Adolfo Castañón ‘La cultura del libro es artesanal: cortar, pegar, armar...’

El autor de obras como El reyezuelo, Viaje a México o La gruta tiene dos entradas, fue reconocido con el Premio Nacional de Artes y Literatura.

El poeta, traductor y ensayista se pronuncia en defensa del “patrimonio espiritual”. Sara Escobar
Jesús Alejo Santiago
Ciudad de México /

El agradecimiento es lo primero que viene en sus palabras, en especial, que todavía se atienda “la prioridad de distinguir el trabajo de quienes han invertido sus energías vitales en la creación de estos bienes inmateriales, como son los de la cultura”, pero al mismo tiempo, Adolfo Castañón reconoce que la distinción como Premio Nacional de Artes y Literatura 2020 es “una especie de brasero: aviva y remueve el brasero, y se ve que todo lo que estaba debajo de lo que parecía apagado, está vivo”. 

“Formo parte de una cadena de producción. Sí se premia un eslabón, pero también una cadena, porque yo me siento parte de esa cadena: artistas, artesanos, investigadores. Y me honra la designación del premio por el momento, sobre todo porque es un momento difícil para todo el país y, en cierto modo me da una doble responsabilidad”, cuenta a MILENIO el poeta y ensayista.

Después de que se difundiera por las redes sociales de otras instituciones, como la Academia Mexicana de la Lengua, la Secretaría de Cultura dio a conocer la tarde del viernes a los ganadores del Premio Nacional de Artes y Literatura: en el campo de Lingüística y Literatura, el poeta, narrador, ensayista y traductor Adolfo Castañón; Alfredo López Austin fue reconocido con el premio en Historia, Ciencias Sociales y Filosofía; el escultor coahuilense Manuel de Jesús Hernández, Hersúa, se hizo acreedor al premio en el campo de Bellas Artes, y El maestro Mario Agustín Gaspar, artesano michoacano, fue el galardonado de este año en el campo de Artes y Tradiciones Populares.

“Mi gran modelo de lector era mi padre. Él leía todo el tiempo: periódicos, libros… una vez al año los Diálogos de Platón, tenía una formación impresionante y leía lo mismo best sellers relacionados con la política de Estados Unidos, que a Luis Spota o la historia mexicana. Esa curiosidad que heredé, de alguna manera la he transportado y lo que esa curiosidad quiere señalar es una amplitud de territorios y de valores”, en palabras de Adolfo Castañón, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua desde 2003.

Una diversidad, resultado de una mirada curiosa, que se refleja en los títulos El reyezuelo, Recuerdos de Coyoacán, La gruta tiene dos entradas (Premio Mazatlán de Literatura 1995), Viaje a México (Premio Xavier Villaurrutia 2008) o Lugares que pasan, entre muchos otros. 

“Trato de abrir los ojos sobre alguno de los nuevos valores que van saliendo y todo eso forma un arco, una delimitación del territorio. El territorio que ha cubierto Adolfo Castañón sí es un territorio diverso, ecuménico, que abarca varias épocas y cultura. No soy pretencioso, sino con estas palabras quisiera mostrar mi ambición de haber querido medir un poco el mundo, México y América Latina”.

La talacha de conocimiento

El reconocimiento lo comparte Adolfo Castañón con muchos otros escritores o investigadores, bajo la certeza de que la cultura del libro es artesanal: se hacen con trabajo, “somos unos reos de cortar, pegar, acomodar, armar”, para lo cual es indispensable tener una cierta visión de qué tipo de collage se va a cortar y a armar, “por eso es un reconocimiento a la talacha, pero también un reconocimiento a lo inmaterial, a lo que podríamos decir que pertenece a la memoria de lo inasible”.

“Y esa memoria de lo inasible es el patrimonio espiritual en cuya defensa estamos comprometidos, por eso es doblemente honroso el premio”.

En ese sentido, el ensayista recuerda al poeta portugués Fernando Pessoa, como el creador de un dispositivo conceptual, el de los heterónimos: “con toda proporción guardada”, asegura el escritor, “Castañón siente que tiene distintos heterónimos: está el nombre del poeta, del escritor de reseñas y ensayos, del editor, del bibliógrafo, del investigador, del antologista, del traductor.

“Todos ellos conviven en una cauda bibliográfica que va a ameritar que trabaje en una especie de guía bibliográfica de Castañón para orientarme en mi propio bosque, porque resulta que lo que tengo detrás es una cauda bastante considerable de libros, que tienen que ver con este itinerario, con esta misión, estas ganas de meterse en muchas cosas”.

La curiosidad es un elemento que destaca Adolfo Castañón durante la plática, la cual podría decirse que es una herencia de su padre, Jesús Castañón Rodríguez, de quien obtuvo las ganas de leer y de escribir; una curiosidad y una pasión que “comparto con Alfonso Reyes, Octavio Paz, José Luis Martínez y algunos amigos, como Alejandro Rossi, Miguel León Portilla, quienes me han llevado a hacer un libro sobre los poemas dedicados a la virgen de Guadalupe, pero también a traducir a Steiner, a traducir a Paul Ricoeur, a hacer mi propia obra y a no descuidar la emergencia de las voces que están saliendo”.

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Adolfo Castañón no deja de reconocer que su trabajo es apenas un eslabón de una cadena mucho más larga y compleja, vinculada con el libro y, en especial, con la difusión del conocimiento. Por ello, el Premio Nacional de Artes y Literatura también lo comparte con una serie de personajes secretos que han colaborado con él en la hechura de un libro: “mi secretaria, mis asistentes, las personas que me buscan libros en las bibliotecas”, asegura el poeta.

“El individuo Adolfo Castañón tiene que ver con un conjunto de personas comprometidas con el universo del libro y no en forma casual, sino bastante comprometida”.

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