Hazael Rosales, un afilador que preserva el tradicional oficio en la cultura popular

Especial de Fin de Semana

Con un camarillo y el roce del metal afila los cuchillos, las navajas y las tijeras de sus clientes, así Hazael Rosales es una especie de “concertista”.

De su padre heredó, desde que era niño, el trabajo.
Toluca /

Con un camarillo, instrumento que resuena en los hogares de los habitantes, y el roce del metal con el esmeril que afila los cuchillos, las navajas y las tijeras de sus clientes, Hazael Rosales se adueña de las calles como una especie de “concertista”, artesano y conductor de tradiciones e imágenes históricas en México, dado que pertenece al último puñado de afiladores del Estado de México, que año con año se esfuman de la urbe, debido a que la tecnología los ha reemplazado. 

De su padre heredó, desde que era niño, el trabajo como afilador; ahora con 50 años de edad comparte que su hijo también se dedica al oficio, aunque el futuro no sea esperanzador. 

Cuenta que el afilador es resultado más de la mixtura cultural entre lo europeo con lo mexicano, pues sus orígenes datan desde el siglo XVI en España, Austria y Alemania y fue uno de los oficios que los conquistadores españoles decidieron traer a México. 

Mencionó que en la época medieval el afilador viajabacon un carro de madera, del cual se ayudaba con una rueda de piedra para afilar espadas, así como reparar paraguas, varillas o cuchillos. La música del afilador, aseguró, debe ser considerada como la tarjeta de presentación de cada uno. A pesar de su similitud con la de otros, cada uno toca una melodía distinta que permite al cliente distinguir uno de otro.

No tenemos una canción en particular, cada uno tocamos la que mejor nos queda, tampoco somos músicos o flautistas, pero tratamos de tocar una melodía diferente a la del otro. Bueno, como ahora somos pocos, la verdad es que es lo mismo, pues ya es muy raro escuchar a más de dos al mismo tiempo”.

La vida del afilador en Toluca

Montado en el asiento de su bicicleta, Hazael recorre las calles de Metepec, Toluca y parte de Zinacantepec con la intención de abarcar el mayor porcentaje de población, ya que en comparación con Ciudad de México la capital mexiquense tiene menos personas interesadas en su trabajo.

“Nací en Toluca, pero por el trabajo me fui a Ciudad de México a vivir por más de 30 años, desde que me dio covid a mi familia y a mí decidimos volver para tener menos riesgo de contagios en un futuro, así que gracias a que vencí la enfermedad me incorporé a trabajar en mi ciudad como cuando empecé y ya me estoy haciendo de mis clientes, ya sé que al salir a la calle encontraré al menos a uno que me pida afilarle sus cuchillos o sus tijeras”, dijo.

Durante ocho o seis horas sale a trabajar, de las cuales obtiene alrededor de 500 pesos por al menos cinco clientes que soliciten su esfuerzo. Sin embargo, hay días en los que las ganancias son menos y debe de afrontar con entusiasmo el día siguiente, con fe en que será mejor.

“De por sí la situación en México ha cambiado desde que llegaron las máquinas a todas partes, ahora es todavía más difícil salir adelante o dedicarte por completo al oficio como lo hacía cuando empecé, porque las ganancias ya no se comparan a lo que ganaba años atrás, que eran tan buenas que hasta me permitieron darle escuela y comida a mis hijos”, compartió.

Una respetable labor

En menos de cinco minutos, Hazael afila con precisión cada artefacto que le dan, asegura que se debe de tener precisión al momento de poner a girar el esmeril con el pedal, pues podría incluso afectar las manos de los afiladores en un descuido.

“He escuchado de compañeros que hasta se llevan los dedos por no tener cuidado, por eso se debe de enseñar muy bien a quien quiera aprender, porque como todo, tiene su dificultad”, mencionó. 

Para Hazael, pertenecer al reducido grupo de afiladores no solo en la entidad, sino en México, es motivo de orgullo y satisfacción, pues a pesar de ser un oficio de origen diverso al mexicano, asegura que forma parte esencial de la cultura del país y simboliza la preservación del patrimonio inmaterial nacional.

Me siento contento de trabajar en esto, porque sé que ya casi no hay compañeros que lo hagan, hay muchos que por el escaso trabajo se desesperan y se salen, pero creo que es una labor que se debe de respetar, porque forma parte de la cultura mexicana y más que una necesidad para ellos, creo la gente piensa que es bonito escucharnos anunciar nuestro trabajo por las calles de la ciudad y sería muy triste que dejáramos de hacerlo”.

KVS

  • Aranxa Albarrán

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