Hay más de 8 mil millones de cerebros activos en este momento. Algunos nacen, otros mueren y ni en el punto final paran, al menos no de inmediato: se ha observado intensa actividad en varios neurotransmisores aún después de que el corazón deja de latir.
Ninguno es igual a otro, moldeados como plastilina , están marcados por la historia de vida, genética y tiempo. Un físico que busca traducir el comportamiento de las partículas, una astrofísica que trata de entender los secretos del nacimiento de las estrellas y una neurobióloga que ha contribuido en la comprensión de la discapacidad intelectual comparten como es que cuidan su materia prima y órgano central.
La música como estímulo
Mara Dierssen conoce al cerebro como la palma de su mano. Como Directora del laboratorio Neurobiología Celular y de Sistemas del Centro de Regulación Genómica (CRG) ha impulsado estudios terapéuticos centrado en la discapacidad intelectual y ha aportado conocimiento clave para la comprensión de enfermedades de base genética.
También disfruta hablar de neuroplasticidad, es decir, la capacidad que tiene el cerebro para cambiar y reorganizarse a nivel estructural y funcional en la vida, por ello MILENIO aprovechó para hacerle la pregunta: “¿Cómo cuida el órgano al que le ha dedicado la mayor parte de sus estudios?”.
“No lo cuido mucho”, soltó la científica antes de comenzar a reír. “Yo duermo muy poco y esas cosas, pero bueno, creo que lo cuido usándolo”.
Parece una respuesta obvia, pero diferentes investigaciones han demostrado que desafiar y estimular la mente puede mantener al cerebro en forma. Por ejemplo, a pesar de que Mara abandonó la carrera de piano para poder estudiar medicina, nunca dejó de tocar música, una herramienta que, según las investigaciones, brinda mejores resultados en pruebas cognitivas.
De acuerdo con Dierssen, la música es uno de los estímulos cognitivos más complejos que se le puede ofrecer al cerebro, no solo ayuda tocar un instrumento, investigaciones enfocadas en el tratamiento para el Alzheimer han reportado que quienes lo padecen reaccionan de forma muy potente a la música, sobre todo si se trata de piezas que ellos conocían.
Finalmente, la especialista asegura: “También influye mucho la actitud que tengas, es decir, yo creo que el ser positivo, eso ayuda mucho”, concluye.
Idiomas: otra forma de alimentar al cerebro
Estela Susana Lizano estudia cómo nacen, viven y mueren las estrellas de la galaxia. Sus investigaciones, realizadas desde 1996 hasta hoy, han sido fundamentales para descifrar cómo surgen estos astros.
Aunque su mente pasa la mayor parte del tiempo pensando en aquello que está fuera del planeta, a miles de millones de años luz, en una entrevista con este medio comparte otros de sus muchos intereses, algunos de ellos, benéficos para su cerebro.
“Yo creo que es importante ejercitarlo haciendo cosas que uno no hace. El hecho de que trabaje con ecuaciones y con la computadora está bien, pero tengo que usarlo distinto. Tendría que estudiar música, pero soy una nata, por eso, lo que me gusta es estudiar idiomas”
La ciencia confirma que aprender más de una lengua ajena a la nativa brinda diversas ventajas, entre ellas, la de frenar el envejecimiento acelerado, como asegura un estudio de Nature Aging publicado en noviembre de 2025.
Entre sus hallazgos, los neurólogos a cargo de la investigación notaron que aprender un idioma o más aumenta y mantiene la eficiencia de la velocidad de procesamiento, funciones ejecutivas, la memoria de trabajo y la recuperación de recuerdos.
Además, independientemente de otras variables —como el nivel educativo, sexo, problemas cardiacos o de visión— el multilingüismo tuvo un efecto protector que aumentaba de forma equivalente al número de idiomas que conocían los participantes.
“Implica un esfuerzo, no es lo mismo aprenderlo cuando uno es niño que cuando uno ya está grande, pero creo que eso me ayuda a desafiarlo con algo que no hago cotidianamente”
Algunos estudios reportan que los adultos mayores parecen ser más resistentes al envejecimiento cerebral debido a su reserva cognitiva, es decir, la capacidad para improvisar y encontrar maneras alternativas de realizar una tarea.
La reserva, señalan los especialistas, funciona como un "colchón de seguridad" que protege frente a la pérdida de neuronas ya que el cerebro encuentra diferentes vías para realizar una tarea, por lo que salir de vez en cuanto de la rutina puede ayudar al cerebro.
Azúcar, un acelerador de envejecimiento
Entre las más de 100 mil millones de neuronas y el millón de conexiones que se despliegan en el cerebro de Herrera Corral probablemente está el recuerdo de la primera vez que, junto con su equipo, pudo recrear las condiciones extremas que experimentó el universo temprano.
Quizá se encuentran las múltiples preguntas que se ha hecho sobre la materia, el tiempo y la energía. Como investigador asociado en el Centro Europeo de Investigaciones Nucleares (CERN) en Suiza, probablemente también esté grabado un mapa de los pasillos ubicados a varios metros bajo tierra, donde él y sus colegas han unido esfuerzos para desentrañar los secretos de las partículas elementales.
Herrera no solo ha contribuido significativamente al entendimiento del universo temprano, sino que además ha traducido la complejidad de su labor a través de la divulgación científica ¿Qué protege entonces al cerebro que resguarda todos estos datos e historias? Las respuestas parecen simples, pero efectivas.
“Reduciendo el consumo de azúcar”, dice el científico que sigue este consejo más por obligación que por convicción, como comparte durante una charla con MILENIO.
A pesar de su gusto por lo dulce, el físico de partículas hace bien ya que aunque el azúcar es el principal combustible del cerebro (funciones como el pensamiento, la memoria y el aprendizaje están estrechamente relacionadas con los niveles de glucosa) un exceso puede tener consecuencias negativas, según explica un artículo de Harvard Health.
Estudios centrados en animales han encontrado relación entre el exceso de glucosa y el envejecimiento celular, deficiencias cognitivas y de memoria. Asimismo, los niveles altos de este tipo de azúcar en sangre aumentan el riesgo de afectaciones en la conectividad funcional del cerebro.
Dejando de lado la dieta, el Dr. Herrera Corral añade: “también hay un poco de disciplina: una deformación profesional de emplear los tiempos de ocio de la manera más productiva posible. De educar a la mente para que piense cosas positivas. Todo eso que es casi una deformación profesional”.
LHM