La arquitecta argentina Ana Falú se confiesa optimista al hablar sobre las ciudades como espacios capaces de atender las demandas y necesidades de las mujeres. Reconoce, sin embargo, que es indispensable repensar esos espacios y proponer soluciones como un ejercicio colectivo, porque “lo que es ideal para mí no es ideal para otra”.
Durante su estadía en México, la académica y feminista participó en Mextrópoli. Festival de Arquitectura y Ciudad, en su edición “Habitar al Margen”. Desde ahí hizo un llamado para “feminizar la arquitectura”.
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Ganadora del premio a la trayectoria de la XII Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo —la segunda mujer en recibirlo—, Falú (Tucumán, Argentina, 1947) está convencida de que hay que priorizar a las mujeres que son vulnerabilizadas, que viven en territorios alejados, con deficiencias de servicios, en donde el equipamiento y el transporte público es escaso y deficiente.
Reconoce que las necesidades de las mujeres en las ciudades son distintas a las de aquellas que viven en los márgenes:
“Hay muchas entradas de análisis para mirar la calidad de vida que la ciudad, que los barrios, que los territorios ofrecen a las mujeres. Las mujeres son muchas, las mujeres estamos atravesadas por raza, por etnia, por identidades sexuales, por edades, por educación, etcétera, estamos atravesadas por diferencias. Por eso la intersección es una muy buena herramienta para dar cuenta de estas distintas discriminaciones que sufren las mujeres”.
También afirma que la ciudad debería aspirar a la confluencia. “Una ciudad en la cual lo productivo y lo reproductivo se piensen juntos, en la cual lo reproductivo no sea una tarea de las mujeres encerradas en sus casas. Las mujeres no queremos ser iguales a los varones, pero queremos igualdad de derechos y oportunidades. Queremos poder trabajar si queremos trabajar, queremos estudiar si queremos estudiar, queremos poder hacer vida política o recrearnos. Para eso la ciudad tiene que ser una ciudad de mixturas, en donde todas las funciones estén mezcladas. No los barrios residenciales por un lado y la ciudad productiva por el otro: creo que esta es la interpelación a la utopía de la modernidad”.
Cuando se habla de espacio público y espacio privado para las mujeres, las necesidades tampoco son las mismas. En las viviendas, dice Ana Falú, las mujeres apenas tienen un rincón propio. Como ejemplo de lo anterior, la arquitecta menciona un estudio que hizo la London School of Economics en el que se analiza cómo las parejas heterosexuales con hijos —en donde padre y madre trabajaban— habían habitado la vivienda durante la pandemia. El resultado fue que los hombres trabajaron desde un espacio asignado y las mujeres en donde podían: la cocina, el cuarto de los niños o su cama, explica la arquitecta.
Esta es la realidad de los espacios, ya sean públicos o privados, concebidos desde una mirada androcéntrica.
Entonces, cuestiona Falú, ¿dónde ubicamos a las mujeres en las viviendas?, ¿cuáles son sus espacios? “La arquitectura no va a resolver el tema de la violencia machista ni va a resolver culturalmente el tema del patriarcado, pero sí puede interpelar en el cómo se hace. Debemos pensar en clave de mujeres, pensar conjuntamente y traer esto a la arquitectura y al urbanismo para tener ciudades que contribuyan a eliminar barreras que generan temor y que propician la violencia”.
PCL