Aún es de madrugada y ya es hora de navegar. Una espesa neblina cubre los acantilados, mientras los pescadores ya están en el mar, revisando sus jaulas con la esperanza de que varias langostas hayan quedado atrapadas. Pronto los dejamos atrás, la panga en la que viajo sigue con el objetivo de rodear los 270 kilómetros cuadrados de esta isla y conocer el santuario del tiburón blanco.
Cruzamos una zona de “olas salvajes” que salpican la ropa. Por fortuna, un acogedor juego de luces comienza a reflejarse en las rocas y disipa la neblina que nos rodea, anunciando la llegada del astro rey que nos quita el frío y permite admirar la maravilla de esta isla de origen volcánico, rodeada de agua cristalina.
Estoy en la Reserva de la Biosfera Isla Guadalupe, la isla más alejada al noroeste del territorio mexicano, hogar de una gran variedad de especies de flora y fauna, marinas y terrestres, el principal sitio de agregación del tiburón blanco en México. El lugar donde cada año –de junio a diciembre–, se reúnen cientos de tiburones adultos de hasta seis metros de longitud para alimentarse.
En los últimos años su población está creciendo. La Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) ha elaborado un catálogo de al menos 450 tiburones blancos identificados; pero se estima que se congregan entre 120 y 160 individuos al año.
Esta es la historia de un reducido pero valiente grupo de hombres que se sumerge en las aguas del “temido” tiburón blanco, para llevar a cabo la captura de moluscos –del que dependen económicamente–, en una isla de inigualable belleza escénica. Y de suma importancia para la soberanía, pues a partir de este sitio México obtiene su Zona Económica Exclusiva, es decir, la delimitación que existe entre países para llevar a cabo actividades de pesca.
La Isla Guadalupe se encuentra a una distancia de 360 kilómetros del puerto de Ensenada, Baja California. Existen dos formas de llegar: el camino largo es un viaje que se puede prolongar hasta una semana, a bordo de un barco de la Marina sobre mar abierto, que cada mes llega a la isla con provisiones para sus habitantes; el corto es en avioneta, en un vuelo particular que dura casi hora y media.
¿Dónde está la Isla Guadalupe?
El estigma que pesa sobre el tiburón blanco
A la isla solo se permite el ingreso a miembros de la cooperativa local de pescadores y a guardaparques de la Conanp, así como a investigadores y miembros de organizaciones ambientalistas; en mi papel de periodista, se me autoriza visitarla junto con dos guardaparques: Donaxi Borjes y Daniel Martínez. La vista desde el cielo es espectacular, un mar de nubes la cubre por completo y, conforme se acerca el aterrizaje, alcanzo a ver uno de sus lados, la “punta norte”, el sitio donde se agregan los tiburones.
Aquí las actividades turísticas no están permitidas, solo habita personal de la Marina y una pequeña comunidad de unas 140 personas. Son familias que se dedican a la pesca artesanal de langosta por medio de jaulas y de los moluscos conocidos como abulón, que se obtienen por medio de buceo; se le llama artesanal porque no emplean tecnología, sino que utilizan artes de pesca tradicionales con un menor impacto para las pesquerías.
Estos habitantes conforman la Sociedad Cooperativa de Abuloneros y Langosteros de Isla Guadalupe, conformada por 21 socios y 28 trabajadores. Por estas fechas, solo unas 50 personas se encuentran en la isla, debido a que el resto tiene que realizar diversas actividades en la ciudad de Ensenada, con la que mantienen un constante ir y venir debido a que ahí comercializan su producción pesquera.
Actualmente, nueve osados buzos se sumergen en las aguas del tiburón blanco: Ezequiel Estrada, Alan Muñoz, José Salazar, Alejandro Estrada, César Cortés, Juan Manuel García, Ángel Efrén García, Luis Armando Pedrín y Alfonso Urías; hombres que viven en la isla desde hace unos 30 años, ya que desde niños fueron traídos por sus padres y en su adolescencia comenzaron a pescar.
A algunos les ha tocado la fortuna –y no desgracia– de pescar frente a los ojos del gran depredador. Estos buzos lo hacen con tanto respeto y cuidado, que nunca en estas aguas se ha registrado un accidente mortal en más de 70 años que se realizan actividades de pesca artesanal, según cuentan los propios pescadores que han vivido esos encuentros y han salido ilesos para contarlo.
