Entonces te llega un mensaje con noticias frescas del barrio donde creciste, un barrio bien chilango que queda al fin del mundo, o sea, allá al final de la alcaldía Venustiano Carranza: “Unos vecinos han hecho fiestas, otros se fueron de paseo, la mayoría va en bola al mercado y ahorita hay un chingo de cabrones jugando futbol”.
Entonces buscas en internet algún rastro sobre si tu barrio es el único al que le hace cosquillas la pandemia del coronavirus y con lo primero que te encuentras es con el tuit de la usuaria @unna_ chilanga que dice: “Ayer mis vecinos tuvieron fiesta, pero de sonido y pista de baile”. Le responden cosas como “hay que echarles a la patrulla”, “los míos hicieron carne asada, otra vez”, “acá trajeron mariachis”, “nos exponen a todos”, “el mexicano riendo ante la adversidad”, “hoy eliminé a amigos de Facebook por esa razón”.
Entonces preguntas a tus conocidos si en sus barrios la gente está resguardada en sus casas. “Acá en mi colonia hay un parque y hace rato que salí a la farmacia vi gente en bicicleta y paseando a sus perros”, te escribe una amiga que vive en la alcaldía Azcapotzalco. Otra amiga te envía un video que se viralizó hace un par de días, uno que fue grabado en un gimnasio comunitario en Naucalpan llamado Barras Praderas, un video en donde, mientras observamos saltar la cuerda a un joven descamisado, otro, el que graba, dice: “Vamos a seguir dándole con todo. Si nos toca morir, vamos a morir; va’ser la muerte más digna entrenando”. En un segundo video, uno donde otro hombre carga unas pesas, dice: “El ejercicio mata la bacteria”.
Entonces buscas en los periódicos alguna nota sobre la gente que anda en la calle y no precisamente porque viva al día, no porque haya empleadores que los estén obligando a acudir a la oficina o a la fábrica, no porque haya quienes necesitan víveres y medicamentos y no porque nunca faltan los imprevistos y hay salir, sino gente que anda en la calle como si fuera un domingo cualquiera. Encuentras esa nota en el periódico El Occidental, de Guadalajara: “A una semana del primer exhorto del gobernador (…) para que los jaliscienses se quedaran en sus casas y así evitar más contagios (…), los tapatíos bajaron la guardia y salieron a la calle para hacer compras y despejarse”.
Entonces te preguntas si todas esas personas lo hacen porque son irresponsables, o si lo hacen por ignorancia, por falta de información, o si lo hacen porque el neoliberalismo ha creado seres individualistas, o si lo hacen porque no confían en los medios, o si lo hacen porque miran en la televisión a un Presidente que saluda a la gente y dice que no se enferma, o si lo hacen porque “la indiferencia del mexicano ante la muerte se nutre de su indiferencia ante la vida”, como escribió Octavio Paz, o si lo hacen porque el machismo, entre otras conductas, dicta que nadie se raja.
Entonces tu pareja te lee un texto que escribió la feminista boliviana María Galindo, donde se cuestiona al orden colonial del mundo, “un orden que nos ha convertido en idiotas que sólo podemos repetir y copiar”, y donde uno termina preguntándose si las medidas de aislamiento individual se oponen a nuestra forma de vida colectiva, si lo que estamos viendo en las calles es la pura desobediencia, un acto de descolonización, si ese saber técnico científico en el que se respaldan los gobiernos no son más legítimos que nuestros saberes ancestrales, o si ese valemadrismo incomprensible es más bien un acto de resistencia.
Entonces descubres que no tienes respuestas. Te asomas a la ventana y miras a la gente caminar hacia la glorieta del metro Insurgentes. Ojalá que una buena razón los haya sacado de casa.
ledz