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Cuerpos sin nombre rebasan 6 veces capacidad del forense en Jalisco

La cantidad de cuerpos en los congeladores evidencian la gravedad de una crisis forense que el instituto arrastra desde hace siete años.

Josefina Ruiz
Guadalajara /

En Jalisco, los cadáveres sin nombre se acumulan en congeladores a un ritmo que supera con creces la capacidad institucional para darles identidad. 

De 2018 a junio de 2025, han ingresado 9 mil 029 cadáveres al Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses (IJCF), lo que rebasa hasta seis veces su capacidad de mil 273 espacios, revela una solicitud de transparencia realizada por MILENIO.

Las cifras evidencian la gravedad de una crisis forense que el instituto arrastra desde hace siete años, cuando la noticia de los “tráileres de la muerte” conmocionó al país.

En ese entonces, la saturación en el Servicio Médico Forense (Semefo) quedó expuesta con las cajas refrigeradas con cuerpos almacenados que recorrieron la Zona Metropolitana de Guadalajara.

Por este hecho fueron vinculados a proceso dos funcionarios: Luis Octavio Cotero Bernal, ex director del Instituto, y Eduardo Mota Fonseca, ex director del Servicio Médico Forense; ambos fueron exonerados después.

El escándalo solo anunciaba una crisis que se agravaría con los años.

En 2018, se tenía registro de 406 cuerpos sin identificar en el Instituto, pero esa cifra se duplicó en apenas dos años. Para 2019, el número subió a 605 cadáveres sin reconocer; en 2020 se tenían 836; el año siguiente cerró con 647 y 2022 con 669 cuerpos.

El año más crítico fue 2023, cuando el IJCF recibió 3 mil 317 cuerpos, la cifra más alta registrada en los últimos siete años. El año pasado sumaron mil 612 cadáveres sin identidad, y este año, hasta el pasado 30 de junio, se acumulaban 937 más.

En el documento obtenido por transparencia se detalla que los más de nueve mil cuerpos permanecen almacenados en cámaras frigoríficas, aunque también se cuenta con espacios en fosas comunes y panteones forenses.

En el Panteón Guadalajara hay mil 49 espacios ocupados; en el Panteón Mezquitán, 195; y en el de El Salto, 494. Entre los tres, solo quedan 109 lugares disponibles.

Las fosas comunes son parte del problema para los familiares que buscan a sus desaparecidos | Fernando Cruz

Desaparecen dos veces

En México se desaparece dos veces: primero en el hogar y después en las instituciones. Hay más de 70 mil personas fallecidas sin identidad en las morgues del país, situación que ha sido señalada por organismos internacionales que urgen a las autoridades a actuar.

La saturación también viene acompañada de otra crisis: las desapariciones.

Jalisco es el estado con más personas desaparecidas o no localizadas del país. De acuerdo con el Registro Nacional de Personas Desaparecidas o No Localizadas, del 1 de enero de 2018 al 11 de agosto de 2025 se han reportado 8 mil 618 personas sin encontrarse en la entidad.

Las búsquedas de colectivos de familiares de desaparecidos han dado resultados, pero los cuerpos recuperados terminan en instituciones ya saturadas.

Desde 2018 hasta julio pasado, la Vicefiscalía Especializada en Personas Desaparecidas reporta el hallazgo de 210 sitios de inhumación clandestina.

Tlajomulco de Zúñiga es el municipio con más reportes, con 83 puntos; seguido de Zapopan, con 41; San Pedro Tlaquepaque, con 21; El Salto y Tonalá, con 12 cada uno; y Guadalajara, con 11. En este periodo se han localizado mil 985 personas, de las cuales mil 075 fueron identificadas.

A ellas se suman todas las que aún esperan recuperar su nombre para descansar.

Mientras no se resuelva la saturación de los servicios forenses ni se aceleren los procesos de identificación, los cuerpos seguirán apilándose en congeladores, y con ellos, la deuda del Estado con quienes buscan a sus hijos bajo tierra y en fosas.

Jalisco es el estado con más personas desaparecidas o no localizadas del país. | Fernando Cruz

Historia detrás de las cifras


“Mi niño ya estaba en Semefo… y ahora dicen que no hay nada” es la frase que repite una y otra vez Marisela Hernández Gutiérrez, madre de Carlos Adrián Morelos Hernández. Resume el desgaste emocional y la revictimización institucional que viven miles de familias de personas desaparecidas en Jalisco.

Detrás de los números y los reportes hay personas que esperan que esos restos almacenados sean identificados para cerrar una búsqueda dolorosa. Una de esas historias es la de Carlos Adrián, desaparecido a los 26 años, el 23 de marzo de 2023, en Tlajomulco de Zúñiga.

Desde entonces, Marisela ha acudido dos veces al Servicio Médico Forense para corroborar si los cuerpos encontrados son de su hijo. Dos veces le han llamado para decirle que podría ser él. Dos veces le han dicho que siempre no.

Unas piernas con unos tenis como los que Carlos Adrián solía usar fueron la primera señal. Se solicitó una confronta genética… no hubo coincidencia.

Tiempo después, le volvieron a hablar: los restos hallados en una fosa de San Agustín, en La Piedrera, en San Pedro Tlaquepaque, le devolvieron la esperanza. Pero tampoco.

“Me dijeron que había características de mi hijo, que nomás faltaban las confrontas”, relata. Incluso le detallaron qué partes del cuerpo estaban ahí: cabeza, brazo completo, otro brazo sin antebrazo, las piernas y los pies. Solo faltaban el dorso y un antebrazo.
Marisela creyó que finalmente lo había encontrado. “Cuando supe que estaba en Semefo, ya descansaba. Decía: ‘mi niño ya no anda por acá’”.

Pero la historia dio otro giro cruel: volvió al IJCF y le dijeron que no había coincidencias, que no había nada.

“Es un jugar con los sentimientos de una madre. La incertidumbre es tan grande, el dolor tan fuerte, que ya no sé qué hacer. Psicológicamente no estoy bien”, cuenta con la voz entrecortada.

Su esposo y su hija aún no saben de esta última negativa. No quiere darles una esperanza que no sabe si es real.

Mientras tanto, su nieto, testigo de la desaparición de Carlos Adrián, necesita tratamiento psiquiátrico y ha tenido un retroceso escolar.

Marisela recorre las calles vendiendo productos Fuller en una carriola, al mismo tiempo que visita hospitales y el IJCF con la esperanza de encontrarlo.

Su andar, dice, “no es tanto por vender, sino para ver si lo hallo en una bolsa de basura, tirado en una casa sola”.

El caso de Carlos Adrián no es el único. En Jalisco, cada cuerpo sin identificar representa a una familia rota, a una madre que busca, a un niño que no entiende por qué su padre no volvió.

Las cifras del IJCF destapan más que acumulación: revelan un sistema forense rebasado, con procesos de identificación lentos, fallidos o postergados, y con autoridades que, en lugar de sanar heridas, las abren una y otra vez.

La crisis de desaparecidos alcanzó su pico más alto en 2023 | Fernando Carranza

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