Hace quince años, Adrián Vázquez fundó Los Tristes Tigres con el ímpetu de un joven contador de historias. Quería que su teatro fuera capaz de conmover al espectador y, al mismo tiempo, indagar en la naturaleza humana. Oriundo de Tijuana y egresado de la Universidad Veracruzana, Vázquez presume una vida entregada a las tablas.
En 2020, su compañía celebra 15 años de trayectoria. El aniversario que coincide con otro evento notable de la escena teatral chilanga: la reapertura del Foro Shakespeare, que había bajado el telón en 2018, en una despedida que parecía definitiva. Afortunadamente para los teatrófilos, no fue así.
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A partir del 21 de febrero, Adrián y Los Tristes Tigres presentarán ocho montajes emblemáticos de su repertorio en el escenario principal del Foro.
En entrevista, Vázquez habla de su vocación, la razón del éxito de su compañía y las repercusiones de la política cultural en su arte.
—¿Qué significan estos primeros 15 años?
Nunca nos pusimos como meta llegar a los 15 años, simplemente hacemos teatro día a día. Pero, en retrospectiva, son 15 años de colaborar con mucha gente; hemos establecido lazos con creadores y artistas importantes en la escena nacional. Nos llena de orgullo que las obras estén vigentes, que tengamos disponible un repertorio de obras que en su momento han sido exitosas, ya sea artística o comercialmente.
—¿A qué le atribuyes este éxito?
Indudablemente, al trabajo. Todo el equipo de Los Tristes Tigres está comprometido con el quehacer teatral. Hemos descubierto en el teatro nuestra vocación de vida. Creamos espectáculos pensando en el actor como motor y eso es lo que hace teatro al teatro. Dirigimos nuestro trabajo para que el elemento más fuerte del espectáculo sea la construcción que tienen los actores.
—En México hay un público muy fiel al teatro, pero una de tus preocupaciones es atraer a más gente. ¿Cómo lo logras?
Efectivamente hay un público que va constantemente al teatro, pero cada vez es más difícil captar la atención de ese espectador que ya es asiduo. Tenemos que generar nuevos públicos para poder compartirlos con todas las propuestas que hay. Los Tristes Tigres le apuesta, más allá de algún aparato de difusión, al boca en boca. En un mundo como el actual, le apostamos a tener espectáculos de calidad que la gente pueda ir recomendando.
—Presentar ocho obras casi simultáneamente parece desafiante ¿Cómo se enfrentan a ello?
Claro, es imponente sobre todo porque para las ocho puestas solamente hay un director y un productor. Hemos aprendido es a confiar y a trabajar en equipo, a apelar al profesionalismo de los integrantes. Es un trabajo de tiempo completo, porque como director quieres ver todas tus obras y pulirlas. Sin embargo, tengo la fortuna de trabajar con compañeros muy disciplinados, entregados, propositivos, creativos, inteligentes, apasionados… Es una fortuna dirigir a una compañía como ésta.
—¿Cómo ha afectado la política cultural al desarrollo de la compañía?
Hasta el momento no hemos sido afectados, porque desde el inicio nos acostumbramos a trabajar con el mínimo de recursos, sin ningún tipo de apoyo. Eso nos ayudó a visualizar una manera de hacer teatro, donde el gran aporte se da en el trabajo del artista para conmover al espectador, no al aparato esceno-técnico o al modo de producción, sino la calidad artística de los intérpretes. En ese sentido, no nos acostumbramos nunca a tener grandes presupuestos ni a justificar el desarrollo de nuestro trabajo. Si hay o no dinero, no es un impedimento. Hacemos teatro porque se nos antoja, porque vivimos el teatro, porque no nos detiene nada. Lo que creemos es que el teatro siempre encuentra el camino.
ÁSS