“Terapias de conversión, una forma de tortura”: Alma Sarabia

La especialista indica que este tipo de terapias son una contradicción a la diversidad humana.

Alma Sarabia Miranda, psicoterapeuta | Rafael Gonzáles
Rafael González
Puebla /

Las terapias de conversión atentan contra los derechos humanos, porque pueden equivaler a una forma de tortura; de igual forma, van contra la diversidad humana y sexual por lo que no deberían de aplicarse, sugirió Alma Sarabia Miranda, psicoterapeuta del Centro de Sanación Alma Morada.

En entrevista con MILENIO Puebla, la especialista indicó que este tipo de terapias “son una contradicción a la diversidad humana, más que funcional, definitivamente no pueden (aplicarse). Estamos hablando de ir contra la diversidad humana, contra las decisiones que las personas puedan tener sobre la libertad sexual y la diversidad. No creo para nada que estas terapias puedan funcionar”.

En ese sentido, expresó que pensar en que funcionan, “es porque se cree que hay algo que reparar. No hay nada que reparar, no puede servir algo que en principio no está mal. Definitivamente atentan contra los derechos humanos”.

Además, mencionó que los daños que dejan estas terapias “son muy amplios”, pues dejan efectos secundarios: “Recordemos que como seres humanos somos una complejidad, una totalidad, una integralidad. Estamos hablando de factores físicos, emocionales, mentales, espirituales o anímicos, o del ser etérico o del alma; entonces, esta integralidad es la misma que es dañada como seres humanos. Los daños pueden ser desde físicos, emocionales, mentales, al tener estas trasgresiones hacia las personas a las que les imponen u obligan a tener estas terapias de conversión”.

La especialista insistió en que no debe haber “un proceso de aceptación”: “El proceso más bien es aprender a mirarnos como seres humanos, como seres totales y con toda la diversidad sexual que hay, reconocerla, aceptarla, informarnos de una mejor manera y dejar de tener tantos prejuicios en torno a ello”.

Aclaró que, en su caso, jamás ha recibido una solicitud para aplicar un tratamiento de este tipo. Refirió que tiene conocimiento que este tipo de sesiones van muchas veces en contra de la voluntad de las personas, “sino es que siempre e incluso, son sometidas de forma obligada, físicamente hablando, son, incluso, extraídas de sus espacios de forma arrebatada para poder ir a estos otros lugares, que son, digamos, lugares con estructuras muy rígidas, en el intento de querer que las personas hagan este sometimiento pensando que ahí van a encontrar una recuperación, no sé de qué, porque no está bien dicho, insisto, entonces se ven menguados muchos de sus derechos humanos”.

Asimismo, añadió que también existe mucha violencia física, “estoy hablando de abusos sexuales y de golpes, etcétera; precisamente por el sometimiento que quieren tener, no digo que todas las personas y todos los profesionales, lo digo entre comillas, de la salud lo practiquen de esta forma explícitamente, pero sí hay muchos centros y principalmente cuando hablamos de centros religiosos tienen estos tabús pensando que las personas, a través del sometimiento o tortura física y mentales, ellas y ellos van a tener algún cambio significativo”.

Recordó que este tipo de tratamiento tiene su génesis en los centros de rehabilitación para personas con adicciones: “Son programas muy establecidos y se amalgamaron, quisieron copiar o seguir de alguna manera esta forma de estructura para sanación de algo”.

Narró que de acuerdo con los testimonios, en estos espacios se encontraban jóvenes entre los 20 y hasta los 30 años de edad, “pero desafortunadamente ahora hay una gran oleada respecto a niños, niñas, preadolescencia o adolescencia, de padres y madres, que están decidiendo por ellos, creyendo que están a tiempo de poder subsanar o solucionar algo”.

Por lo anterior, reiteró que los daños son multifactoriales y recaen a nivel físico, mental y emocional: “Tiene impactos traumáticos que más adelante tendrán ellos y ellas que buscar soluciones alternativas para sanar y subsanar las historias de vida dentro de este tipo de terapias de shock”.

Por último, marcó que tras ser sometidos a estas sesiones, las personas empiezan a desarrollar culpa, “porque ellos poseen algo que está mal, algo que están haciendo mal y entonces. Empieza una etapa de mucha duda hacia sí mismo, de pensar que algo están haciendo muy mal en elegir, en sentir o establecerse dentro de una forma de vida homosexual”; además, quienes han recibido estas terapias reportan depresión y ansiedad, “y esto es mucho más difícil contrarrestar”, concluyó.

AFM

LAS MÁS VISTAS