¿Por qué lloramos?

The New York Times

Sabemos de qué están hechas las lágrimas, qué mecanismos se activan para generarlas y por qué producirlas ayuda a sentirse mejor, pero aún ignoramos por qué nuestra especie es la única que posee “llanto emocional”.

Los animales lloran vocalmente: sus lágrimas tienen la función de lubricar y no expresan angustia o sufrimiento
Dana G. Smith y Dominic Kesterton
The New York Times /

Otras especies producen lágrimas, pero las de humano son las únicas que, según los científicos, emergen sistemáticamente no solo para lubricar y proteger los globos oculares, sino también para expresar emociones, como después de sufrir una ruptura, en las ceremonias de graduación y ver una película triste.

Aunque son una de las pocas cosas que nos hacen distintivamente humanos, en muchos sentidos, las lágrimas emocionales siguen siendo un enigma. La investigación ha revelado que nuestras emociones son aún más complicadas de lo que los neurocientíficos pensaban; no existe una zona del cerebro responsable de los sentimientos de tristeza o ira, por ejemplo. Y los científicos aún no han escaneado el cerebro de las personas para ver qué ocurre cuando lloran.

Aun así, se han hecho algunos progresos para ayudarnos a entender las lágrimas humanas: comprender de qué están hechas, por qué las generamos (algunos más que otros) y por qué producirlas puede ayudarnos a sentirnos mejor

Lubricar y proteger

Prácticamente cualquier criatura que tenga globos oculares produce dos tipos de lágrimas: basales y reflejas. Las basales mantienen el ojo húmedo, mientras que las reflejas están destinadas a proteger el ojo de irritantes como el polvo. Los seres humanos también derraman un tercer tipo, denominadas lágrimas emocionales, cuando se sienten tristes, frustrados, abrumados, felices o conmovidos.

Según Darlene Dartt, profesora de Oftalmología de la Facultad de Medicina de Harvard, los tres tipos de lágrimas son estructuralmente similares: están compuestas principalmente de agua, aceites, mucosidad, proteínas antibacterianas y electrolitos.

Las lágrimas basales se liberan en cantidades minúsculas a lo largo del día. A medida que se evaporan, la temperatura de la superficie de los globos oculares desciende ligeramente, lo que indica a los ojos que deben producir más para evitar que se sequen.

Las lágrimas reflejas —los nervios de los ojos indican al tronco del encéfalo que son necesarias para eliminar lo que les está irritando— y emocionales —los científicos creen que otras partes del cerebro activan esas células del tronco encefálico para poner en marcha las glándulas lagrimales— liberan más líquido.

Los animales lloran vocalmente: sus lágrimas tienen la función de lubricar y no expresan angustia o sufrimiento

El caso de los mamíferos

Muchos animales lloran cuando están angustiados. Los expertos creen que ellos —y nosotros— evolucionamos para hacerlo en la infancia como medio de supervivencia. Esto se debe a que los animales que lloran vocalmente, es decir, los mamíferos y las aves, suelen depender de una madre o un padre. Los píos de los petirrojos y los balidos de las cabras son la principal forma que tienen los bebés de solicitar la atención de sus padres cuando tienen hambre, miedo o dolor.

Pero los animales no derraman lágrimas emocionales cuando lloran. Y durante las primeras semanas de vida, los humanos tampoco. Al igual que otros animales, los recién nacidos emiten un berrido desgarrador (y punzante). Después, en algún momento del primer o segundo mes, también empieza a caerles líquido salado de los ojos.

Es porque empezamos a producir lágrimas cuando estamos emocionalmente alterados, en lugar de seguir llorando con los ojos secos como hacen los perezosos o los murciélagos.

Ad Vingerhoets, profesor emérito de psicología clínica de la Universidad de Tilburg, en Países Bajos, uno de los mayores expertos sobre el tema, afirmó que es posible que el acto de apretar la cara para lanzar un aullido ejerza presión sobre los globos oculares y estimule las glándulas lagrimales. Quizá por eso bostezar, reír y vomitar también pueden provocar lágrimas, añadió.

Las lágrimas también pueden tener una ventaja evolutiva sobre los aullidos y a medida que envejecemos somos más capaces de llorar en silencio. Mientras que cualquiera en un avión puede oír el llanto de un bebé, solo los que estén sentados en los asientos cercanos verán rodar lágrimas por tus mejillas mientras ves una película dramática.

De este modo, las lágrimas pueden alertar más sutilmente a los que estén cerca de la angustia de alguien sin delatar a la persona ante los depredadores que puedan estar al acecho, dijo Lauren Bylsma, profesora asociada de Psiquiatría y Psicología de la Universidad de Pittsburgh.

