo la alimentación y la actividad física, se optimiza desde la niñez para reducir el daño del ADN, la gente podrá superar los 140 años en el próximo siglo.
Suena a ciencia ficción
Puede ser un gran cambio. Quizás seamos capaces de trabajar hasta los 100 años. Si sigues estando activo y bien, ¿por qué no contribuir a la sociedad? Eso además solucionaría el problema de las pensiones, entre otras cosas.
RLO