“Me gusta la relación entre lo científico y la creatividad”: Gabriel de la Mora

Conversamos con el arquitecto-artista sobre su trayectoria y lo peculiar de sus narrativas y técnicas para crear piezas experimentales

Gabriel de la Mora, artista y arquitecto | Especial
Lorena Domínguez
México /

Un colorido sueño de plumas, cascarones de huevos y las hermosas alas de una mariposa son algunos de los elementos que complementan el portafolio de Gabriel de la Mora. Es conocido, y reconocido, por jugar con la abstracción y los aspectos minimalistas para crear un verdadero arte escultórico en cada una de sus piezas y, al mismo tiempo, ofrecer un equilibrio entre la naturaleza, la belleza y las formas conceptuales que agudizan de manera variante el estilo monocromático.

Tras estudiar Arquitectura en la Universidad Anáhuac en 1987 y ejercer su profesión por algunos años, Gabriel redireccionó su trabajo, centrándose en las artes visuales, y en 2003 se graduó de una maestría en Bellas Artes en Pintura por el Pratt Institute de Nueva York. Sus obras han sido expuestas en la Galería Perrotin en París y en la de Nueva York, el Museo de Arte Latinoamericano (MoLAA) en Long Beach, el Museo de Arte de las Américas en Washington y la Colección Jumex en Ciudad de México, entre muchos otros.

¿Por qué elegiste arquitectura? ¿Y cómo fue la transición al mundo del arte?

Dibujé antes de hablar o escribir, y esa siempre ha sido la mejor forma de expresarme. Así que desde pequeño tengo dos grandes pasiones: el arte a través del dibujo, la pintura y la escultura o los objetos de todo tipo —que ahora también podrían llamarse instalaciones—, y la arquitectura, las construcciones, los materiales, los espacios. Cuando estudié Arquitectura, estaba feliz de por fin hacer algo que yo elegía, que me gustaba, y guardo los mejores recuerdos de esa época.

La muerte de mi papá, en 1993, dio un giro a mi carrera. Tuve que dejar el despacho de arquitectura que había abierto en CdMx, ACRE Arquitectura y Creatividad, para irme a Colima y hacerme cargo del rancho y varias cosas de la familia. Ahí, atrás de la casa y con lo que había ahorrado, construí un nuevo despacho: Catálisis Arquitectos, y era una especie de laboratorio de experimentación. Un día a la semana tomábamos clases de dibujo todos, y trataba de integrar el arte en todo lo que pudiera.

Me fascinaba ser arquitecto, pero también me encantaba el arte, y en 1996 decidí convertirme en artista. Cerré el despacho y me mudé a la ciudad de Nueva York. Siempre supe que aunque dejaba la arquitectura para ser artista, regresaría, pero ya no solo como arquitecto.

¿Cómo decides los materiales y texturas de tus piezas?

Como artista, me interesa explorar y expandir la idea de dibujo, pintura y escultura. Reducir el arte a una técnica me parece injusto, porque me gusta verme más como una persona que cuestiona y explora ideas, conceptos, materiales… y cada pregunta, idea o concepto pide una técnica en particular. De alguna forma mi estudio, más que un taller de artista, la gente lo relaciona con una especie de laboratorio, y me gusta esa relación entre lo científico y la creatividad.

He trabajado con una gran variedad de materiales, desde cascarones de huevo de gallina, guajolote, avestruz y emú, hasta pelo humano, de animales y sintético, polvo de mi estudio y de mi casa, suelas de zapatos desechadas, telas viejas, televisores vintage, puertas del siglo XIX y X en México, plumas, obsidiana, flores, cáscaras de frutos, insectos, objetos rotos, documentos y papeles antiguos, fotos… en fin, una gran variedad de cosas que busco y me encuentro por ahí.

Cada objeto o material contiene una gran cantidad de información en varias direcciones en las que aparecen un sinfín de posibilidades a explorar y experimentar.

¿Por qué el enfoque en colores vibrantes?

El color es algo que me apasiona desde pequeño. El color se da a través de la luz y de los ojos, y el primer impacto ante cualquier obra de arte, por más conceptual que sea, siempre es visual, moviéndonos emocionalmente, y después de esto viene la observación y comienzan a surgir las preguntas, y esto nos lleva a un sinfín de cuestionamientos. Algunos con respuesta, otros no, y cuando algo nos mueve emocionalmente y, además, nos deja reflexionando, es lo mejor que le puede ocurrir al arte.

Cuéntanos sobre tu obsesión por la geometría y el arte abstracto

Recuerdo a mi profesor Robert C. Morgan de la maestría diciendo: “No hay arte sin obsesión”. No sé si por ser zurdo o disléxico, cuando no entiendo algo que leo, comienzo a observar las letras o caracteres como sonidos, como ruido, como algo tan bello pero extraño a la vez que no tiene, como dirían, ni pies ni cabeza. Empiezo a relacionar esas formas, texturas y colores con figuras geométricas, con líneas, puntos, triángulos, círculos o cuadros, o incluso con fragmentos irregulares.

Así como una línea es una sucesión de puntos, un todo está compuesto de miles de elementos, y cada elemento es parte de un todo, de un gran conjunto de unidades que generan un todo, y cada unidad es un fragmento de un todo que es nada a la vez.

¿Qué te gustaría transmitir con tus piezas?

Para mí el arte es para todos, y es lo único importante, todo lo demás es secundario, va a cambiar o desaparecer. El arte es una experiencia, no necesita explicaciones o información; sin embargo, la explicación y la información siempre existen, cada quien las busca o simplemente surgen a través de la contemplación, y vienen las preguntas que llevan a otras hasta encontrar respuestas y hasta que surjan nuevo cuestionamientos.

​bgpa

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