La búsqueda de Sebastián Menéndez Hernández no se detuvo cuando su madre, Beatriz Uscanga, salió de Guadalajara por miedo a perder la vida.
A tres meses de la desaparición del joven en la Nueva Central Camionera de Tlaquepaque, asegura a MILENIO que la distancia no ha significado silencio ni abandono, sino una lucha que continúa todos los días, aun desde el desplazamiento forzado y sin protección efectiva.
“Ya quizás me sacaron, quizás me lograron sacar de Jalisco, pero no van a lograr que yo no siga buscando a mi hijo”, afirma Beatriz, quien regresó a Veracruz después de sufrir una agresión física tras semanas de participar en búsquedas y alzar la voz públicamente para exigir avances en la investigación.
La vida del joven de 18 años cambió para siempre la mañana del 4 de septiembre de 2025. Ese día, a las 8:45 horas, Sebastián llamó por última vez a su madre desde la terminal de autobuses.
Esperaba un vehículo de plataforma que, según le dijo, le había sido enviado para trasladarlo a una entrevista de trabajo. Desde ese momento, su teléfono se apagó y su rastro se perdió.
Terror en Jalisco que paraliza ante la desprotección
Al enterarse de la desaparición de su hijo, Beatriz se encontró con la dificultad administrativa que enfrentan muchas familias: al intentar presentar la denuncia en Veracruz, le informaron que el trámite podría tardar hasta seis meses en llegar a Jalisco.
Ante esta demora, decidió emprender ella misma el viaje a Guadalajara. Desde su llegada a la entidad, Beatriz se integró de manera constante a jornadas de búsqueda con colectivos y recorrió distintos puntos del estado sin detenerse, “nunca paré desde el día uno que yo llego a Jalisco. Jamás paré ni un día, excepto después de que me golpearon”.
Desde el inicio, recibió amenazas. “Eso fue constante, esas fueron constantes, constantes, constantes y obviamente esas amenazas están ante la Fiscalía”.
El ataque ocurrió el 16 de noviembre, cuando regresaba sola de misa en el centro de Guadalajara. Era de noche y caminaba por una zona poco iluminada cuando fue interceptada.
“Escucho el rechinar de las camionetas al pararse… fue cuando sentí yo la patada exactamente en mi columna”, recuerda, “han de haber sido entre unas cuatro o cinco personas que me agarraron a patadas”.
Durante la golpiza, los agresores le dejaron un mensaje directo: “Me dicen que tengo que irme y salir de ahí… que dejara yo todo lo que estaba haciendo, me largara de su territorio”.
Beatriz resultó con lesiones en la espalda, la pérdida de un diente y un fuerte impacto emocional.
“El miedo no es tanto ya lo que a uno le hagan… el miedo es a faltar y no encontrar a mi hijo”.
Aunque contaba con un botón de pánico como medida de protección en Jalisco, explica que no pudo activarlo.
“No te da ni siquiera tiempo realmente de picarlo, o sea, no te da tiempo, es un terror”. Tras el ataque, permaneció resguardada algunos días más hasta que finalmente salió del estado.
“El día que me vine o que salí de Jalisco, las personas fueron a cuidarme hasta la central a que yo tomara el autobús para salir de ahí”, comparte.
Continúa búsqueda, incluso desde el exilio
Ya en Veracruz, la situación no ha sido distinta en términos de seguridad. “Estoy desprotegida desde el día uno que yo llegué aquí, completamente”.
Beatriz no cuenta con acompañamiento ni medidas de protección efectivas, pese a las amenazas que continúan. “Siguen todos los días, ¿por qué? Pues porque ellos quieren que yo me calle”.
Aun así, la madre buscadora sostiene que su lucha no se limita a un territorio.
“Yo desde aquí hasta donde estoy, yo sigo la búsqueda a diario, a diario, a diario, a diario, y yo voy a regresar porque tengo que regresar a Jalisco”.
Reconoce que la distancia dificulta el proceso, pero no la frena. “Si desde allá es difícil, entonces de acá, pues sí me cuesta un poco más de trabajo”.
Sebastián nació en Veracruz y había dejado sus estudios de preparatoria para trabajar en un restaurante en Querétaro. Beatriz lo describe como “un muchacho tranquilo, muy hermético de sus cosas; amable, amiguero, bondadoso”.
