La psicóloga María Elena Medina-Mora, especialista en epidemiología y los factores psicosociales asociados a las adicciones y la salud mental, ha contribuido a una mejor comprensión de las consecuencias derivadas de la pandemia covid-19 en la sociedad.
Desde la plataforma de El Colegio Nacional, institución de la que es miembro, ha dictado conferencias como Salud mental: confinamiento, miedo y el futuro tras covid-19.
Entre sus publicaciones, destaca, Desigualdades. Mujer y sociedad, libro de reciente publicación que coordinó junto con Linda Manzanilla y Concepción Company.
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-Se ha dicho que esta es una pandemia especial por muchas razones, ¿qué la distingue?
Es un virus nuevo y las posibles soluciones no han funcionado del todo. Llegó muy rápido y tuvo gran impacto en los medios masivos. Vimos cómo, en los países europeos, en teoría con más recursos, les estaba costando trabajo enfrentarlo, había mucha muerte.
Esta situación empezó a provocar trauma en las personas, ansiedad y dificultad para manejar el estrés. Se fue aprendiendo en el camino y ese aprendizaje ha llevado a una mejor manera de responder, pero ha sido paulatino y todos los días enfrentamos algo nuevo.
Quizá lo último son los recontagios, las dificultades que presentan los sobrevivientes, en muchos casos, problemas respiratorios, pero también enfermedad mental grave y no sabemos si son duraderas o no.
El hecho de ser un virus nuevo nos ha puesto en una situación difícil, sobre todo porque ha sido un periodo muy largo.
Por alguna razón en América ha afectado de manera muy importante y la forma de la curva ha sido diferente, es decir, no hemos tenido esa disminución y tampoco la recaída, pero sí nos ha confinado durante demasiado tiempo y el impacto en la economía ha sido grave. Todo esto afecta a la salud mental.
-¿Cómo ha reaccionado la sociedad mexicana ante esta crisis?
Ha sido difícil. Buena parte de la población no ha podido atender las indicaciones porque vive en la informalidad y no puede estar en confinamiento si no hay medidas que le aseguren la sobrevivencia de las familias, entonces tienen que salir.
Esto ha hecho que las grandes ciudades se conviertan en focos más riesgosos. Y luego están las confusiones de si se usa o no la máscara. Hubo también, desde el principio, mensajes que no fueron claros.
Esto nos trae una enseñanza muy importante, la de conocer a la población a la que nos dirigimos, enviar mensajes adecuados e invertir en los determinantes sociales.
En este caso es muy claro, quienes se están muriendo son principalmente los que viven en comunidades con pobreza, las personas que están en condiciones de vulnerabilidad. Esa inequidad y esa disparidad que se ha observado en todo el mundo, en México es especialmente dolorosa.
-¿Qué porcentaje de la población mexicana presenta síntomas de enfermedad mental y cuáles son las más comunes?
Al principio hubo mucho miedo, ansiedad, síntomas depresivos. El confinamiento modificó los patrones de sueño. Luego ya no es solo el estrés agudo, sino crisis de ansiedad. La vulnerabilidad de la mujer se vio desde el primer mes.
Tuvimos un incremento importante de violencia y eso hizo que se incrementara la enfermedad. La violencia es el principal factor de riesgo para abuso de sustancias, depresión, suicidio, en fin, afecta mucho, sobre todo la violencia sexual es la que más daño ocasiona y fue la que empezó a darse en los hogares.
Entonces, cuando hay esos casos, tenemos estrés postraumático como otra de las enfermedades. Se estima que en México cinco por ciento de la población tiene depresión, pero ahora hemos encontrado síntomas depresivos y casos graves en el 30 por ciento de las personas.
Este crecimiento en la enfermedad mental es significativo y además es consistente en todo el mundo. Hay evidencia de que algunas personas que sobreviven desarrollan problemas graves que tienen que ver con la psicosis, con trastornos neuropsiquiátricos, epilepsia, afectaciones cognitivas y tenemos que ver cómo evoluciona eso. Todavía hay mucho que no sabemos.
-¿En qué situación se encuentra México respecto a la violencia de género?
Está entre los países con índices altos. En las comunidades que tienen alto nivel de conflicto, la violencia contra la mujer aumenta. La violencia sexual es la que más trastornos ocasiona en todos lados y nuestro índice es muy alto.
México tiene, además, otro riesgo y es que está muy normalizada la violencia. Eso hace que no tengamos suficientes albergues y a muchas organizaciones de la sociedad civil que manejaban estas situaciones se les dificultó continuar. Entonces, se nos junta un alto nivel de violencia, poca disponibilidad de servicios y una cultura que normaliza la violencia.