Los pescadores de Isla Guadalupe echan abajo el estigma que pesa sobre esta especie, una mala imagen infundida en parte por la película Tiburón de Steven Spielberg, que fue estrenada en 1975, en la que un escualo repentinamente ataca y destroza a bañistas de una playa en Estados Unidos.
En el mundo se conocen cuatro lugares importantes donde se congrega el tiburón blanco: Western Cape en Sudáfrica; las islas Farallón en Estados Unidos; Port Lincoln en Australia y la Isla Guadalupe en México. Los estudios hablan de que la especie presenta un comportamiento conocido como “fidelidad al sitio”, ya que los adultos regresan a los mismos sitios de agregación.
Cada año, regresan a Isla Guadalupe después de migrar hacia aguas oceánicas, llegando incluso hasta Hawái. El especialista Omar Santana Morales explica, en entrevista para DOMINGA, que para el tiburón blanco la isla representa un sitio de descanso, “ una estación donde puede alimentarse y posiblemente aparearse”.
¿Dónde ver tiburones blancos?
El tiburón blanco es una especie amenazada
El tiburón blanco está catalogado como especie amenazada en México, está prohibido capturarla o retener alguna de sus partes. A nivel internacional, está catalogada como vulnerable por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, y su comercio está regulado por la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre.
De acuerdo con el “Programa de Acción para la Conservación de la Especie: Tiburón blanco” de la Conanp, entre las mayores amenazas que enfrenta la especie en México está la captura incidental de ejemplares recién nacidos y juveniles, especímenes de tallas pequeñas quedan atrapados en las redes de fondo.
En su conservación se involucran diversas instituciones como la Conanp, la Secretaría de Medio Ambiente, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, la Comisión Nacional de Pesca, así como instituciones educativas como el Centro de Investigación Científica y de Educación Superior, el Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas del Politécnico, y organizaciones ambientalistas como la World Wildlife Fund.
El pueblo que no le teme al tiburón blanco
El traslado a la comunidad toma unos 45 minutos. Un poblado de apenas una treintena de casas, tiene gimnasio, una cancha con pasto sintético, capilla, escuela de educación básica e instalaciones para el procesamiento de la producción de la langosta y el abulón, además de un aula multiusos. La comunidad combina casas de ladrillo y madera al pie de un enorme acantilado, que le brinda protección de los fuertes vientos, en medio de la nada.
Tras el viaje, Mónica Aburto y su esposo Eduardo García nos reciben en su domicilio para comer, nos ofrecen la pesca del día: langosta frita y ceviche de pescado. Me cuenta que llegó a los 14 años a la isla y ya suma 28 viviendo aquí con su esposo pescador. Sus dos hijos mayores ya viven en Ensenada, pero el adolescente sigue con ellos.
–Soy una de las que le encanta vivir en este lugar por la tranquilidad, sí, a veces hay escasez por las provisiones, pero qué más nos puede dar el mar sino alimento fresco.
–Hábleme del tiburón, doña Moni, ¿lo ha visto?
–Esa es una especie tan hermosa que siempre me ha gustado; me siento bien bendecida cuando lo veo, yo siento que ahí Dios me habla, cuando él me permite ir al mar y ver los animales tan bonitos, porque no nomás es el tiburón lo que puedes disfrutar en este lugar, puedes disfrutar los delfines a un lado de tu panga, pasan las tortugas caguama.
La fauna marina de la Isla Guadalupe
Su compañero Javier González se encarga de freír las langostas, tras degustar el platillo me cuenta que su hermano, Ezequiel, es uno de los buzos que más encuentros ha tenido con el tiburón blanco. Lo llama para que venga a contarme su historia.
–Estás trabajando, haciendo el trabajo normal y de repente, cuando menos piensas, te sale por un lado el tiburón, ¿qué serán?, como unos 5-6 metros de distancia, a veces menos, unos 3 metros– dice Ezequiel, quién es buzo y capitán de su propia embarcación.
Ezequiel fue traído a la isla junto con su hermano, cuando tenía 6 años. Para los hombres, aquí no hay otra actividad más que la pesca, por lo que comenzó a bucear a partir de los 17 años, así que hoy a sus 33 años ha experimentado 10 encuentros con el tiburón blanco; afortunadamente, en ninguno han resultado lesionados.
