El descubrimiento del bajorrelieve del águila real, símbolo del poder y la guerra dentro de la cosmovisión mexica, localizada a unos cinco metros de profundidad en la esquina de las calles República de Guatemala y República de Argentina, al pie del Templo Mayor, es un hallazgo muy trascendente para la arqueología.
Al mismo tiempo es importante para comprender un edificio crucial entre los vestigios del Templo Mayor, el Cuauhxicalco, lugar donde se presume, de acuerdo con documentos del siglo XVI, se realizaba la cremación de los cuerpos de algunos tlatoanis mexicas.
Posiblemente, al interior del edificio pudieron haber sido enterrados, acompañados de sus ofrendas, los restos de Axayácatl, Tízoc y Ahuítzotl. Sin embargo, a pesar de las exploraciones todavía no se han localizado vestigios que lo confirmen, explica Rodolfo Aguilar Tapia, arqueólogo adscrito al Proyecto del Templo Mayor.
En entrevista con M2, Aguilar Tapia indica que el hallazgo del águila real, el bajorrelieve más grande encontrado en el Templo Mayor –entre un conjunto de 67 piezas–, ayuda a entender mejor la zona sur del Templo Mayor, muy vinculada con Huitzilopochtli, con el sol y con la muerte.
De acuerdo con los expertos dirigidos por el doctor Leonardo López Luján, durante la novena temporada del Proyecto Templo Mayor, arroja que la pieza labrada sobre tezontle rojo y con dimensiones de 1.06 metros de largo por 70 centímetros de ancho, fue realizada durante el gobierno de Motecuhzoma Ilhuicamina (1440-1469).
Aguilar Tapia, quien estudió el bajorrelieve en colaboración con Rodolfo Aguilar, Mary Laidy Hernández, Karina López y Jacqueline Castro, precisa que el águila real era el arma más importante para los mexicas, pues jugó un papel muy importante dentro del bestiario de esa sociedad.
Aguilar Tapia indica que el hallazgo se registró en noviembre de 2019 y que su liberación se logró el año pasado, días antes de que se decretada el confinamiento social a consecuencia de la pandemia del coronavirus.
“El águila real era un animal que se relacionaba por excelencia con el sol, con la guerra y con el sacrificio. Gracias al mito antiguo que conocemos sobre la creación del Quinto Sol, sabemos que el águila llevaba el sol entre sus garras. Además, los aztecas cuando salen de Aztlán son guiados en su peregrinar por Huitzilopochtli, su dios patrono, transformado en esa ave rapaz, símbolo fundacional de la antigua ciudad de Tenochtitlan”.
El bajorrelieve, profundiza, está esculpido con suma maestría sobre una roca de tezontle rojo, una roca ígnea que, por lo regular, era utilizada para las esculturas. “En esta loza de tezontle se esculpió el águila representada de frente, destacan sus plumas en forma de cuchillo sacrificial, su pico robusto y sus garras poderosas”, indica el especialista.
El arqueólogo expone que justo esa representación iconográfica se encuentra en el Códice Borgia, donde se muestra un águila real posando encima de un mezquite, árbol que surge a partir de una deidad descarnada.
Al explicar quienes realizaban estos relieves, Aguilar Tapia refiere que “hay diferentes menciones en los documentos históricos del siglo XVI: estos escultores eran un grupo de trabajadores especializados, muchas veces se menciona que eran traídos de diferentes confines del imperio. Obviamente los mexicas reclutaban para Tenochtitlan a los mejores escultores, incluso se menciona que los traían de Coyoacán o de otras partes del antiguo asentamiento entorno al lago de Texcoco. Esculpían piedra con piedra, porque los mexicas no contaban con una tecnología muy desarrollada en el uso de instrumentales metálicos”.
A la búsqueda de otros vestigios
En cuanto la pandemia lo permita, los expertos del INAH continuarán la búsqueda de más vestigios y depósitos rituales, pues consideran que se podrían localizar elementos similares a los que aparecieron en torno al Cuauhxicalco. Una vez concluida la investigación, los bajorrelieves podrán mostrarse al pie poniente del Templo Mayor.