Almagro /II

LA CRÍTICA/TEATRO

Es en este venero bello donde la lengua que nos da identidad a poco más de 500 millones de personas hunde sus raíces en homenaje, pero también en reinvención.

El toqueteo a los clásicos del Siglo de Oro enriquece esta fiesta de la palabra. (Especial)
Jaime Chabaud Magnus
México /

Durante poco más de tres semanas, el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro transforma a esta pequeña población manchega en la capital del teatro y, más importante quizá, de la lengua española. Es en este venero bello donde la lengua que nos da identidad a poco más de 500 millones de personas hunde sus raíces en homenaje, pero también en reinvención, pues varias de las obras, tanto en la programación oficial como en el Off o en el Barroco Infantil (dos actividades paralelas que culminan con sendos premios), el toqueteo a los clásicos del Siglo de Oro o la revisión de la época a partir de nuevas dramaturgias, enriquecen esta fiesta de la palabra hecha carne de escenario. Ejemplo de esto último (si bien me la perdí por un pelo) es la dramaturgia que hiciesen Guillermo Molina y Leonardo Espitia a El Carnero, la crónica fundamental de la Nueva Granada (hoy Colombia) escrita por Juan Rodríguez Freyle entre 1636 y 1639. Este apasionante relato de las cosas de la incipiente colonia son dignas no de una, sino de cientos de posibles dramaturgias, obviamente.

Otro ejemplo de lo anterior es la dramaturgia que emprende José Gabriel López Antuñano a la Vida del escudero Marcos de Obregón, novela picaresca de Vicente Espinel (1550-1624), con música en vivo maravillosa y espacio escénico muy sencillo que lució esplendoroso en la nave del Aurea (una iglesia adaptada a teatro), con una dirección impecable de Amparo Pascual. En esta puesta, bajo el título solo de Marcos de Obregón, la delicia de actuación de Juanma Cifuentes nos permite (jugando al bululú) transportarnos por las diversas aventuras del escudero y disfrutar estos “descansos” bastante entretenidos y deseosos de más. Si bien lo narrativo continúa teniendo un peso importante, Juanma sabe sacar partido a lo anecdótico para volverlo escena viva y gozosa. Es un actor que nos recuerda al tempranamente desparecido Carlos Cobos en México, posiblemente contemporáneos en fecha de nacimiento.

La presencia mexicana en el Festival de Almagro estuvo compuesta por Divino Pastor Góngora, dirigida por Mauricio García Lozano y actuada por José Sefami, y De pícaros, truhanes… y actores, de Tito Vasconcelos y Luis Esteban Galicia, bajo la dirección del primero, dentro de la programación oficial. En el Off participó Juana Inés: paráfrasis de sí misma, de Fernando Sakanassi y Ricardo Ruiz, bajo dirección del primero; y en el Barroco Infantil concursó Feroz, versión de María José Pasos al cuento “La Caperucita Roja”, bajo la dirección de Nara Pech y Ulises Vargas, que se alzó con una merecida mención honorífica.

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