El descubrimiento que realizó un grupo de científicos sobre las nubes altas de Venus, que contienen fosfina, un gas que en la Tierra sólo se produce a nivel industrial o por microbios que prosperan en entornos libres de oxígeno, puso al planeta en el foco mediático, pues esto podría indicar la existencia de vida.
La revelación provocó muchas especulaciones sobre el segundo planeta del Sistema Solar, lo que llevó a la NASA a poner en evaluación una misión para ahondar en este hallazgo. Aunque destaca que, desde hace tiempo Venus, es conocido como el gemelo malvado de la Tierra; a continuación te contamos por qué.
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Según la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés), al segundo planeta más cercano al Sol se le llama el gemelo malvado ya que tiene casi el mismo tamaño de la Tierra, pero posee una atmósfera tóxica de dióxido de carbono y su superficie alcanza nada menos que 470 ºC. Su alta presión y su temperatura serían capaces de derretir el plomo y de destruir cualquier nave que osara posarse en el planeta. Debido a su densa atmósfera, Venus es aún más caliente que Mercurio, que orbita más cerca del Sol.
Los científicos creen que Venus tuvo en algún momento un aspecto muy similar al de la Tierra, pero sufrió un cambio climático irreversible que, a menudo, se emplea como ejemplo extremo de las consecuencias de un galopante efecto invernadero.
La principal fuente de calor en el Sistema Solar es la energía del Sol, que calienta la superficie de los planetas que, por su parte, vuelven a irradiar la energía al espacio. Las atmósferas atrapan parte de esa energía saliente, reteniendo el calor; eso es lo que se conoce como efecto invernadero. Se trata de un fenómeno natural que ayuda a regular la temperatura de los planetas. Si no fuera por los gases de efecto invernadero, como el vapor de agua, el dióxido de carbono, el metano y el ozono, la temperatura superficial de la Tierra sería unos 30 grados más fría que su media actual, de +15 ºC.
A lo largo de los últimos siglos, los humanos han alterado este equilibrio natural de la Tierra, y el efecto invernadero se ha ido agudizando desde el nacimiento de la actividad industrial debido al aumento de las emisiones de dióxido de carbono, óxidos de nitrógeno, sulfatos y otros gases traza, polvo y humos. Los efectos a largo plazo en nuestro planeta incluyen el calentamiento global, la lluvia ácida y la destrucción de la capa de ozono. Las consecuencias del calentamiento climático tienen un enorme alcance y podrían afectar a los recursos de agua dulce, a la producción mundial de alimentos y al nivel del mar, provocando también un aumento de los fenómenos meteorológicos extremos.
En Venus no hay actividad humana, pero los estudios de su atmósfera ofrecen un laboratorio natural para comprender mejor un efecto invernadero de tal envergadura. En algún momento de su historia, Venus empezó a acumular demasiado calor. Se cree que antiguamente albergaba océanos como los de la Tierra, pero que el calor evaporó el agua y, a su vez, ese vapor de agua extra en la atmósfera fue atrapando cada vez más calor hasta que los océanos acabaron por evaporarse completamente. Aun hoy se sigue escapando vapor de agua de la atmósfera venusiana al espacio.
A muy largo plazo —miles de millones de años en el futuro— el efecto invernadero de la Tierra es algo inevitable debido al envejecimiento del Sol. La estrella que nos da la vida se hinchará y se hará más brillante, emitiendo tanto calor al delicado sistema terrestre que nuestro planeta acabará convirtiéndose en un verdadero gemelo de Venus.
Yhc