Jaime y Érick tienen 7 y 5 años, junto a sus padres de origen náhuatl llegaron a Monterrey en busca de una mejor vida.
Cuando los pequeños comenzaban a socializar y acostumbrarse a la ciudad, tuvieron que resguardarse en casa por la pandemia de covid-19 y tomar clases a distancia, lo cual ha afectado su desarrollo social.
“Ya quiero regresar, quiero volver a a ver a mis maestros, conocer a mis amigos y hacer más”, aseguró Jaime, quien cursa el segundo grado de primaria, mientras que Érick está en su segundo año de preescolar.
Catalina Hernández, madre de Jaime y Érick, relató que el confinamiento pegó en el ánimo de sus hijos, quienes querían a toda costa retomar la vida que tenían antes de la pandemia.
“La verdad no querían hacer nada, se cansaban mucho de estar en la casa, estaban acostados todo el día. Y pues yo los levantaba y yo les decía que le echaran ganas, que es para su futuro. El día de mañana ya no estaré yo y quién los va a apoyar, por eso siempre los animo”, aseguró con entusiasmo Catalina.
Además confesó que para ella no ha sido sencillo adaptarse a la modalidad de clases a distancia, debido a que implica usar tecnología que hasta hace algunos meses desconocía.
“El mayor sí se me desespera porque la maestra no les pone mucha atención. Trato de ayudarle en todo, pero se me complica, porque atiendo a uno y a la vez me habla el otro y luego ambos me piden cosas a la vez y me estreso mucho”, añadió la madre de los pequeños estudiantes.
El deseo de esta familia natal del estado de Hidalgo, y que hoy habita en el municipio de Juárez, es iniciar el próximo ciclo escolar con clases presenciales, y que de esta manera Jaime y Érick vuelvan a enrolarse en la vida de la ciudad.
La familia Cruz Martínez habita en la colonia 18 de Octubre en Escobedo. Ellos anhelan un pronto regreso a clases presenciales, debido a que a distancia el tiempo de estudio es menor y no se aprende por igual.
Los recursos son limitados, pero Francisca, madre de David, Emanuel y Samuel, ha logrado que sus hijos no abandonen los estudios e incrementen sus calificaciones.
“Primero, pues el adaptarse, pero sí ha sido muy cansado, porque tengo que dividirme en tres para estar al pendiente de ellos. Organizarnos en el tiempo para que cada uno tome clases en el celular, luego ponernos a hacer tarea y mandar evidencias. Sí ha sido muy pesado”, relató la madre de los estudiantes.
Contratar un paquete de internet y hacerse de un teléfono celular para que sus hijos lo compartieran y tomaran clases a distintas horas del día, fueron gastos adicionales que Francisa y su esposo Gilberto tuvieron que hacer para que sus pequeños siguieran tomando clases.
David tiene apenas siete años. Cuando cumplió tres le detectaron un tumor cerebral que afectó su hormona de crecimiento y requiere de educación especial.
“Yo sé decir las sílabas, mira: ma, me, mi, mo, mu”, celebró con risas el hijo menor.
Emanuel es el más inquieto de los tres, quedarse en casa por la pandemia y tomar clases en el comedor ha sido la tarea más difícil.
De no ser por una laptop que le prestaron, Samuel, el mayor de los tres hermanos, no hubiera podido continuar con sus estudios. Él es quien ha pasado por momentos de frustración, al sentir que las clases a distancia no son lo suyo.