El legado de los abuelos no sólo se inmortaliza en las fotos, las prendas o el testamento que preparan para antes de morir, también se hace desde lo intangible: en su canción favorita, una estación del año o el olor de una flor, hasta las heridas y los traumas de los que nunca hablaron.
Las secuelas de eventos traumáticos— como terremotos, violencia familiar o tragedias históricas (holocausto, dictaduras, etcétera)— no se quedan sólo en las víctimas, también trascienden hasta las terceras generaciones (las y los nietos). Incluso, sin la necesidad de que se hayan conocido o que hayan atravesado por lo mismo.
“Es una herencia que está basada en los silencios. O sea, no se habla, no se nombra (...) pero forma parte de la historia de la familia”, señaló a MILENIO el psicólogo, Jesús Ramírez Escobar.
¿Qué son los traumas transgeneracionales?
La tortura sistemática y los otros tipos de violencia que se perpetraron durante la dictadura militar de Chile, en 1973, obligó a poner sobre la mesa una reconfiguración del concepto de trauma psíquico y del diagnóstico de Estrés Postraumático. Esto, señala un artículo de la Revista de Psicología de la Universidad de Chile, al detectar que las víctimas directas de la tortura desarrollaron efectos y consecuencias que marcarían sus tipos de relaciones a través del tiempo.
Actualmente, los estudios de psicología nombran a este fenómeno como “traumas transgeneracionales”. Su definición puede variar según el autor, sin embargo, la idea central se refiere a la transmisión de una historia traumática no elaborada a las ramas descendentes del árbol genealógico.
Ramírez Escobar agrega que es un hecho altamente inconsciente, en el sentido de que “son tan directos e inmediatos, que la gente los asimila como una condición de vida”. Por lo cual, para poder tratarse, se debe identificar su punto de partida; o sea, “de dónde viene esa genealogía”.
La familia es una de las instituciones más importantes de la sociedad, ya que en ella se forja la primera concepción de figuras como la pareja o de actos como las tomas de decisiones y el diálogo. Y como todo grupo, pertenecer a ella significa renunciar— parcialmente— a la individualidad para interiorizar las ideologías, el espíritu, las expectativas y las acciones conjuntas.
Pero con los traumas generacionales, las dimensiones personales y espirituales de los individuos no sólo se separan, también resultan afectadas por ese reciclaje de sufrimientos del pasado y de las generaciones que ya no están. O como reiteró Ramírez Escobar: “Lo que vemos como un patrón hereditario son los silencios".
Los estudios actuales únicamente permiten identificar la existencia de estos patrones hasta la tercera generación— es decir que el abuelo lo transmitió al padre y éste a su hijo—.
Estas conductas no son fijas ni conscientes, más bien, remarcó el experto, surgen de una base, la cual se va modificando conforme pasa el tiempo. De ahí que, en casos de violencia, romper ese círculo debe complementarse con actos para reconocer la historia familiar, nombrar lo que se hacía en automático y, así, dejar de repetirlos.
“Muchas veces se habla de romper el círculo o el ciclo de la violencia (...) pero lo importante es elaborarlo y por ‘elaborarlo’ me refiero a hacer un trabajo para justamente tratar de hacer consciente esa parte”, señaló a MILENIO.
Los remanentes
Jesús Ramírez explicó que el fenómeno puede manifestarse con afectaciones a las condiciones relacionales y los vínculos de las personas, así como la aparición de algún tipo de somatización— como dolor de cabeza o náuseas— cuando se encuentra frente a una situación que evoque el trauma.
Por su parte, la Universidad de Chile recuperó el estudio del 2004 en donde identificó que hijas e hijos de sobrevivientes del Holocausto presentaron síntomas como depresión, ansiedad, fobias, sentimiento de culpa y problemas de separación, asociados a patologías en sus padres. Y la frecuencia tan alta llevó a identificar tres hallazgos principales de sus relaciones familias:
- Dificultades en la disponibilidad emocional de los padres hacia los hijos
- Patrones problemáticos de comunicación, ya sea exceso de comunicación o silencio absoluto sobre las experiencias de traumatización
- Sobre-involucramiento de los sobrevivientes en la vida de sus hijos, haciendo extremadamente su autonomía
En tanto, las segundas generaciones de familias afectadas por la dictadura militar chilena fueron confrontadas con mandatos, expectativas y legados que perjudican la realización de sus proyectos de vida. “Las familias no pueden tolerar la individuación en los hijos adolescentes porque ésta reedita los sentimientos de pérdida y duelos no elaborados”.
Otros ángulos de estudio han demostrado que los traumas familiares no resueltos y enterrados en el inconsciente pueden transmitirse en la vida gestacional. El ensayo de Mario Salvador, La transmisión transgeneracional del trauma, recupera los hallazgos de Tiffany Field (2006) en recién nacidos de madres depresivas, detectándoles niveles elevados de cortisol y bajos en dopamina y serotonina.
También hace mención del biólogo Bruce Lipton, quien en 2006 demostró que emociones como miedo, rabia, amor y esperanza pueden alterar las expresiones genéticas de los descendientes. Y sobre esa línea, el postulado de Rachel Yehuda defiende que los cambios epigenéticos heredados preparan a las y los descendientes a enfrentar los traumas de sus antepasados.
De ese modo, Salvador señala: “Cuando los abuelos vivieron un trauma importante y éste no fue elaborado, el nieto sabe algo sobre ese trauma desde un lugar profundo dentro de sí mismo”.
El dato...¿Qué es la epigenética?
Es el estudio de los cambios que activan o inactivan los genes, pero sin cambiar la secuencia del ADN, a causa de la edad y exposición a factores ambientales.
¿Cómo "desheredarse" del trauma?
Al ser una afectación que deriva del silencio, lo esencial es no callar ni reservar las emociones. Hablar de ello implica concientizar los “actos automáticos” para, eventualmente, dejar de repetirlo.
“La forma de sensación, tal cual, estaría en la comprensión de toda la narrativa familiar (...) para identificar y hacer consciente lo que es todo el trasfondo familiar”.
Cuestionado por los casos de violencia, el especialista en psicoterapia resaltó que la acción primaria de romper ese círculo debe sumarse el reconocimiento de la historia familiar. Es decir, nombrar lo que se hacía en automático y, así, dejar de repetir los patrones dañinos.
ASG