En últimas fechas, la Tierra ha alcanzado temperaturas excepcionalmente altas, pues todos los meses desde junio de 2023 hasta el pasado septiembre han batido récords. El clima ha estado incluso más cálido de lo que esperábamos los climatólogos. Las temperaturas medias de los últimos 12 meses han estado por encima del objetivo fijado por el Acuerdo Climático de París: mantener el calentamiento global por debajo de los 1.5 grados Celsius sobre los niveles preindustriales.
Sabemos que las actividades humanas son en gran medida responsables de los aumentos de temperatura a largo plazo, así como de la subida del nivel del mar, el aumento de las precipitaciones extremas y otras consecuencias de un clima que cambia rápidamente. Sin embargo, el inusual repunte de las temperaturas globales a partir de mediados de 2023 parece ser mayor de lo que predijeron nuestros modelos (aunque en general se mantengan dentro del rango esperado).
Aunque ha habido muchas hipótesis parciales (nuevas normas sobre combustibles bajos en azufre para la navegación marítima, una erupción volcánica en 2022, menores emisiones de aerosoles en China y un comportamiento quizá distinto de El Niño comparado con el pasado reciente), seguimos lejos de llegar a una explicación consensuada a más de un año de haber notado por primera vez las anomalías. Y eso nos inquieta.
¿Por qué tardamos tanto los climatólogos en abordar estas cuestiones? Resulta que no disponemos de sistemas para explorar la importancia de los fenómenos climáticos a corto plazo en un tiempo real. Pero los necesitamos urgentemente. Ya es hora de que las agencias científicas gubernamentales proporcionen actualizaciones más oportunas en respuesta a los rápidos cambios del clima.
Datos anacrónicos
Los pronósticos meteorológicos se generan con regularidad sin importar las condiciones. Los científicos que realizan atribuciones casi en tiempo real para los fenómenos climáticos extremos también son capaces de reaccionar con rapidez para determinar el efecto del calentamiento global en cualquier nuevo acontecimiento.
Pero la investigación científica sobre el clima suele trabajar más en ciclos de alrededor de siete años para elaborar informes que resuman la evolución de la ciencia sobre los cambios climáticos a largo plazo. Los datos que se incluyeron en la última ronda de simulaciones con modelos climáticos se basan en observaciones que solo abarcan hasta 2014, por lo que no reflejan cambios recientes como nuevos controles para la contaminación, erupciones volcánicas o incluso los efectos del covid. Del mismo modo, las previsiones se ciñen a escenarios que eran comunes a principios de la década de los años 2000. Los negocios (y todo lo demás) han cambiado mucho desde entonces.
Como consecuencia de todo esto, se abrió una brecha entre lo que desean el público en general y los responsables de formular políticas y lo que hay a su disposición.
Para solucionarlo, tenemos que crear una mejor manera para que los modelos climáticos reflejen las nuevas observaciones. Eso significa una recolección de datos más exhaustiva y rápida a través de satélites, mediciones en campo y estadísticas económicas, que los analistas luego puedan convertir para usar en los modelos climáticos y meteorológicos. Esto debe ir acompañado de un compromiso por parte de los aproximadamente 30 laboratorios en todo el mundo que mantienen los modelos del sistema climático de la Tierra de actualizar sus simulaciones cada año de modo que reflejen los datos más recientes.
En la actualidad, parte de la información que se incluye en los modelos climáticos tarda años en producirse. Por ejemplo, mientras que los datos sobre los niveles de gases de efecto invernadero y la energía procedente del Sol están disponibles a las pocas semanas de tomarse sus observaciones, las emisiones de contaminantes atmosféricos industriales y agrícolas deben estimarse a partir de datos económicos, y estos pueden tardar años en recopilarse y procesarse.
Los científicos deberíamos poder proporcionar estimaciones “suficientemente buenas” de estos insumos con mayor rapidez, utilizando supuestos razonables. Del mismo modo que los analistas económicos actualizan con frecuencia las estadísticas tras un anuncio inicial, como un informe trimestral sobre el empleo, los científicos podrían proporcionar datos sobre las emisiones industriales de contaminantes, la actividad del Sol, los impactos de los volcanes y los niveles de gases de efecto invernadero en dos o más vías paralelas: una estimación inicial que use todos los datos disponibles con rapidez, y una estimación totalmente revisada más adelante, una vez que se disponga de más datos.
Financiación sostenida
Creemos que el objetivo de analizar los datos en menos de seis meses se puede alcanzar si los laboratorios de recopilación de datos y modelización climática le dan prioridad. Esto implica un pequeño cambio por parte de las agencias estadunidenses, como la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica y el Departamento de Energía, y de agencias internacionales como Copernicus, el proveedor europeo de servicios climáticos, hacia una financiación sostenida en lugar de subvenciones puntuales para la investigación.
Otros grupos, como los meteorólogos, también podrían aprovechar este nuevo flujo de datos. Al momento de hacer pronósticos estacionales o a más largo plazo, tampoco trabajan con la información más actualizada y podrían utilizarla para mejorar los pronósticos.
El público también se beneficiaría de un conocimiento más definitivo de lo que ocurre con el clima. Los gestores de recursos hídricos y los planificadores urbanos podrían tener más confianza de que los escenarios y las proyecciones que utilizan son los más actuales, lo que les ayudaría a evitar subestimaciones o preparativos excesivos para enfrentar futuros cambios. Si las proyecciones climáticas estuvieran mejor calibradas con respecto a los cambios recientes, podríamos reducir la gama probable de impactos futuros.
Parte de la preocupación que la gente siente ante el cambio climático proviene de la sensación de que las cosas están fuera de nuestro control, que el clima está cambiando más deprisa de lo que nosotros podemos adaptarnos. Sin embargo, muchos de los riesgos más terribles no residen en los resultados más probables, sino en las peores posibilidades, por ejemplo, el colapso de la capa de hielo de la Antártida Occidental, o la desecación del Amazonas y otros posibles puntos de inflexión. Pero hay muchas cosas que no sabemos sobre si esos puntos de inflexión ocurrirán y cuándo.
La buena noticia es que la ciencia del clima podría agilizar la comprensión de los cambios tan veloces que estamos observando en el mundo real, incorporarlos a nuestras proyecciones del futuro y, con suerte, reducir esa incertidumbre.
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