A dónde va el fomento a la lectura en México y zonas marginadas

Existen casos en los cuales una persona consigue grados escolares sin tener un proceso congnitivo profundo. Casi 64% de los niños mexicanos no tiene ningún adulto a su alrededor que les lea en voz alta.

Liliana Cavazos
Ciudad de México /

Frente a campañas que invitan a construir hábitos de lectura, en los que se dediquen determinados minutos al día a esta práctica, suena simple creer que basta con lograr en el individuo la “alfabetización amplia” o “alfabetización funcional” para convertirlo en un buen lector, pero la fórmula no es mágica, hay que reunir sus componentes e inyectarla.

“Más que alfabetizar es alfabetizar ampliamente”, subrayó la pedagoga Valentina Uribe, socio fundadora de la organización civil Zorro Rojo, que promueve actividades enfocadas a la enseñanza de lectoescritura en niños que viven en condiciones de marginación.

“No es solo decodificar un texto y poder fonetizar una palabra o una oración sino emplear la lengua escrita para mejorar la vida, para conocer, para comparar, para tomar una mejor decisión cuando compramos algo, para administrar un medicamento y un largo etcétera”, explicó la especialista.

La brecha entre “alfabetización” y “alfabetización amplia” es grande. Una persona que no ha conseguido los beneficios del segundo término puede pasar desapercibida y conseguir grados escolares sin que ello resulte en un proceso cognitivo más profundo o que le herede fomento a la lectura.

Hace no menos de dos meses, la Fundación Zorro Rojo descubrió a Alejandro, un estudiante de cuarto grado en una primaria de Querétaro quien, pese a contar con buenas notas y lograr avanzar cada ciclo escolar, su bajo nivel de lectoescritura había pasado desapercibido para sus padres y maestros.

“Me fui a entrevistar con la maestra y me dijo que Alejandro sacaba 10 en todo (…) le pedí que me prestara al niño para hacerle un pequeño dictado y nos percatamos de que tenía un nivel similar al de segundo de preescolar”, relató.

De acuerdo a la experiencia de la fundación, es durante la infancia la etapa clave para consolidar la “alfabetización amplia”, pero su éxito dependerá de contar con un ambiente propicio en el que es fundamental que los adultos con que convive sean parte de una cultura letrada manifestándose ante el niño como un modelo lector.

“Casi 64 por ciento de los niños mexicanos no tiene a ningún adulto a su alrededor que les lea en voz alta”, explicó Valentina y puntualizó que es diferente contar cuentos a partir de un improvisado proceso creativo o mediante la memoria de la tradición oral a leerles cuentos: “La lengua escrita y la oral son muy distintas. Necesitamos, si queremos tener niños lectores, exponerlos a lecturas reales y no inventar debido a la densidad léxica, es más amplia la lengua escrita que la oralidad, historias que se planearon y pensaron para ser leídas”.

Otro de los aspectos que dificultan la alfabetización amplia es la desigualdad, “no tener las mismas posibilidades de acercarnos a la cultura letrada”, explicó.

Si bien, según el Inegi, la generalidad en la estadística de porcentaje de población analfabeta muestra un descenso cada 10 años, cuya reducción va de 25.8 por ciento en 1970 a 5.5 por ciento en 2015, en este estudio el término alfabetización refiere a la capacidad del individuo para unir letras y escribir un recado o una lista de palabras. El mismo, con corte a 2015, indica que las entidades con mayor rezago son Oaxaca, Guerrero y Chiapas.

La población infantil que logre superar la desigualdad y acceder a la alfabetización deberá superar otro obstáculo: deseable calidad en los libros de texto de primaria y una era digital que llama a sus usuarios a utilizar dispositivos sin necesidad de saber leer o escribir.

“Saber usar los teléfonos no significa que (los niños) avancen en su proceso de alfabetización”, destacó.

Según un estudio hecho por Alejandra García Aldeco, socia en Zorro Rojo, titulado Los Libros de Lectura para el Primer Ciclo, realizado de 1996 a 2015, los manuscritos de educación básica se redujeron en densidad léxica, extensión e incrementaron los de tradición popular, como canciones, rimas y cuentos.

“Reprodujeron cosas de la tradición oral donde no tienen que pagar regalías, supongo que eso hizo que disminuyera mucho la calidad de textos que había en 1996 respecto a 2015”, explicó Valentina.

En 1996, el libro de lectura para primer grado tenía 255 páginas en las que se narraban 40 textos. Casi una década después, su equivalente, es decir, la edición 2015, fue editada con 96 páginas y 14 lecturas menos.

El camino para consolidar la alfabetización amplia como método clave para consolidar la lectura como hábito es largo. Solo en Querétaro la fundación imparte talleres y actividades para 200 niños a la semana con vías a una próxima apertura en Yucatán.

La Unesco estableció en su Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible la promoción de la alfabetización en todo el mundo, con hincapié en ampliar los niveles de “alfabetización funcional” en jóvenes y adultos que no poseen competencias básicas de lectoescritura.

A dos meses de haber iniciado los talleres de alfabetización, en Querétaro, Alejandro consiguió el nivel de lectoescritura acorde a su edad; hoy es parte de círculos de comunidades de lectores en donde las palabras tienen significado.

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