–Sí te asustas, la verdad; la primera vez que lo miré me asusté y mi reacción fue esconderme, había unas piedras más altas y ahí como que me escondí poquito, nada más me dio dos vueltas y ya luego se alejó– relató el joven.
–¿Cuándo fue la última vez que tuviste una interacción?
–Hace poco, antes de terminar la temporada [de enero a julio], me pasó a unos ocho metros; estaba buscando abulón, estaba en unas piedras altas y me metí a una cueva. Ya cuando iba saliendo miré hacia lo hondo e iba pasando por enfrente, cuando lo miré dije ‘ay qué onda’ y me esperé. Te acostumbras a verlo, la primera vez que lo vi, sí mi reacción fue esconderme, pero no hay que perderlo de vista hasta que se aleje.
Ezequiel muestra que tiene tatuado al escualo, “por respeto, un animal de respeto”. Él y otros habitantes de la Isla Guadalupe saben que están en el hábitat del tiburón y hay que respetar su hogar. Las personas de la isla hablan también de un cariño por la especie.
Omar Santana Morales, un investigador dedicado al estudio del tiburón blanco, director de la asociación civil Ecología, Cielo, Mar y Tierra, que ha realizado varios estudios científicos sobre la especie, explica que, para atacar a sus presas, los tiburones blancos siempre aprovechan el “factor sorpresa”, es decir, atacan inesperadamente; pero las aguas cristalinas que rodean a la isla permiten que los escualos no pasen inadvertidos frente a los ojos de los buzos pescadores.
El experto destaca que, con los años, los buzos de Isla Guadalupe han desarrollado estrategias que les permiten saber cómo actuar durante la inmersión. “Tirarse al fondo [marino], abrazar una piedra o estar mirándolo, eso es importante”, dice. En los últimos años, se ha reportado la presencia de tiburones blancos en Sonora; de 2019 a la fecha, cuatro buzos pescadores han sido mordidos por tiburones blancos, perdiendo la vida.
Isla Guadalupe también es hogar del lobo fino
La Reserva de la Biosfera Isla Guadalupe es hogar de una gran variedad de especies que no se encuentran en ningún otro lugar, como el “lobo fino de Guadalupe” (Arctocephalus townsendi), que para 1920 llegó a considerarse extinto, tras la feroz cacería que realizaron flotas extranjeras entre los siglos XVIII y XIX para aprovechar su peluda piel. Piel que ahora cientos y cientos de lobos calientan bajo los primeros rayos de sol.
Mientras avanzamos alrededor de la isla, me toca mirar y admirar a la descendencia de aquellos lobos que lograron sobrevivir a la matanza. ¿Cómo lo hicieron?, ¿se ocultaron entre las cuevas y riscos? ¿por cuánto tiempo tuvieron que llevar una vida sigilosa?, ¿hubo un líder en esa rebelión por preservar su vida y la de toda una especie?
Tras más de 20 años sin registros, fue hasta 1959 que se reportaron los primeros 90 ejemplares, y a partir de ese valiente grupo, hoy la especie está en recuperación, aunque con nuevas amenazas como el cambio climático, que implica una disminución de sus presas provocando que, en época de crianza, las madres se alejen cada vez más y las crías mueran de inanición por la espera.
Hace unos tres meses nacieron las crías de la temporada, así que el paisaje es enternecedor, las madres vocalizan para comunicarse con sus criaturas, las cuales responden con sonidos que asemejan al llanto y griterío de bebés en algún festival de guardería.
La prohibición del buceo en jaula
En la Reserva de la Biosfera Isla Guadalupe, durante 20 años se realizó la observación de tiburón blanco dentro de jaulas, hasta que la sociedad cooperativa de pescadores denunció que dicha actividad estaba poniendo en riesgo su integridad física. El comportamiento del escualo estaba cambiando, debido a las malas prácticas de embarcaciones turísticas, que lanzaban un exceso de atrayentes, como cebos de atún para lograr la observación. Los pescadores acusan que el tiburón se estaba volviendo agresivo, y no sólo representaba un riesgo para los buzos dentro del agua, sino que comenzaba a atacar las pangas en busca de comida fácil.
