El sueño de niña de Elina Chauvet (Chihuahua, 1959) era incursionar en el arte sin imaginar que años después la violencia doméstica generacional contra mujeres —y que convirtió en víctima a su hermana— la inspiró para crear uno de los símbolos de protesta más representativos en defensa de féminas en el mundo: “Zapatos rojos”.
Canalizó su dolor hacia el arte, y tras 10 años de esfuerzo, son miles de pares los que se han instalado en ciudades de México y el mundo, donde sin ninguna consigna, solo la presencia emblemática de los zapatos, llevan un mensaje de reflexión y se transforman en un certero impacto para enfrentar este “genocidio”, como lo califica.
¿Cómo fue tu niñez?
Fui una niña un poco introvertida, pero creativa, siempre estaba haciendo algo con las manos.
¿Cómo surge esta iniciativa, por qué empezaste a trabajar en eso?
Vivía en Ciudad Juárez, a los 30 años me mudé a Los Mochis, Sinaloa, había estudiado y trabajado en arquitectura, pero mi gran sueño había sido dedicarme al arte. No tenía trabajo, no conocía a nadie y me empecé a relacionarme con artistas locales hasta que gané un premio en pintura que me incentivó.
“La muerte de mi hermana, víctima de violencia doméstica, me marcó en el arte; estaba lejos de mi familia y de alguna manera todo el dolor lo empecé a verter en arte, pintura y la obra de esos años fue una catarsis”.
¿Qué querías decir?
Fui haciendo conciencia de la violencia, de lo cual antes no me había percatado. Reflexioné y me acordé de las historias de mis abuelas, mis tías y esas situaciones tenían en común que eran generalmente de violencia doméstica.
¿Cómo decides utilizar zapatos rojos?
Fue un proceso. Lo inicié sola, pero fue madurando la forma en que quería hablar sobre el tema, hasta que llegó el momento en que me pareció que los museos eran espacios muy pequeños para abordarlo. Me di cuenta de que debía salir al espacio público. Entonces, en 2009 se dieron los feminicidios y dándole seguimiento a casos, como el de mi hermana, fui empática con el dolor de familias.
“Los feminicidios seguían aumentando, había muchas jovencitas asesinadas y lo peor es que los cuerpos no aparecían; me nació la necesidad de decírselo al mundo y sacar la discusión, la visibilización de la violencia en todas sus formas”.
¿Es un mensaje de reflexión?
Crear una obra de arte es de mucha reflexión, abarca muchas cosas más; quise hacer algo que no fuera ni para Ciudad Juárez ni para México solamente, sino para el mundo y además lo debía hacer sin recursos. Buscar símbolos que dieran el mensaje de que se pudiera hacer en todas partes sin tener que transportarlo y que generara la reflexión, la conclusión fue eso: los zapatos, el espacio público y visibilizar a miles de mujeres.
“Elegí el color rojo porque representa la sangre, pero también el amor. Es una pieza que lleva un mensaje de esperanza”.
¿Las zapatillas son el mensaje?
El mensaje está muy claro, me ha tocado ver muchísimas mujeres llorando en las instalaciones que hago, porque también toca muchas fibras. Ha sido un poco más difícil la instalación en México; sin embargo, ha habido muchas réplicas.
¿Te han intimidado?
No, no he tenido ningún problema; aunque yo no intento confrontar, pues creo que es una gran tarea social la que debemos hacer todos. También hay muchos hombres conscientes del machismo y no quieren repetir estructuras de violencia.
La instalación la comenzó con 33 pares de zapatos, tuvo que convencer poco a poco. En la avenida Juárez de su ciudad natal los ponía, los levantaba, caminaba más adelante, los volvía a ubicar y así se fue recorriendo hasta llegar al puente internacional de cruce con El Paso, Texas.
Durante dos años hizo campaña entre sus amigos, después en Facebook. Sus amistades de Canadá y Estados Unidos empezaron a enviar pares y cuando tuvo 300 emprendió lo que llamó la gira mexicana.
En homenaje a Marisela Escobedo —mamá de una jovencita asesinada— y que a su vez mataron a las puertas del palacio de gobierno en Chihuahua, instaló la obra; luego fue a El Paso, Texas, y la colocó afuera del consulado mexicano.
¿Te gusta leer?
Me gusta la lectura, pero no soy de un autor; García Márquez es uno. Ahorita estoy leyendo un libro de Andrea Giunta, Feminismo y arte latinoamericano, pero tengo muchos tipos de lectura; igual con la música, no tengo un solo género, cuando trabajo siempre pongo música.
¿Cómo lograste combinar el hogar con todo esto?
Es algo con lo que tenemos que lidiar muchas mujeres, doble jornada, a veces hasta triple de madres y profesionistas; el arte es difícil, de mucho esfuerzo, mucho trabajo y soy muy terca.
Zapatos rojos, obra de esta artista visual y arquitecta, se hace con base en réplicas y “está diseñado de manera que las personas que lo pidan respeten ciertas reglas, porque es una obra de arte; no puedes quitarle ponerle o hacerle lo que quieras porque si no pierde su sentido”.