El fin del mundo se ha predicho más de una vez: cartas, números, escritos, consultas al cielo y corazonadas son algunos de los métodos para señalar el último día de los humanos en la Tierra.
Son diversas las tradiciones ancestrales religiosas (como el judaísmo, el islam, el budismo o el cristianismo) en las que se plantea la llegada del apocalipsis, mismo que suele ser asociado con momentos de crisis sociales y políticas, así como con fenómenos naturales, siendo estos últimos, símbolo del que el final está a la vuelta de la esquina.
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En los últimos años han ocurrido una serie de eventos —como terremotos, plagas y hasta una pandemia— que han sido asociados con presagios. Sin embargo, desde la ciencia se ha encontrado que, más allá de hechos predestinados, estos son resultado de complejas interacciones, ya sea entre los humanos y su entorno, o bien, del propio ciclo del ecosistema.
Estos son algunos de los fenómenos naturales que debido a su magnitud e impacto, han sido asociados con creencias y supersticiones.
La pandemia
A finales de 2019 se comenzaron a presentar los primeros casos de una nueva enfermedad originada en la ciudad de Wuhan, China. En menos de un año ésta ya había sido detectada en diversos puntos del planeta, trayendo como consecuencia la crisis sanitaria más grave del siglo XXI y que, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), cobró la vida de casi 15 millones de personas en todo el mundo.
La pandemia ocasiona por el covid-19 desató una ola de contagios a nivel global, además de pánico que se propagó rápidamente, no sólo entre personas de muchos credos, sino también entre quienes no profesaban ninguno, pues muchos llegaron a asociar el coronavirus con el fin del mundo.
Gracias a la investigación científica se logró la decodificación del genoma del virus y la aprobación de las primeras vacunas en un lapso de tiempo sin precedentes, lo que permitió mitigar y controlar el avance del covid-19.
Incendios
La idea de que los tiempos finales se acercaban se agudizó con la llegada de otros fenómenos naturales. Entre 2019 y 2020, Australia sufrió una de las temporadas de incendios forestales más destructivas de su historia. Los incendios se iniciaron en junio de 2019, y se extendieron por varios estados del país, especialmente Nueva Gales del Sur, Victoria y Queensland.
La sequía, altas temperaturas, fuertes vientos y rayos fueron la receta perfecta para alimentar el fuego que arrasó más de 30 millones de hectáreas de terreno y se calcula que dejó sin vida a más de mil 250 millones de animales, como koalas, canguros y ornitorrincos. Los incendios también generaron una gran contaminación atmosférica, que afectó la calidad del aire.
En 2019 también se registraron siniestros en el Amazonas, la selva tropical más grande del mundo y que es considerada como el pulmón del planeta. Los incendios afectaron a varios países de Sudamérica, especialmente a Brasil, donde del 1 de enero hasta el 20 de agosto, se registraron más de 72 mil incendios, según cifras del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE), lo cual significó un aumento del 80% respecto al mismo periodo de 2018.
Plagas
En el mismo periodo (es decir, entre 2019 y 2020), varios países de África y Asia sufrieron una plaga de langostas del desierto, que se considera la peor de los últimos 70 años.
La situación rápidamente fue asociada con los castigos divinos que Moisés envió contra Egipto en el Antiguo Testamento. Sin embargo, los expertos dieron otra explicación: la invasión tenía su origen en el cambio climático, mismo que había desembocado en una inusual actividad de ciclones en el Océano Índico.
El aumento de humedad en la región propició las canciones perfectas para que una de las plagas migratorias más antiguas del mundo se reprodujera a gran velocidad.
Estos insectos que se alimentan de plantas pueden formar enjambres de millones de individuos. De acuerdo con la OMS, cada enjambre de langostas de un kilómetro cuadrado consume la misma cantidad de alimentos diarios que unas 35 mil personas.
En esta ocasión afectaron a más de 20 países, entre ellos Etiopía, Kenia, Somalia, India y Pakistán, poniendo en riesgo la seguridad alimentaria de más de 40 millones de personas, según información del la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés).
Cabe señalar que un año después de los incendios, las granjas del sureste de Australia comenzaron a sufrir una plaga de ratones que fue descrita como “incontrolable” para los habitantes de la región, quienes llegaron a asegurar que atrapaban hasta 600 ratones en una noche. Ambas plagas estuvieron asociadas con las alteraciones medioambientales que ha ocasionado el cambio climático.
Grandes terremotos
Desde la antigüedad y en diversas religiones, los sismo han sido asociados con el fin del mundo, por ejemplo, en la biblia el versículo Lucas 21:11 señala que cuando llegue el final: “Habrá grandes terremotos y, en un lugar tras otro”.
Sin embargo, actualmente se sabe que la corteza terrestre es un lugar activo y los terremotos siempre están sucediendo en alguna parte del mundo debido al movimiento de las placas tectónicas.
Apenas en febrero de este año dos potentes terremotos, de magnitud 7.8 y 7.5, respectivamente, dejaron miles de muertos y una enorme devastación en Turquía y Siria.
Aún pese a los estragos que ambos movimientos telúricos provocaron, estos no son considerados los de mayor magnitud que ha experimentado la tierra, de hecho, el más fuerte del que se tiene conocimiento ocurrió en Chile el 22 de mayo de 1960 y fue magnitud de 9.5.
Cuando las aguas se tiñen de rojo
Recientemente un video le dio la vuelta al mundo causando alarma, supuestamente en él se podía apreciar al río Nilo teñido de rojo, lo que rápidamente recordó el pasaje de la biblia en el que las aguas de este cuerpo de agua son convertidas en sangre.
Sin embargo, poco después se confirmó que el lugar que se podía ver en las imágenes no era el cuerpo de agua ubicado en Egipto, sino que se trataba de un lago localizado en Chile y que lleva por nombre Laguna Roja, por el característico color que posee, mismo que está asociado a una especie de algas y la temperatura de sus aguas.
Si bien en esta ocasión se trató de una noticia falsa, lo cierto es que sí se han presentado casos en los que el agua se torna color rojo, como ocurrió en el lago Urmía, ubicado en el norte de Irán: fue en 2016 que el agua pasó de verde esmeralda a un color carmín.
En aquel entonces los científicos explicaron que la metamorfosis del agua se dio debido a que microorganismos pertenecientes a una familia de algas que vivían ahí sufrieron un cambio luego de que aumentara la concentración de sal en el lago.
LHM