La descripción física de Sebastián está marcada por detalles que podrían ayudar a identificarlo. Tiene lunares en ambas mejillas y en la frente, pecas en el rostro y una cicatriz en el abdomen derecho.
Sus tatuajes lo hacen inconfundible: una mariposa negra en la mano izquierda, una inscripción detrás de la oreja derecha, una leyenda en letras árabes en ambas pantorrillas y una cruz en el brazo derecho.
Es delgado, mide 1.80 metros, tiene el cabello ondulado, corto y castaño oscuro, y piel morena clara.
El día de su desaparición vestía camisa negra de manga larga, chamarra negra con un logo, pantalón de mezclilla azul claro, tenis blancos y una cadena con un dije de San Benito.
“De Sebastián no hay rastro, no hay huella, no hay nada”.
Sobre la investigación, Beatriz señala que la carpeta continúa abierta, aunque sin resultados alentadores.
“De Sebastián no hay rastro, no hay huella, no hay nada”.
La falta de información mantiene la incertidumbre y profundiza el desgaste emocional que enfrentan las familias de personas desaparecidas.
La ficha de búsqueda de su hijo apenas fue incorporada a la plataforma del Registro Nacional de Personas Desaparecidas.
Durante un largo periodo, su caso no apareció en el sistema oficial, una omisión que, considera, permite a las autoridades sostener que las desapariciones han disminuido, aunque en los hechos muchas familias continúan buscando sin que sus casos estén debidamente registrados.
“El registro en sí ni siquiera estaba, el registro se dio unos dos o tres días antes de que yo regresara a Veracruz, porque investigamos y él, o sea, ni siquiera estaba registrado. Después de tres meses más, o sea, tres meses de su desaparición, ni siquiera estaba mi hijo registrado”.
Beatriz también cuestiona los discursos oficiales que minimizan la gravedad de la crisis de desapariciones en el país.
“Las personas no están desapareciendo por gusto, ni por problemas familiares, a las personas se las están llevando”. Desde su perspectiva, negar la dimensión del problema es una forma de revictimizar a quienes buscan.
“Es la peor burla que nos pueden hacer a las madres y padres buscadores”.
Continúa alerta en Jalisco
La Nueva Central Camionera de Tlaquepaque es considerada un foco rojo en desapariciones.
A pesar de las campañas gubernamentales, el reforzamiento en la vigilancia y las advertencias, sigue siendo utilizada por el crimen organizado para atraer a sus víctimas con ofertas laborales falsas.
Del 1 de octubre de 2024 al 18 de diciembre de 2025, autoridades municipales han localizado a un total de 70 personas en la terminal de autobuses, de acuerdo con cifras oficiales de la Unidad de Inteligencia de la Policía Municipal.
Del total de personas localizadas, 42 son hombres y 26 mujeres, además de dos hombres menores de edad, quienes fueron ubicados en coordinación con la Policía del Estado, lo que arroja un acumulado general de 70 casos.
La información detalla que 36 de las personas localizadas son menores de edad, es decir, más de la mitad del total. De este grupo, 21 son hombres y 15 mujeres, lo que coloca a la central camionera como un punto de atención prioritaria para la localización de niñas, niños y adolescentes.
En cuanto a personas mayores de edad, se reporta la localización de 31 adultos, de los cuales 21 son hombres y 10 mujeres, manteniéndose una mayor incidencia en el sexo masculino.
Asimismo, las autoridades informaron que en tres casos no fue posible determinar la edad al momento de la localización: dos hombres y una mujer.
“Voy a seguir en la lucha”
Pese a la violencia, el miedo y el desplazamiento, Beatriz asegura que no dejará de hablar. “A mí me van a callar hasta que me quiten mi voz, pero mientras yo tenga voz, yo voy a seguir en la lucha por mi hijo, por mi hijo más que nada y por todos los que faltan”, advierte.
Para ella, salir de Guadalajara no fue una renuncia, sino una pausa obligada para seguir con vida. La búsqueda de Sebastián continúa todos los días, desde cualquier lugar donde su voz aún pueda ser escuchada, mientras exista la esperanza de encontrar a su hijo, recorriendo Jalisco y manteniendo activa la denuncia para que su caso y el de otros jóvenes no queden en el olvido.
La desaparición de Sebastián no solo refleja un hecho aislado, sino la gravedad de un fenómeno que afecta a múltiples familias en la entidad.
JVO