Entre 1917 y 1928, una extraña pandemia cobró la vida de al menos un millón de personas y dejó a otras casi cuatro millones en un estado catatónico o de semi-inconsciencia que muchos describían como la enfermedad de las “estatuas vivientes".
De acuerdo con BBC News, la pandemia se extendió por todo el mundo después de la Primera Guerra Mundial (1917) y muchos de los afectados permanecieron así durante muchos años, hasta que a fines de la década de los 60 lograron “despertarlos” gracia a un experimento de Constantin von Economo.
El médico realizó varias pruebas hasta entender el funcionamiento cerebral y la causa de la enfermedad que tiempo después recibió el nombre de encefalitis letárgica o enfermedad del sueño.
“Hemos tenido la oportunidad de observar una serie de casos en la clínica de psiquiatría que no satisfacen los criterios de nuestros diagnósticos habituales. A pesar de ello, muestran una similitud en la forma de inicio y su sintomatología que nos fuerzan a agruparlos en una sola entidad clínica”, escribió Constantin von Economo.
Los que sufrieron la afección tenían síntomas como fiebre, temblor, debilidad y quedaron en un estado de sueño del cual no podían despertar.
“En Suiza, una novia se quedó dormida en el altar; en Francia, ni los dolores de parto despertaron a una madre”, informó la BBC en ese entonces, cuando estaba iniciando operaciones como medio informativo.
Música como solución
Además de los estudios de von Economo, el neurólogo británico Oliver Sacks propuso a la música como una técnica alternativa y pusieron a prueba sus teorías con los pacientes del hospital Beth Abraham en el Bronx, Nueva York.
Al tocar un piano junto a los pacientes inmóviles notó que éstos respondían a los estímulos y que había signos de conciencia.
“Cuando tocaban una melodía, algunos se levantaban y bailaban. Así que había algo de música que penetraba y estimulaba su sistema motor hasta el punto de ponerse en acción”, recordó la doctora Concetta Tomaino, directora y cofundadora del Instituto de Música y Función Neurológica en Nueva York.
Retomando los estudios de Constantin von Economo, la doctora Tomiacno y Oliver Sacks se dedicaron a perfeccionar sus técnicas de musicoterapia y sus efectos neurológicos.
“Los pacientes parecían catatónicos, parecía que estaban en un estado vegetativo, pero cuando los acercaba a la música veías que estaban mentalmente presentes”, dijo la doctora.
A lo largo de los años se trató a los afectados con otros tratamientos y se popularizó el uso del medicamento L-Dopa; sin embargo, su efecto no duraba mucho tiempo y la salud de los pacientes empeoró, por lo que la musicoterapia siguió siendo un tratamiento para la afección.
DIGL