Al doctor Ricardo Ríos le negaron la prueba del covid-19 durante seis días en el Hospital Atizapán a pesar de tener síntomas. Le prohibieron ausentarse de sus labores y murió por una cadena de infartos. Hoy, su familia enfrenta la burocracia para lograr cobrar el seguro que ofreció el gobierno federal con requisitos que son prácticamente imposibles de conseguir.
El 1 de abril detectó que algo no andaba bien. Le dijo a su esposa que se sentía débil y sospechaba que se había contagiado de coronavirus. Llegó al trabajo y pidió que antes de comenzar su turno le hicieran la prueba, pero su jefa, Marisela Quezada le pidió esperar unos días más para ver si se le desarrollaban nuevos síntomas y justificar la aplicación del estudio.
Cada día Ricardo se sentía peor, bajaba su nivel de oxigenación y todos los días volvía a pedir la prueba.
“Ya convencí a la doctora de que me haga la prueba”, le escribió a su esposa Ivonne, pero minutos después se la volvieron a negar.
La doctora Quezada le dijo que había una compañera con más síntomas y ante la carencia de pruebas, prefería hacérsela a ella. Pero le sugirió esperar al lunes. Buscaron en hospitales privados, pero la opción era la misma: esperar una cita el lunes o el martes.
No tuvo remedio, regresó a trabajar.
“Tenía una junta a las a las 10 de la mañana y ahí el que se da cuenta es el director porque lo ve mal, se veía más demacrado de la cara. Le preguntó que qué tenía y cuando le dijo que se sentía muy mal, le respondió que por qué no había dicho nada”.
Frente a la doctora Quezada le explicó lo sucedido y el directivo pidió que le hicieran la prueba y se fuera a su casa. Tres días después el resultado fue positivo.
Su estado de ánimo decayó y su familia acondicionó una habitación en el patio para que estuviera aislado. Compraron medicamento y un tanque de oxígeno, él mismo daba las instrucciones de cómo atenderlo. Fue su propio médico.
Pero el fin de semana, se sintió peor y aunque había pedido a su esposa e hijos no llevarlo a un hospital pues no quería ser intubado, no hubo más remedio.
“Le digo ‘te vas a ir, vas a estar bien, te vas para estar bien’, pero ya no me dijo nada”, dice su esposa a MILENIO con la voz entrecortada porque eso fue lo último que le pudo decir. Nunca más lo volvió a ver.
Recibía un reporte diario y parecía estar estable, hasta que le llamaron para decirle que debían intubarlo y que él mismo lo había autorizado. Hasta que la madrugada del 20 de abril le informaron que sufrió tres infartos continuos y tras 40 minutos de labores de resurrección decidieron dar la hora de fallecimiento a las 2:40 de la mañana.
“Me acuerdo que me enojé y le dije que no era en Dios, que por qué habían decidido eso. Quería al menos verlo salir, verlo pasar, yo tenía la esperanza de aunque fuera así verlo y no me fue posible, lo sacaron todo cubierto y no me permitieron ni siquiera acercarme a la camilla”.
Guardaba la esperanza de despedirse cuando le pidieron reconocer el cuerpo, pero ni siquiera la dejaron verlo.
“De veras es triste ni así verlo, porque nada más te los dan en una bolsa negra, sellada totalmente, con el nombre en la parte de arriba. Y todavía me dice la señorita ‘¿lo identifica?’ y le digo ‘pues el nombre sí es, pero de ahí en fuera yo espero y confío que sea él”.
La pesadilla no terminó ahí, desde entonces se ha dedicado a recabar documentos y certificados que le permitan cobrar sus pensiones. El seguro de vida que anunció el presidente Andrés Manuel López Obrador resultó el más burocrático y además, considera que no ayuda del todo pues en su caso, no sabe cómo mantendrá los estudios de sus tres hijos.
“Son muchos los requisitos, entre ellos hasta un resumen clínico de la persona para que te digan y especifiquen cómo murió y de qué murió, lo cual se me hace incongruente, si no nos dieron ningún documento al fallecer en el hospital creo que va a ser mucho más complicado y tardado tener un documento de esa índole.
“Sí se me hace buena la ayuda que están dando, yo no digo que no, pero más que una ayuda económica a lo mejor a mí me hubiera gustado más una beca para mis hijos,q ue en un futuro es más remunerable que una cantidad de dinero, que también agradece, pero se me hace muy poco para la gente que fallece de algo así, porque nunca te esperas faltar, nunca te esperas que te vayas así”.
Ahora presentará también una queja ante la Comisión Nacional de Arbitraje Médico y la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México por la negligencia que cometieron en el Hospital de Atizapán, en donde ni siquiera un pésame le ofrecieron.
RLO