La Conanp prohibió la observación de tiburón blanco el 9 de enero de 2023. A casi dos años, los pescadores y buzos siguen avalando la medida, la actividad turística sólo beneficiaba a empresas particulares. En 2016 se reportó un ejemplar herido; mientras que, en 2019, otro tiburón ingresó a una jaula, resultando con graves lesiones que provocaron su muerte.
—Cuando hacían eso, aventaban mucho atún con sangre, pues el tiburón se ponía agresivo. Cuando era temporada de langosta, el tiburón ya nada más miraba una embarcación y pensaba que le íbamos a aventar atún, y cada vez se pegaba más y nos tiraba mordidas a la propela del motor. Me tocó dos veces eso y me tenía que alejar más a la orilla porque se ponía agresivo— dice Ezequiel.
Javier González recuerda que hace 17 años, era muy difícil poder tomarle una fotografía: “Lo mirábamos a 10 metros y, cuando nos acercábamos, se sumergía. Ahora donde nos paremos me aparece un tiburón y hasta dos. Buceando es otro cuento, eso se ha convertido en un alto riesgo para los pescadores de Guadalupe”.
La Reserva de la Biosfera Isla Guadalupe fue decretada en 2005, para conservar su biodiversidad única, reconocida por su alto nivel de endemismos y por la integridad de sus ecosistemas que ofrecen refugio y alimentación a un gran número de especies.
Javier considera que la prohibición de la observación de tiburones, “es lo mejor que ha podido pasar aquí, ya no tener a esas embarcaciones [turísticas] sí modificó el comportamiento del tiburón y ha representado mucho riesgo para mis compañeros al trabajo, que hacemos de manera artesanal, sin protección debajo del agua”.
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Llegamos a “punta norte”. Nuestro capitán, Jorge Castro, explica que en la época en que se realizaba la observación en jaulas, en este sitio se reunían hasta unos 10 yates con turistas a bordo que pagaban entre 3 mil a 5 mil dólares para realizar la inmersión dentro de la protección de la jaula. A casi dos años de la prohibición, el cambio se nota. Nuestra lancha permanece frente al pie de un acantilado colonizado por mamíferos marinos; ha pasado más de una hora, a la espera de poder divisar algún escualo, pero no corremos con suerte.
La población de tiburón blanco ha aumentado en Isla Guadalupe
De acuerdo con sus investigaciones, Omar Santana considera que los tiburones no se estaban volviendo agresivos por la actividad turística, aunque precisó que los atrayentes que lanzaban sí les provocaba un frenesí. El monitoreo biológico que realizó, de 2014 a 2019, indica que la población de tiburones ha aumentado. En los primeros años de su estudio, comenzó con un registro de 25 individuos al año, y para los últimos años se reportaba el doble.
“Empezaron a llegar tiburones blancos juveniles o más pequeños, los cuales son más inquisitivos, están realizando movimientos más rápidos, lo que para los pescadores era una especie de acoso o peligro. Eso era lo que nosotros estábamos detectando en su momento, y sí, eso es un peligro para los pescadores”, resaltó.
“Creemos que el aumento de tiburones blancos en Isla Guadalupe se debe más a una recuperación de la propia población del tiburón blanco, y a un reajuste o reacomodo de la población. Porque el aumento que vimos fue de juveniles, los cuales originalmente están más en la península y aparentemente estos empezaron a migrar a Guadalupe”.
Israel Popoca Arellano, director de la Reserva de la Biosfera Isla Guadalupe dice que este territorio “es una isla muy sensible en el Océano Pacífico, ya que ha sufrido más de 100 años con impactos de especies invasoras, apenas la isla está en su plena recuperación, en su porción terrestre”.
Después de todo este viaje, en mi cabeza sólo ronda la duda, ¿a los tiburones les gusta la carne humana? El experto Omar Santana responde contundentemente que no, en los casos mortales de Sonora, el tiburón “jamás se ha comido a un humano”.
“El tiburón, como no tiene manos, prueba. En el caso de Sonora, la propia maniobra del buzo es un atrayente para el tiburón, por los ruidos que hace, y además, no hay visibilidad, él escucha un ruido que parece una presa en situación vulnerable y usa la boca para saber qué es. Jamás se ha alimentado de estos ataques, porque a los días se encuentran las partes del cuerpo. Ahí te das cuenta de que sólo fue una mordida de prueba”.
GSC/ASG