Para mostrar su arquitectura emocional, tal como la concibió Mathias Goeritz, su creador, “desnudan” el edificio del Museo Experimental el Eco en su 70 aniversario.
Se está interviniendo el inmueble diseñado por el artista alemán y que fue inaugurado el 7 de septiembre de 1953. Ahora está pintado de blanco tanto la fachada como el interior para mostrarlo como si fuera una maqueta. Es la idea del artista Alberto Gutiérrez Chong y se llama Volumen emocional. Sistemas emocionales.
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Paola Santoscoy, directora del Museo Experimental el Eco, dice a MILENIO que, temporalmente, quitaron los colores amarillo, negro y gris que caracterizan al edificio con la finalidad de mostrar su planimetría, como si fuera un plano arquitectónico: “Es un proyecto muy conceptual, se llama Volumen emocional, para que se puedan percibir todas estas capas de historia de este recinto”.
El Eco de Goeritz
Para esta conmemoración también habrá un espacio con fotografías históricas tomadas en 1953 por Armando Salas Portugal.
Además, la artista mexicana Bárbara Lázaro, quien realizó investigación documental por años, presenta el proyecto Olivia Zúñiga: Sonora en el silencio.
Su proyecto trata sobre Olivia Zúñiga, su bisabuela, una escritora jalisciense que en 1953 publicó con Goeritz el primer libro de las ediciones Eco, Los amantes y la noche, con poemas de ella y dibujos de él. Olivia también escribió sobre feminismo, pero su obra se ha ido perdiendo en la historia de literatura y del arte en México.
Ambas propuestas podrán visitarse del 13 de septiembre de 2023 al 14 de enero de 2024.
Santoscoy, historiadora de arte, comenta que el Museo el Eco es un proyecto visionario que surgió en 1953 en un contexto donde el muralismo era el arte oficial y no existía un espacio de experimentación, abierto a distintas manifestaciones artísticas.
El museo, asegura, está más vivo que nunca, a pesar de que La serpiente que dispuso el escultor para el patio central ya no está. “Se perdió con el paso del tiempo”, al igual que la obra de Carlos Mérida y el mural diseñado a partir de los dibujos de Henry Moore, realizado por el museógrafo Alfonso Soto Soria.
“Toda esta arquitectura fue entendida precisamente como experimento. A juicio mío, un museo experimental debía iniciar sus actividades con un experimento arquitectónico que produjese emociones humanas dentro de un concepto moderno, y sin caer en un decorativismo vacío y teatral. El Eco quiere ser expresión de una libre voluntad de creación que, sin negar los valores aportados por el funcionalismo, pretenda incorporarlos y someterlos dentro de un concepto espiritual moderno”, escribió Goeritz sobre el Museo Experimental El Eco en 1952, documento que se resguarda en el Fondo Mathias Goeritz. Archivo Cenidiap/INBAL.
Paola Santoscoy cuenta que 1952, Daniel Mont, un empresario mexicano que tenía bares en la Zona Rosa y una galería en la colonia Roma, conoció a Goeritz. El artista recién había llegado de Alemania, pasando por Marruecos, y se había instalado en Guadalajara, en la recién abierta Escuela de Arquitectura. A Mont le pareció un personaje interesante, por lo que decidió comisionarle la construcción de este lugar con la intención de que fuera restaurante, bar y galería.
“Con la libertad que le da Mont, Goeritz concibe el Museo Experimental el Eco. Él hablaba de el Eco, por un lado, como las iniciativas europeas del Cabaret Voltaire, en Zúrich, o como la Bauhaus, cosas con las que él había tenido contacto y que le interesaba realizar aquí. Aunque también veía al Eco como un eco de su generación, como un eco del arte actual”.
Sin ser arquitecto sino escultor, concibió el Eco a partir de un ideograma, pensó en esa obra como “una escultura habitable, una escultura funcional”, según palabras del propio artista.
Este proyecto en particular es seminal, afirma Santoscoy: “Sumamente audaz. Un dato relevante es que los planos del edificio, que están en el Registro Público de la Propiedad, los elaboró Ruth Rivera, la hija de Diego Rivera que era arquitecta”.
Recuperación de la UNAM
El Museo el Eco era un proyecto que apelaba también a una geometría y a una manera de relacionarse con la arquitectura y con el arte de una forma distinta a la del muralismo, refiere la experta.
Cuando la UNAM lo recuperó y restauró, le dio la fisonomía que tenía en 1953. Lo reabrió como el Museo Experimental el Eco, con su espíritu inicial para dar cabida a todas las manifestaciones artísticas.
“Algo que se debe enfatizar es que el Eco es un territorio ganado por la UNAM para la experimentación, porque este lugar se pudo haber convertido en un museo de sitio, pero al contrario, se rescató el deseo de Goeritz de crear un museo vivo pues quería tener una sociedad musical y hasta una editorial. Todas esas propuestas de alguna u otra manera han sucedido a casi 18 años de su nueva vida”, concluye Santoscoy.