Todo cambia con la edad

Durante los primeros años de nuestra vida lloramos sobre todo por experiencias propias: un raspón en una rodilla, una picadura de abeja o un helado que se nos ha caído al suelo.

Esto empieza a cambiar a medida que crecemos y nos desarrollamos más emocional y socialmente. Lloramos menos en respuesta al dolor físico y más por nuestras conexiones emocionales con otras personas.

Una de las razones más comunes para llorar es la ausencia o la pérdida de un ser querido, tanto si echamos de menos nuestro hogar cuando somos niños, como si sufrimos una ruptura amorosa en la adolescencia o estamos en duelo por una muerte a cualquier edad. También lloramos por las penurias de los demás. Estas lágrimas de empatía pueden producirse porque nos imaginamos en el lugar de otras personas, ya sean amigos, desconocidos o incluso personajes de ficción. De hecho, así es como los científicos estudian el llanto: muestran a la gente un fragmento triste de una película y comprueban si se les saltan las lágrimas.

Aunque la tristeza es la emoción más típicamente asociada al llanto, lo que muchas experiencias lacrimógenas tienen en común es una sensación de desamparo o impotencia. Ese sentimiento de impotencia suele acompañar las lágrimas de frustración, e incluso puede explicar las que algunas personas derraman cuando se sienten abrumadas emocionalmente, ya sea por alegría, ansiedad o asombro.

Ellas son más sensibles

Aunque sea un cliché, el factor que más influye en la frecuencia con la que una persona llora es su género. Estudios realizados en todo el mundo han demostrado que las mujeres lloran con más frecuencia que los hombres.

Según los expertos, es probable que gran parte de esta diferencia se deba a las presiones sociales y a las convenciones de género. Jonathan Rottenberg, profesor de psicología de la Universidad Cornell, dice que los niños y las niñas lloran más o menos lo mismo, solo con el tiempo empieza a surgir una diferencia de género en el llanto. Parte de la razón puede ser que la sociedad por lo general le enseña a los niños la importancia de ser fuertes.

“Los chicos pueden inhibir su llanto por miedo al estereotipo de género”, dijo Rottenberg.

Las hormonas también pueden influir. La diferencia de género en el llanto tiende a surgir durante la adolescencia, cuando las hormonas sexuales entran en acción, y una hipótesis es que la testosterona puede suprimir las lágrimas o que los cambios en los niveles de estrógeno hacen más probable la respuesta de llanto. Pero hay pocas investigaciones sobre el tema, y en uno de los pocos estudios en los que se examinó la conexión entre hormonas y lágrimas descubrió que, a pesar de las creencias comunes sobre el síndrome premenstrual, las mujeres no eran más propensas a llorar durante ninguna fase concreta de sus ciclos.

Ciertos rasgos de la personalidad parecen influir en la cantidad de lágrimas. Las personas muy empáticas tienden a llorar más, al igual que las más neuróticas, confirmó Vingerhoets.

Además, hay cosas que hacemos a nuestro cuerpo que aumentan las probabilidades, como beber alcohol y descuidar el sueño. Cualquiera de estas conductas puede hacer que la gente llore con más facilidad, probablemente porque disminuyen la inhibición y dificultan la contención de las lágrimas.

Llorar para sanar

Quizá el debate más antiguo entre los investigadores sea por qué llorar hace que la gente se sienta mejor. En uno de los mayores estudios sobre este tema se preguntó a miles de personas de todo el mundo sobre la última vez que habían derramado lágrimas. Algo más de la mitad dijo sentirse mejor, casi 40 por ciento no notó ninguna diferencia y 10 por ciento dijo sentirse peor.

Llorar, sobre todo cuando se está solo, puede servir como una especie de autoterapia. “Te obliga a pensar en lo que estás llorando, a lidiar con ello cognitiva y emocionalmente, y a procesar lo que sea que te esté molestando”, afirmó Bylsma.

Las personas tienden a sentirse mejor si el episodio de llanto fue provocado por un problema que podía resolverse, como un desacuerdo con la pareja, en lugar de por una situación fuera de su control, como la pérdida de un ser querido, dijo Vingerhoets.

En situaciones sociales, el factor que más influye en cómo te sientes después de llorar es cómo reaccionan las personas que te rodean. Quienes reciben una respuesta de apoyo, como un abrazo o la validación de sus sentimientos, tienden a sentirse mejor, mientras que aquellas personas cuyas lágrimas son recibidas con ira o burla son más propensas a sentirse peor.

Esto tiene sentido, pues los expertos creen que el principal propósito de la lágrima, al margen de la edad, es comunicar angustia a los demás. “Está ahí para señalar a los demás cuándo se necesita ayuda y cuándo alguien se siente separado y no apegado a la atención”, dijo Rottenberg. 


c.2024 The New York Times Company


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