Otros dos factores que se vuelven importantes en el confinamiento es que se pierde la presencia de la familia que mitiga y quita la tensión, y lo mismo la presencia de los vecinos. También habría que hablar de los niños y las niñas, porque finalmente es en el hogar donde los abusos ocurren con más frecuencia.
-Coordinaste el libro Desigualdades. Mujer y sociedad, ¿qué hace falta para avanzar en la lucha por los derechos de las mujeres y la inequidad en México?
El libro pone sobre la mesa estas inequidades, lo que México está perdiendo por no incorporar a las mujeres en términos de productividad.
Silvia Giorguli habla de cómo el bono demográfico es de las mujeres y si sabemos aprovecharlo tendremos una oportunidad de desarrollo importante. Se habla también de crear conciencia sobre la necesidad de paridad, reconocer las diferencias entre hombres y mujeres, un trabajo más participativo de los hombres.
En la pandemia se ha visto que la carga para la mujer ha sido enorme. La Organización Mundial de la Salud mandó una alerta de cómo las mujeres tenían que ver por la casa, los hijos, el trabajo, ahora también ser maestras, y no hay razón por la cual estas tareas no se puedan compartir con el hombre.
Entonces, se manda la alerta pero no se establece ninguna solución práctica. El capítulo de Gina Zabludovsky estudia cómo cada grupo social tiene sus variaciones, pero al mismo tiempo hay una gran consistencia en la transversalidad donde las condiciones de discriminación e inequidad se suman.
Si eres mujer y eres pobre y vives en una comunidad indígena y además es una comunidad cerrada, te va peor. Compartimos muchos riesgos por el hecho de ser mujeres.
-Tras el largo periodo de confinamiento y la incertidumbre del futuro, ¿cuáles serían las recomendaciones?
Uno de los aspectos más claros ha sido la caída de la economía. Cuando vemos el índice de desempleo, la caída del poder adquisitivo, la pérdida de los lugares de trabajo y la dificultad de resolverlo a corto plazo, sabemos que dar el tratamiento a la enfermedad no es suficiente.
Al mismo tiempo, tenemos que trabajar con los determinantes sociales: la disminución de la inseguridad, de la violencia, y las medidas que nos permitan incorporar a las personas al trabajo para asegurar la sobrevivencia de las familias.
No podemos seguir viviendo en una sociedad en donde 8 de cada 10 personas que mueren son pobres.
Hay que ofrecer tratamiento de autoayuda de acuerdo con sus necesidades: cómo reducir su ansiedad, mitigar el estrés, ser creativos, innovadores, cuidar su salud para cuidar a los demás.
Trabajar mucho más en las resiliencias de las comunidades, y generar ese cambio porque tenemos que aprender a vivir con el virus, solo así vamos a sobrevivir.
-¿Cuál sería el pronóstico sobre los efectos de salud mental?
Tendremos mucha más necesidad de atención, no necesariamente de utilización de servicios, sino enseñar a la gente a usarlos.
En cuanto al miedo, algunas personas temen salir de sus hogares, algunas con ansiedad de salud grave. Después de eventos como sismos o huracanes lo que ayuda mucho es que la gente comience a hacer sus actividades diarias.
Pienso que debe haber una importante campaña para modificar la manera como vemos la enfermedad y generar empatía, solidaridad con quien no está en condiciones de regresar.
Y claro, garantizarle a todo mundo la seguridad en el trabajo y en los espacios porque si no garantizamos seguridad, tampoco va a ser fácil quitarles el miedo.
-¿Cómo ha incidido la cultura en estos tiempos de crisis?
Se han hecho aportaciones muy interesantes, los antropólogos, por ejemplo, generaron el término sindermia, es decir, tenemos más que una epidemia, porque es el covid-19, más la enfermedad mental, más las enfermedades crónicas no tratadas y los determinantes sociales, y algunas de estas se juntan en una misma persona.
Por otro lado, con el acceso a los medios hemos visto diferentes maneras de enfrentar la crisis en otras culturas. Hemos aprendido cosas como apostarle a la solidaridad de las comunidades, cuidarnos y cuidar a otros. Es lo que nos va a permitir salir adelante.
Perfil: María Elena Medina-Mora
- Nació el 3 de octubre de 1951 en Ciudad de México.
- Doctora en Psicología social por la UNAM, desde 2006 forma parte de El Colegio Nacional.
- Especialista en salud mental y adicciones, es directora de la Facultad de Psicología y miembro de la Junta de Gobierno de la UNAM.
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