Ante sus restos depositados en una urna, se le rindió un merecido y sentido homenaje póstumo al padre de la museografía mexicana: Miguel Ángel Fernández Villar (1944-2022), en la sala Jaime Torres Bodet del Museo Nacional de Antropología.
El historiador, escritor y conservador de Palacio Nacional creó las museografías del Museo del Templo Mayor, del Museo del Vidrio, del Museo de Sitio de Palenque y del Barroco. Murió el pasado 12 de julio, pero dejó un gran legado para México y para el mundo: libros, exposiciones, y generaciones de museógrafos que ponen en alto el nombre de México.
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Fernández Villar llegó de España a México en 1971 con su esposa Olga, que era mexicana, y se entrevistó con el director de museos del INAH de aquel entonces. Ese hecho cambió su vida, porque ingresó al mundo de los museos del cual nunca se apartó, relataba él mismo.
En un video proyectado durante el evento, fue muy conmovedor escucharlo decir que la museografía es una ciencia ingrata, porque mientras menos se vea, es mejor para no competir con las piezas y con las colecciones.
Aunque afirmaba que se tienen que rescatar contextos, dar cierta ambientación para dar una guía de dónde proceden estos testimonios, se tienen que ubicar y distribuir. Es un trabajo interdisciplinario, un trabajo en equipo, desde carpinteros, iluministas de museos, diseñadores museógrafos, investigadores, restauradores coordinadores, y curadores, todo permanece a la sombra.
“Me dio una enorme satisfacción personal cuando logramos poner una exposición prehispánica en el Museo Nacional de Atenas para destruir esos mitos y esa corriente tan nefasta qué decía que las culturas originarias no eran comparables con el eurocentrismo, cuando todo lo que conocemos sobre la contribución mexicana es monumental, espectacular y admirable. Por supuesto que vale la pena acercarla a cualquier otra contribución del resto de la humanidad. En el fondo eso es la gran contribución museográfica romper esas malas interpretaciones abrir nuestro pasado y sobre todo compartir con los demás”.
Los museos, una revolución
Fernández sostenía que los museos eran el espejo del hombre: cuando las personas piensan en museos piensan en lugares muertos, cuando siempre son producto de las revoluciones más drásticas y de los pensamientos más lúcidos.
“Lo que sí creo es que debemos trabajar más en equipo, aprender unos de otros, tomar más tiempo en esos proyectos, no responder a caprichos sino a verdades y a necesidades sociales más que a otros parámetros… Yo no cambiaría esa vida por otra definitivamente”.
Su hija, Carla Fernández, a nombre de la familia y de su hermana Isabela, compartió que su padre, al despedirse de ella, le dijo que había tenido la mejor de las vidas: “Acompañado de una familia a la que adoraba, así como de amigos fieles y entrañables. Museógrafo, escritor e historiador, vivió para los museos en México. Tanto así que durante mi primera infancia mandaron llamar a mis padres al kínder porque yo aseguraba vivir en el Museo del Castillo de Chapultepec. Al llegar a la cita ambos asintieron, porque mi papá era el director de dicho museo y yo consideraba que era mi casa".
Expresó que su padre manifestó su amor por México de una manera especial e inclusiva a través de las exposiciones que organizó, fue así como mostró la grandeza de las civilizaciones precolombinas y del México colonial e independiente.
“Mi padre vivió para la inconmensurable calidad estética y cultural del arte de nuestro país. Presentó a Isis junto a la serpiente emplumada, y gracias a él y a muchos de los presentes pudieron visitarnos los fenicios, los griegos y los clásicos del renacimiento a los museos de México. De la misma forma, llevó nuestra cultura al extranjero. Nos otorgó la confianza necesaria para reconocer a nuestro país como una de las culturas más avanzadas, refinadas y complejas del mundo, dueña de un arte tan único. Mi papá decía que había que aprender de los mejores y para el arte mexicano, el mejor de todos”.
Fue autor de más de 20 libros y murió escribiendo sobre el origen del museo, tenía el deseo de interesar a las generaciones más jóvenes para que así ellos lo trajeran al mundo de los vivos.
También su nieta mayor, Alexa, dijo que lo que más van a extrañar sus nietos era cómo los rescataba de las tareas de historia que no entendían: “él siempre estaba ahí, feliz de la vida ayudándonos, nos enseñó la dedicación que le deberíamos poner a nuestro trabajo y se los vamos a agradecer eternamente”.
Un baluarte de mirada profunda
En el acto, Diego Prieto director del Instituto Nacional de Antropología e Historia manifestó que sentía tristeza pero que al mismo tiempo lo albergaba una gran satisfacción.
El INAH pierde a la figura de Miguel Ángel Fernández nuestro querido profesor, quien era un baluarte.
“Hoy es un día de luto para la museografía mexicana, porque se va alguien que pudo hacer de esta disciplina, una profundamente imbuida de muy diferentes miradas que cristalizan en los museos y exposiciones que muestran la memoria, los sentidos, la diversidad y la creatividad del ser humano en general”.
En este homenaje también participó Teresa Franco, ex directora del INAH, quién destacó que Fernández fue una figura señera en el campo de la cultura mexicana y de la museografía, creador de inolvidables exposiciones, como las que se concibieron en el proyecto Civilizaciones del mundo antiguo, con Rafael Tovar y de Teresa, entonces presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.
“Él siempre trabajó con pasión creativa en lo que denominó enciclopedia internacional de Museo”, subrayó Franco.
El antropólogo Eduardo Matos Moctezuma, al hacer uso de la palabra, indicó que Miguel Ángel Fernández “fue un personaje que supo aprehender el tiempo para presentarlo ante la mirada de miles de espectadores que a través de esta manera lograron penetrar a través de los objetos entre los entresijos de la historia”.
Explicó que el museógrafo es el intermediario que logra traducir lo que el especialista desea transmitir a un público deseoso de conocer los contenidos de temas variados y, para ello necesita saber las propiedades de lo que se muestra y sacar de ella las esencias que le son propias.
Recordó que la última vez que lo vio fue el 12 de mayo cuando le entregó un hermoso libro con una bella, dedicatoria. Era el compendio de su vida y su título los decía todo: medio siglo, dedicado a la vida de Miguel Ángel. Este ejemplar es la vida de un personaje que dejó huella profunda en la historia de la museografía mexicana.
Trabajaron juntos hace 30 años en el Museo del Templo Mayor, ya que Fernández les dio vida a los objetos mostrados en el Museo de Sitio de la Zona Arqueológica.
En el homenaje en el MNA, participaron también Enrique Ortiz Lanz, ex coordinador nacional de museos y exposiciones del INAH; Miguel Ángel Fernández Félix, director del Museo del Palacio de Bellas Artes; Salvador Rueda director del Museo Nacional de Historia, Castillo de Chapultepec y, Alejandra Frausto, secretaria de Cultura federal, quien agradeció al museógrafo por haber elegido México como su país.
“Gracias por haber elegido a los museos y a éste, uno de los más importantes del mundo como su casa, aquí es donde merecíamos despedirlo”.
PCL