Cuando la enfermera del Seguro Social vacunó a Mireya contra el covid-19 en el brazo izquierdo se levantó de su asiento, colocó en el suelo el folder amarillo que llevaba consigo, se arrodilló frente a la silla y comenzó a orar.
Los adultos mayores que se encontraban a su lado en las instalaciones de la Feria, unos ya vacunados y otros en espera de la inyección la miraron en silencio, arrodillada, con los brazos y el rostro sobre la silla.
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Minutos después, Mireya, de 64 años, se puso de pie y se volvió a sentar. Detrás de la careta transparente sus ojos pequeños estaban inundados, las lágrimas resbalaron hasta el cubrebocas negro que cubría parte de su rostro.
-¿Qué estaba haciendo?
-Estaba orando, estaba agradeciendo a Dios por este regalo tan grande, tan esperado en este mundo, tengo la certeza de que Dios es nuestro salvador y que nos va a levantar con sanidad y con amor porque él nos ama.
-¿Y qué le decía a Dios?
-Le daba las gracias, infinitas gracias, reconociendo que él es el soberano rey, reconociendo su poder y su amor.
-¿Qué siente que ya la vacunaron?
-Estoy muy feliz, muy agradecida, es una fecha que yo anhelaba y esperaba con toda mi confianza puesta en Dios.
-¿Ya esperaba la vacuna?
-Sí, claro.
Mireya es madre de tres hijos, su esposo la acompañó a la vacuna. Ella entró con su suegro a una de las tres áreas de vacunación, él también recibió el biológico de Pfizer unos instantes después de ella.
En el último año de la pandemia la ha pasado en casa junto a su esposo, salen solo a lo más indispensable, a comprar víveres y realizar pagos al banco una vez por semana.
-¿Usted cómo se ha cuidado?
-De esa forma, yo no he salido más que a lo indispensable.
-¿Por qué aceptó la vacuna?
-Porque tengo la certeza de que va a ser para bien.
-Al momento que la inyectaron ¿qué pasó por su mente?
-Inmediatamente sentí el deseo de arrodillarme y de agradecerle a Dios por todas las personas que estamos aquí y por las que aún faltan.
Las lágrimas aún resbalan de los ojos de Mireya, no las limpia en ningún momento y dice que no llora de tristeza, que está contenta, emocionada, alegre, feliz y agradecida con Dios.
Mireya vive en el fraccionamiento Real del Valle, en la capital del estado. En los últimos 12 meses en la ciudad de Pachuca se han presentado ocho mil 30 casos de covid-19.
Parte de su familia forma parte de las estadísticas. Su hermano, su cuñado y su nieta se contagiaron de coronavirus pero dice que afortunadamente están bien y no fueron hospitalizados.
Cuenta que no tuvieron fiebre, ni tos, sólo molestias respiratorias y estuvieron en casa, que les pedía que hicieran oración para salir de la enfermedad, que no había más.
-¿Y usted qué opina de la pandemia?
-Bueno es algo que nadie esperábamos, ha sido muy triste, nuca nos imaginábamos que fuéramos a vivir esta situación tan tremenda.
-¿Qué han hecho en casa en todo este tiempo de contingencia sanitaria?
-Bueno pues hemos seguido las indicaciones que nos dan las autoridades y sabemos que resguardándonos íbamos a lograr que no nos contagiáramos.
Tras despertarse este miércoles por la mañana lo primero que Mireya hizo fue dar gracias a Dios por esta fecha tan anhelada en que finalmente se vacunaría contra el covid-19.
Dice que desde que apareció el virus hace más de un año siempre tuvo la certeza que Dios le daría al hombre la sabiduría para poder crear una vacuna y proteger a las personas.
Para Mireya la vacuna a los adultos mayores, en la segunda fase que han dispuesto las autoridades, es una bendición, un regalo y espera que las personas tengan la confianza de recibirla.
-¿Cómo ha vivido el último año en medio de la contingencia sanitaria?
-Pues sin temor porque confío en Dios.
-¿No tiene miedo a la pandemia?
-No.
¿Por qué?
-Porque sé que el día que Dios me llame lo va a hacer de la forma en que él lo disponga.