Tras tres semanas de investigación en aguas del Golfo de México, frente al puerto de Veracruz, el barco Arctic Sunrise de Greenpeace dejó las costas mexicanas con un mensaje: “Arrecifes sí, gasoducto no. Fuera TC Energy de los mares mexicanos”, en contra de la ampliación del ducto submarino que promueve la Comisión Federal de Electricidad y una empresa extranjera.
Una manta con dicho mensaje fue colocada en el barco de la organización para alertar los efectos que tendrá el gasoducto Puerta al Sureste, cuya aprobación se encuentra en evaluación y que está proyectado para ser construido en cualquier momento a fin de entrar en operaciones en 2025.
Este nuevo gasoducto sería la extensión del gasoducto Sur de Texas-Tuxpan, actualmente el único del tipo marino que existe en México. Según la información disponible, esta construcción será también bajo el agua.
En el sitio web de TC Energy, la empresa canadiense (antes conocida como TransCanada) presume que el gasoducto Sur de Texas-Tuxpan incrementó en un 40 por ciento la capacidad de importación de México.
“Los gasoductos de TC Energy son vendidos como la posibilidad de incrementar la capacidad de México de comprar o importar gas, pero en realidad lo que subyace en declaraciones como esa, tanto de la compañía como de sus voceros, es que México sea cada vez más dependiente del gas fósil extraído en Estados Unidos.
“La supuesta soberanía es eso: un supuesto, ya que con este tipo de proyectos, dependeremos cada vez más de las importaciones de Estados Unidos”, mencionó Pablo Ramírez, campañista de clima y energía de Greenpeace México.
Se trata de gas fósil traído directamente desde la Cuenca del Pérmico, una de las bombas de carbono más importantes del continente, desde donde se extrae este combustible utilizando fracking, lo que ha derivado en afectaciones al medio ambiente y diversos problemas de salud para distintas comunidades en Texas y Nuevo México. El metano es un potente gas de efecto invernadero y su poder de calentamiento es 80 veces mayor que el dióxido de carbono.
Se estima que, de todas las emisiones de gas metano liberados a la atmósfera, el 26 por ciento provienen del sector de minas y sistemas de petróleo y gas (extracción y transportación del gas).
El gasoducto Puerta al Sureste buscará conectar esta infraestructura con megaproyectos como la refinería de Dos Bocas, el Tren Maya, dos centrales de ciclo combinado en la península de Yucatán, las terminales de licuefacción de Salina Cruz y Coatzacoalcos. Todo esto con el objetivo de exportar gas licuado al corredor industrial transístmico, así como a Europa y Asia.
“Hace unos días concluimos la investigación científica para entender y proteger los ecosistemas arrecifales veracruzanos. Es urgente proteger estos ecosistemas para la vida marina y para la vida de las comunidades pesqueras, cuya subsistencia depende de ecosistemas sanos y equilibrados.
“La presión de la construcción de un gasoducto, más el cambio climático y los accidentes que sucederán —porque son inevitables— ponen en riesgo a los ecosistemas y la vida en el Golfo de México”, declaró Viridiana Lázaro, coordinadora de la Investigación de Greenpeace México a bordo del Arctic Sunrise.
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Los accidentes y explosiones relacionados con infraestructura de gas fósil han sido documentados desde hace décadas, tanto si se trata de gasoductos marinos como terrestres. Aunado a ello, se suman todos los impactos negativos que conlleva su extracción: es imposible separar los efectos que tiene el fracking en la región de la Cuenca Pérmica (en calidad del aire; microsismisidad; problemas de salud pública como cáncer y enfermedades respiratorias; contaminación del agua, entre otros), de los efectos de transportar y consumir gas. El gas que compra México afecta profundamente a las comunidades en Texas, en donde existen movimientos indígenas luchando por acabar con la extracción y los gasoductos en su territorio.
“Desde Greenpeace México seguiremos exigiendo a TC Energy que salga de nuestro país. No los queremos ni con sus gasoductos terrestres, ni con sus gasoductos marinos. Al gobierno mexicano le exigimos que, a través de la Agencia de Seguridad, Energía y Medio Ambiente (ASEA), no apruebe dicho proyecto que pone en riesgo a los ecosistemas arrecifales, a la vida de las comunidades costeras en Veracruz y Tabasco, y a la biodiversidad que alberga el Golfo de México.
“No podemos seguir dependiendo de la importación de gas. Tenemos que transitar urgentemente a formas de energía sustentables y que proporcionen opciones a las familias mexicanas”, concluyó Pablo Ramírez.
Según la organización, el gas fósil no es un gas limpio como ha querido venderlo la industria. En México, el sector petróleo y gas es responsable del 9.61 por ciento de las emisiones de metano, de acuerdo al Inventario Nacional de Gases y Compuestos Efecto Invernadero (2021).
México firmó el methane pledge (compromiso sobre metano) en Glasgow en 2021, que lo compromete a reducir sus emisiones de metano en 30 por ciento para 2030, además de que también se ha comprometido a reducir las emisiones de metano de Pemex en un 98 por ciento para 2024.
Sin embargo, desde la década de 2010, ha existido una importante expansión de megaproyectos de infraestructura gasífera, principalmente privados. Esto ha generado que el gas sea el combustible que más ha crecido en los últimos años y que sea la principal fuente de generación eléctrica en México, representando el 58 por ciento del total de electricidad.
LP