Entre los refranes alemanes medievales que conozco: Stadtluft macht frei (“El aire de la ciudad nos libera”) es sin duda mi preferido. La vida urbana promete a los ciudadanos una atmósfera de libertad en la que es posible liberarse de las ataduras que nos imponen las etnias, las clases sociales y los órdenes políticos establecidos. Este clima de libertad no implica que cada individuo actúe solamente en favor de sus intereses particulares. La vida en la ciudad supone la pertenencia a una o a varias comunidades, sindicatos, empresas, gremios, colegios profesionales, partidos políticos, escuelas y asociaciones religiosas, a las que se debe respetar y contribuir a fortalecer por encima de los objetivos personales. Sin embargo, en una ciudad, la diversidad permite cambiar de grupo e incluso una cierta movilidad social.
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En la ciudad también se dan niveles muy altos de explotación y propensión al crimen, pero de cualquier modo, existe campo fértil para el desarrollo del potencial de casi todas las personas, lo cual es más difícil en ambientes aislados y rurales.
La urbanidad y civilidad, actitudes inherentes a la vida en las ciudades, también envuelven a los conceptos de cortesía y convivencia. Si bien las diferencias entre los ciudadanos persisten, siempre será posible subsistir y tolerar a los demás en el acuerdo tácito entre todos.
FICHA
NECESARIA CORTESÍA
La urbanista estadunidense Jane Jacobs decía: “La superficialidad no es un defecto”, refiriéndose a la necesaria cortesía, a veces hipócrita que se requiere para la convivencia ciudadana pacífica.