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Quienes han leído a Alberto Barrera Tyszka saben que sus personajes no se conforman con habitar la superficie de las cosas. Escritor venezolano radicado en México, ha hecho de la exploración de la muerte, la enfermedad y la verdad, su territorio literario. En su más reciente novela, El fin de la tristeza, Barrera Tyszka (Caracas, 1960) plantea una premisa tan simple como enigmática: ¿se puede vivir sin realidad?
“Las obsesiones nos definen”, ha dicho el autor. Su obra es un testimonio de ello. En El fin de la tristeza seguimos a Gabriel, un hombre atrapado en una espiral de desconfianza y paranoia, a raíz de la detención de la doctora Elena Villalba, su psiquiatra, acusada de promover el suicidio de varios de sus pacientes. La novela no ofrece respuestas fáciles. Al contrario, se plantea preguntas sobre la realidad y la percepción.
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Poeta, narrador prolífico, ganador del Premio Herralde y del Tusquets de Novela, así como guionista de telenovelas como Mirada de mujer, el regreso y Nada personal, entre otras, Alberto Barrera Tyszka nos conduce en esta conversación por los entresijos de su mente y de la trama de El fin de la tristeza, donde el concepto de verdad pende de un hilo.
La muerte tiene preponderancia en esta novela. Es un tema que has tratado en otros libros. ¿A qué se debe esa recurrencia en tu obra?
Sí, es un tema que he abordado en mis últimos libros. En Mujeres que matan ya había una exploración inicial, pero en El fin de la tristeza es mucho más central. Parte de mi interés viene de estadísticas que leí sobre el aumento de suicidios en Venezuela y casos que conocí personalmente. Me pareció un tema importante y cada vez más presente en nuestras discusiones sociales.
Hay una frase al inicio que dice: “La lógica solo es una ficción”. Pienso que ese es el detonador de lo que ocurrirá después en la novela.
Claro, tienes toda la razón. La verosimilitud es una gran duda que recorre toda la novela. Gabriel empieza desconfiando de todos: de las autoridades, de las noticias, de los influencers, de las redes sociales, y termina desconfiando de su propia capacidad de percibir lo real. La lógica con la que se pueden ver las cosas puede parecer inverosímil, y eso está presente en toda la historia.
La trama transcurre en buena medida dentro de la mente de Gabriel. ¿Cómo sostienes una historia cuya acción en el mundo físico está reducida al mínimo y donde lo importante es el mundo interior?
No sé muy bien con qué argumentos narrativos lo sostengo, pero hay un tema importante con el lenguaje. Gabriel se pregunta todo el tiempo cómo decir las cosas y tiene una relación particular con las comillas, que siempre ponen en duda la naturaleza de la palabra. Esto refleja su desconfianza y construye el proceso narrativo de la novela. Al final, intento poner al lector en el lugar de Gabriel para que también se pregunte qué es real y qué es ficción.
En cierto momento, Gabriel dice: “En este país es muy difícil encontrar la verdad”. ¿Cómo se refleja esta búsqueda de la verdad en la novela? ¿Crees que Gabriel logra algo con ella?
Esa es la gran pregunta del final abierto. En el caso de Venezuela, y creo que en muchos otros países, nos quedamos sin la posibilidad de la verdad debido a tantas versiones continuas de todo. El ciudadano común está indefenso ante tanta información contradictoria. Esta idea de un caos informativo está muy presente en la novela. En el caso de Venezuela, hay una especie de gaslighting desde el poder, que hace que los ciudadanos duden de su percepción de la realidad, lo que les hace sentirse un poco locos.
A propósito de Venezuela, vives en Ciudad de México desde hace varios años, pero tu literatura sigue aludiendo a tu país. ¿Cómo afecta esta distancia geográfica tu perspectiva literaria?
Trato de ir con frecuencia a Venezuela, y cada vez encuentro un país distinto. Hasta ahora, he intentado ubicar historias en México, pero me cuesta. Me gustaría poder escribir historias alejadas de Venezuela, pero aún no lo he logrado. A veces, la premisa de Gabriel, de vivir sin realidad, es una tentación para mí.
Junto al tema de la muerte, en tus libros aparece también el amor. En este caso, el narrador idealiza una figura de la que se enamora. ¿Cómo equilibras estos dos grandes temas, la muerte y el amor, en tus novelas?
El amor y la muerte son las dos fuerzas que rigen la naturaleza humana. En El fin de la tristeza, la idealización del amor por parte de Gabriel es una salida a su dificultad para percibir la realidad. Aunque esta idealización puede parecer una fantasía, es lo que le da sentido a su vida y lo motiva a seguir adelante.
La muerte como espectáculo es algo que también aparece en tu novela. Gabriel se entera de la detención de su psiquiatra a través de la televisión. Las redes sociales también juegan un papel importante. Pareciera que para muchos personajes la muerte es un entretenimiento y materia de especulación. ¿Qué piensas sobre esto?
Es interesante porque trato de manejar el tema del suicidio con mucho cuidado. En la novela, la visión de la muerte desde una tercera persona puede parecer un espectáculo. En realidad, trato de reflejar cómo la sociedad consume estas muertes y las convierte en entretenimiento. Aunque como autor de ficción encuentro esto rico para explorar, como persona me parece un horror.
ÁSS